Ver
Varias veces he explicado que la figura de una mujer embarazada, que se puso en los jardines vaticanos y en otros lugares durante el Sínodo para la Amazonía, no es una imagen de la “madre tierra”, no es una diosa andina o amazónica, sino sólo un símbolo de vida y fecundidad. Sin embargo, todavía hay personas que califican eso como una idolatría, en la que habría estado de acuerdo el Papa Francisco, y por ello lo consideran un hereje, que no es legítimo Papa y que debería renunciar al pontificado. No entienden explicaciones. He preguntado a quien tiene relación con quienes llevaron esa figura, y todos afirman que es sólo un símbolo de la mujer, de vida y fecundidad. No es más que eso.
Hace años, andando en servicios que me pidieron en Cochabamba, Bolivia, pregunté a un aymara si la Pachamama era diosa, y me respondió: Para quienes hemos sido evangelizados, no es una diosa, sino el mejor regalo de Dios, junto con el Inti, el “padre sol”, porque sin ellos no hay vida. Sin embargo, me dijo, quienes no han recibido el Evangelio, sí los consideran divinidades. Todo depende, pues, desde el punto de vista de las personas, pero nunca vi que a la Pachamama se le hiciera una imagen religiosa, pues a la madre tierra se le toca, se le vive, se le siente, se le contempla, dondequiera que estemos. Se dibujan árboles, plantas, ríos, montes, nubes y demás elementos de la naturaleza, para contemplarlos y respetarlos, no para hacerlos imágenes religiosas de la Pachamama. Esa es la explicación de quien vive esa cultura, no el juicio condenatorio de quienes no la conocen.
Sin embargo, he conocido personas que, cuando se les pide que organicen un momento de oración con ocasión de reuniones, ponen símbolos de la naturaleza, los cuatros puntos cardinales, que en Cristo encuentran su centro y su culmen, pero ellos en ningún momento hacen referencia a El. No ponen una imagen de Cristo, de la Virgen, o de nuestros Santos, ni una Biblia, sino que todo son expresiones culturales en torno a los elementos de la naturaleza, como si sólo fueran preservadores de tradiciones previas a la evangelización, antropólogos culturalistas, ambientalistas, promotores sociales de una ONG. ¡Como si no conocieran a Cristo! O como si no lo hubieran asumido en su espiritualidad como el Señor de sus vidas, como si se avergonzaran de su fe católica. Lo contradictorio es que por su fe religiosa están allí, desgastando su vida con estos pueblos originarios, pero no se atreven a hacer una profesión explícita de su fe en Cristo Jesús.
Pensar
El Papa Francisco ha manifestado en muchísimas ocasiones su cristocentrismo; traigo a colación sólo un párrafo de su exhortación Querida Amazonia:
“Frente a tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, podemos responder a partir de organizaciones sociales, recursos técnicos, espacios de debate, programas políticos, y todo eso puede ser parte de la solución. Pero los cristianos no renunciamos a la propuesta de fe que recibimos del Evangelio. Si bien queremos luchar con todos, codo a codo, no nos avergonzamos de Jesucristo. Para quienes se han encontrado con Él, viven en su amistad y se identifican con su mensaje, es inevitable hablar de Él y acercar a los demás su propuesta de vida nueva: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16)” (No. 62).
Actuar
Que Jesucristo, muerto y resucitado, sea el cimiento, centro y culmen de nuestra vida personal y de nuestro servicio pastoral a los pueblos originarios. Lo que nos importa es que, en Cristo, tengan Vida y Vida plena.