En mayo de 1997 me encontraba en estado de crisis cuando empecé con la terapia reparativa. Mi esposa Marie me había pillado en otra mentira, se suponía que esta mentira encubriría mi doble vida. Sin duda, esta fue la gota que colmó el vaso. Seguramente me dejaría y se llevaría a nuestros hijos con ella y no volvería a verlos nunca más. Me invadía la angustia y el miedo a perderlos definitivamente.
Entré en la oficina de un terapeuta por primera vez. No me sentí particularmente incomodo ya que mi pánico por la posible ruptura de mi matrimonio eclipsaba cualquier nerviosismo que podría haber experimentado al empezar la terapia.
Después de 14 años había perdido toda esperanza, estaba convencido de que iba a tener que vivir así el resto de mi vida confiando en que de algún modo mis dos vidas nunca chocarían y me destruirían.
Cuando entré en la oficina de David, mi terapeuta, mi vida oculta iba directamente a colisionar con mi vida en el día a día. Sentí que mi vida se derrumbaba a mí alrededor. Acabar con mi vida o salir huyendo se iban convirtiendo en opciones cada vez más atractivas.
En nuestra primera sesión de terapia solté toda mi historia con una franqueza y abandono que era inédito en mí. David me inspiraba confianza, no tenía que preocuparme en buscar su aprobación ni temía que hubiese consecuencias por contarle toda mi vida. David me dijo con franqueza: "Tu vida es un desastre".
Estaba de acuerdo con él, había tocado fondo y estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para evitar el desastre en mi vida. Durante la terapia, David y yo analizamos el rechazo que yo percibía de los hombres. En sucesivas sesiones lloré, me exasperaba, me irritaba y me ponía furioso.
Trabajamos en los hábitos adictivos. Exploramos a fondo lo que parecía desencadenar mi comportamiento homosexual; el estrés, la ira, el miedo. Casi toda emoción incómoda causaba en mí un estímulo que me llevaba a buscar consuelo en el sexo con hombres. También me enseñó desvincular una actitud defensiva ante los hombres, acostumbraba a tomar esta actitud con el fin de protegerme y que no me hiciesen daño.
David me ayudó a abrir mi mente y corazón a la posibilidad de encontrar hombres heterosexuales, mentores que me pudiesen ayudar y fuesen un apoyo a lo largo de la semana. Richard era varios años mayor que yo, hablaba con él por lo menos semanalmente, incluso varias veces por semana le abría mi alma. Le llamaba cuando tenía tentaciones de abandonar. Cuando alguna vez caí me ayudó a levantarme con seguridad y determinación.
Yo tenía el convencimiento de que los hombres heterosexuales no tenían amigos, que ni siquiera los necesitaban. Creía que con sus esposas o novias tenían suficiente. Siempre había creído que los únicos hombres que querían algo con otros hombres eran gays.
David me decía: "Tu alma reclama conexión y vínculos con hombres, ese deseo se expresará de una manera u otra, pero lo hará. Suprimirlo o reprimirlo sólo funcionará durante un periodo de tiempo pero luego saldrá por algún lado. Si no creas vínculos con hombres de manera auténtica, sincera, amistosa, esa necesidad intrínseca te conducirá a buscarlo sexualmente".
Hubo más altibajos, caídas, ira y miedo, pero me iba sintiendo mucho más fuerte. Todo gracias a mi terapeuta, mi mentor, el nuevo "grupo de apoyo" semanal en mi ciudad, mi participación en "Sexaholics Anónimos" y siempre, Marie, mi mujer. Ella estuvo a mi lado, me amó y me animó al ver cambios reales en mi corazón, no sólo de mi comportamiento.
Ya no sentía la necesidad de que un hombre me “completase”. Sin embargo, lo irónico es que me sentía más conectado y vinculado a los hombres y a la masculinidad de lo que me había sentido en toda mi vida. ESTO es lo que había estado buscando durante todos esos años y no había podido encontrar. ESTO es lo que había querido todo el tiempo, una conexión real, no fantasías.
Salí de la oficina de David por última vez el 25 de agosto de 1999, 27 meses después de la primera sesión. Era un hombre diferente, más fuerte, seguro, feliz, con los pies en la tierra y más completo.
Aprendí a dar amor y recibir amor de otros hombres como mis hermanos, confiar en ellos con el corazón. Realmente puedo decir que encontré lo que había estado buscando toda mi vida.
El proceso que vivió Rich nos sirve como botón de muestra, un testimonio digno de admiración por la determinación, la valentía y el compromiso que requiere. Estos son los sentimientos que despiertan en mí, cada persona que trabaja en la terapia de cambio.
Este testimonio ha sido cedido por: www.voices-of-change.org.