China mantiene en secreto toda clase de datos, pero la información sobre sus planes para vigilar constante y omnipresentemente a sus ciudadanos la revela una fuente que no puede ocultar: las patentes.
El orwelliano sistema de vigilancia que ejerce el Partido Comunista Chino (PCCh) sobre sus ciudadanos las 24 horas del día, los 7 días de la semana y en todos los rincones de la nación, incluidos sus domicilios particulares, ha sido estudiado por académicos, periodistas y activistas de derechos humanos, pero cada vez es más difícil documentarlo. El número de documentos clasificados aumenta, la gigantesca base de datos académicos de China ha sido purgada y empresas como Hikvision o Alibaba hacen todo lo posible por ocultar cómo funciona su cooperación con el gobierno en el campo de la tecnología de vigilancia.
Sin embargo, hay algo que el PCCh no puede ocultar: las patentes. Es cierto que, cuando desarrollan una nueva tecnología de vigilancia, las empresas chinas pueden decidir no patentarla en aras de la confidencialidad, pero esto significaría que podría ser copiada libremente por competidores occidentales y de otros países. Las patentes son públicas y no pueden ser vagas, o se les denegará el registro. Deben ofrecer una descripción clara de la tecnología que quieren proteger.
En Oxford, el profesor de Estudios de Internet Joss Wright, junto con sus colegas expertos Valentin Weber, de Alemania, y Gregory Finn Walton, de Canadá, tuvieron la brillante idea de examinar las patentes presentadas por empresas chinas en el campo de la vigilancia. Estudiaron las solicitudes de patentes chinas de 2010 a 2021 y presentaron sus resultados en un artículo publicado el 28 de julio de 2023 en la revista especializada "Internet Policy Review". Más de 5.000 patentes están relacionadas con la tecnología de vigilancia, con un crecimiento espectacular desde que la idea de las "ciudades inteligentes" pasó a formar parte del 13º Plan Quinquenal del PCCh, presentado en marzo de 2015.
(foto: El artículo publicado en "Internet Policy Review")
Como explican los autores, el concepto de "ciudades inteligentes" nació en Occidente y fue llevado por IBM a China en 2008. Indica el uso de tecnología a través de Internet para responder a retos concretos de las ciudades, como el tráfico y la delincuencia. En China, la idea de "ciudades inteligentes" evolucionó hacia "cerebros urbanos". Estos últimos son mucho más invasivos que los primeros. "El objetivo del cerebro urbano es crear un gemelo digital de una ciudad real, lo que significa que cada elemento de una ciudad tiene un Doppelgänger digital", al que la policía puede acceder. Esto incluye cada vez más al interior de las viviendas particulares, no sólo de los edificios públicos o comerciales.
Las "ciudades inteligentes" occidentales llevan a cabo proyectos específicos en ámbitos como el control del tráfico y el alumbrado público inteligente, aunque ocasionalmente se han utilizado para acelerar la respuesta de la policía a los delitos violentos. En cambio, según el estudio, los "cerebros de ciudad" chinos integran todos los datos en un único sistema unificado, al que las autoridades pueden tener acceso inmediato. El sistema chino funciona además a una velocidad increíble. Un "cerebro urbano" "puede procesar 16 horas de grabaciones [de vigilancia] en un minuto". La ciudad de Quzhou, en Zhejiang, ha sido seleccionada para un proyecto piloto y tiene el 100% de su espacio público (y porcentajes cada vez más altos también de espacios privados) vigilado mediante cámaras de CCTV las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
Este monitoreo universal -que según evidencian las solicitudes de patentes se hace cada vez más absoluto, omnipresente y de rápido análisis- "crea riesgos para los derechos humanos", afirma el estudio. Como saben demasiado bien los uigures -prosigue el estudio-, "la discriminación racial exacerbada por las cámaras de reconocimiento facial es una preocupación importante. Sostenemos -escriben los autores-, que la naturaleza omnipresente, ubicua, geográficamente limitada y física de la vigilancia de las ciudades inteligentes la hace al menos tan peligrosa como la vigilancia en línea más tradicional, que sólo puede tocar los elementos virtuales de las actividades de un ciudadano. Antes, los ciudadanos podían apagar el teléfono o dejar el ordenador en casa para eludir la vigilancia. Ahora esa evasión es ilusoria".
Y las cosas no harán más que empeorar con la intrusión de la tecnología en los domicilios privados. "La idea de extender la vigilancia al interior de los edificios queda plasmada en el término ‘edificios inteligentes’, que se utiliza en China desde hace bastante tiempo, antes de que apareciera el término ciudades inteligentes y designara a los sensores repartidos por los edificios para recopilar datos. El consumo energético de los edificios también es crucial en la vigilancia gubernamental. Como se ha visto en Xinjiang, un aumento del consumo podría correlacionarse con un comportamiento sospechoso, por lo que es objeto de vigilancia constante".
El estudio de las patentes, afirman los autores, ha demostrado que "las tecnologías emergentes de las ciudades inteligentes tienen repercusiones potenciales en diversos aspectos de los derechos humanos de sus habitantes, haciendo cada vez más difícil preservar la privacidad y el anonimato. Tanto si alguien va a trabajar como si está en la calle o en casa, la industria de la vigilancia innova cada vez más para crear y mantener ‘gemelos digitales’ que reproducen virtualmente edificios, peatones, vehículos e infraestructuras. Además, esta tendencia en las tecnologías de ciudades inteligentes no solo está aumentando, sino que se está acelerando rápidamente."
"El aumento de patentes relacionadas, entre otras cosas, con la inteligencia artificial y la detección de comportamientos anómalos o desviados en los últimos años pone de relieve las posibles implicaciones para los derechos humanos en el futuro desarrollo y adopción de ciudades inteligentes." Como fuente que las empresas y autoridades chinas difícilmente pueden ocultar, las patentes deberían seguir estudiándose para reunir pruebas del asalto de China a los derechos humanos de sus propios ciudadanos a través de tecnologías que Pekín también vende a sus "amigos" en el extranjero.