Ver
Al terminar la celebración litúrgica del Viernes Santo, se me acercó un hijo de mi pueblo, que radica ahora en la Ciudad de México, a ofrecer, en forma gratuita, un equipo de oxígeno para algún enfermo de Covid que lo necesitara. La parroquia se encargará de su administración. En medio del dolor, hay esperanza, hay corazones generosos que dan vida.
Persiste la actividad de grupos delincuentes, que basan su poder en sus armas, en la extorsión y en la venta de droga. Las fuerzas gubernamentales parecen estar superadas. Pero nuestros pueblos siguen su ritmo de trabajo, cultivan sus campos, viven del comercio y de sus vendimias, toman las debidas precauciones y salen adelante, a pesar de temores e incertidumbres.
Hay hogares que sufren mucho por el alcoholismo de los papás, que son muy trabajadores, responsables y fieles, pero esclavizados por algo que no han podido vencer. Sin embargo, las esposas mantienen unida la familia y son fuertes para enfrentar este drama. En algunos casos, hay violencia verbal, porque el marido no acepta sus ocultos complejos, pero la esposa tolera todo, con tal de conservar unido el hogar. Estas mujeres son la roca firme que dan esperanza a la humanidad. No todo está perdido.
Están llegando a nuestro país millones de vacunas y se acelera su administración, a pesar de la irresponsabilidad de muchos ciudadanos, que menosprecian las medidas sanitarias. Yo estoy en espera de mi segunda dosis y sigo recomendando que todos la recibamos, como acaba de decir el Papa Francisco: “Todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha”. Las vacunas son una esperanza y anhelamos que lleguen a los lugares más pobres y remotos.
Pensar
En su homilía de la Vigilia Pascual, el Papa Francisco dijo: “Siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los escombros de nuestro corazón, Dios puede construir una obra de arte. Aun de los restos arruinados de nuestra humanidad, Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza… Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, déjate alcanzar con asombro por su novedad: te sorprenderá.
Reconozcámoslo presente en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y gobierna la historia. Si en tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: ¡No tengas miedo, resucitó! Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque el Señor te precede, siempre, camina, siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo” (3-IV-2021).
En su Mensaje de Pascua, expresó: “El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando. La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Y este es el escándalo de hoy.
Jesús resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado. Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda.
Cristo resucitado es esperanza para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido. Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios. A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos” (4-IV-2021).
Actuar
Seamos testigos de que Cristo vive y actúa, siendo constructores de esperanza, consolando a los tristes, acompañando a los que sufren, ayudando a los que carecen de recursos, escuchando a los desconsolados y acercándolos al Resucitado, para que en El encuentren vida, fortaleza y paz. Unidos a Jesús, podemos vencer nuestras cadenas y obtener la fuerza necesaria para enfrentar los problemas de la vida.