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Me llamó la atención lo que advirtió el Papa Francisco a la Curia Romana, en su reciente saludo navideño: “No estamos más en la cristiandad. No más… No estamos ya en un régimen de cristianismo, porque la fe —especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente— ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común; de hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada”.
¿Esto es verdad? Pareciera que no, porque en las celebraciones navideñas y de fin de año, nuestros templos se llenan de personas. Se realizan las “posadas” (novenario prenavideño) con participación de mucha gente. En mi diócesis anterior, tanto en las ciudades como en las parroquias rurales, hay activa vida eclesial. Hay muchos laicos implicados en la pastoral, hombres y mujeres. Lo mismo constato en la diócesis donde ahora resido, Toluca, y en los retiros espirituales que acompaño en varias partes del país. Muchísimas personas se bautizan, se confirman y celebran tanto la Primera Comunión, como los tres años de sus pequeños y los quince años de sus hijas; muchos participan en las catequesis presacramentales. Todavía bastantes se casan por la Iglesia. Se aprecia el sacramento de la reconciliación y se valora el auxilio de los últimos sacramentos. Los sacerdotes no se dan abasto a tantas solicitudes de servicios pastorales que la gente les pide; trabajan mucho y descansan poco. Aunque han disminuido las vocaciones sacerdotales y religiosas, aún hay bastantes jóvenes que optan por consagrar su vida a Dios y a la comunidad. Entonces, ¿es verdad lo que dice el Papa?
Si analizamos la vida ordinaria de nuestro pueblo, tiene razón el Papa. Entre nosotros, hay mucha participación en los ritos, pero también hay muchos hechos que contradicen la fe cristiana, como la enorme cantidad de asesinatos, robos, extorsiones, abortos, secuestros, infidelidades matrimoniales, borracheras, drogas, corrupción, divisiones, etc. Esto contradice totalmente la fe. Muchos jóvenes están lejos de la Iglesia, aunque a veces participen en el culto, más obligados por sus padres o por la costumbre del pueblo, que por convicción personal y madura. Algunos narcotraficantes y líderes de grupos delincuenciales son muy devotos de la Virgen o de algún Santo, con lo cual hacen una burla de nuestra fe.
¿Esto es por los casos lamentables de pederastia clerical? Sí; a algunos les ha afectado y confían menos en la Iglesia. Otros lo usan como pretexto, porque no quieren que alguien les remueva su conciencia. Los creyentes maduros perseveran firmes en su fe, porque ésta se centra en Cristo, y Él no falla.
¿Se puede deber a que algunos agentes de pastoral han hecho una opción preferencial por los pobres, por el cuidado de la madre tierra? Sí; no faltan personas que a esto achacan su alejamiento, pues alegan que nos hemos apartado de la piedad tradicional, que se conformaba con rezos y prácticas piadosas, sin incidencia en la vida social, política y ecológica. Los que son adultos en su fe, comprenden que esta dimensión es esencial al seguimiento de Jesús.
Pensar
Esto dijo el Papa a la Curia Romana: “Las poblaciones que no han recibido el anuncio del Evangelio no viven sólo en los continentes no occidentales, sino que se encuentran en todas partes, especialmente en las enormes conglomeraciones urbanas, que requieren una pastoral específica. En las grandes ciudades necesitamos otros “mapas”, otros paradigmas que nos ayuden a reposicionar nuestros modos de pensar y nuestras actitudes. No estamos más en la cristiandad. No más. Hoy no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados. Por tanto, necesitamos un cambio de mentalidad pastoral, que no quiere decir pasar a una pastoral relativista. No. No estamos ya en un régimen de cristianismo, porque la fe —especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente— ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común; de hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada.
Esto fue evidenciado por Benedicto XVI cuando, al convocar el Año de la Fe (2012), escribió: «Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas».
Y por eso fue instituido en el año 2010 el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, para «promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de “eclipse del sentido de Dios”, que constituyen un desafío a encontrar medios adecuados para volver a proponer la perenne verdad del Evangelio de Cristo». Muchas veces he hablado con algunos de ustedes, pienso en cinco países que han llenado el mundo de misioneros, y les he dicho cuáles son, y hoy no tienen recursos vocacionales para ir hacia adelante. Y este es el sentido del mundo actual.
La percepción de que el cambio de época pone serios interrogantes a la identidad de nuestra fe no ha llegado, por cierto, de improviso. En tal cuadro se insertará también la expresión “nueva evangelización” adoptada por san Juan Pablo II, quien en la Encíclica Redemptoris missio escribió: «Hoy la Iglesia debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevas fronteras, tanto en la primera misión ad gentes, como en la nueva evangelización de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo» (n. 30). Es necesaria una nueva evangelización, o reevangelización (cf. n. 33). Todo esto comporta necesariamente cambios y puntos de atención distintos” (21-XII-2019).
Actuar
En estos tiempos navideños, pensemos qué podemos hacer para fortalecer nuestra fe: orar más, meditar más la Palabra de Dios, participar más en actividades eclesiales, prepararse y ser agente de pastoral, compartir nuestra fe a otros, renovar nuestras parroquias, para que salgan de su modorra misionera.
Padres de familia: con su ejemplo y su palabra, alimenten la vivencia cristiana en sus hijos. Cuando tengan dudas y resistencias, dialoguen mucho con ellos y compártanles su propia experiencia de fe.