De los libros básicos que deberían formar parte del decálogo sobre como dinamizar el catolicismo existe uno particularmente recomendable, tanto que, en relación al tema que trata puede aplicársele sin exageración el adjetivo de clásico.
Se trata de “La Expansión del Cristianismo” de Rodney Stark. Un análisis con metodología sociológica de cómo y por qué creció tanto el cristianismo desde su inicio marginal, hasta convertirse en la mayoría de la población del Imperio o al menos de sus ciudades. Los ejes de este crecimiento que Stark identifica son fuente de inspiración en nuestro tiempo.
Esta obra y otra, de Wayne A. Meeks, otro clásico “Los Orígenes de la Moralidad Cristiana” son lectura hoy en día necesarias para los cristianos.
He aquí algunas consideraciones entresacadas de la “Expansión Cristiana” que merecen una reflexión como base de qué tipo de actuaciones son mejores que otras, y esto es así, porque nuestro tiempo está más cerca de la sociedad pagana que de cualquier otra de la historia.
Refiriéndose a los sangrientos espectáculos circenses, refiere que ver a gente mutilada y devorada por las bestias, o muerta en combate, era el deporte por excelencia, un lindo regalo de cumpleaños para un niño. Es difícil comprender la vida emocional de tales personas, pero los cristianos actuaron claramente desde el primer momento. Condenaron tanto los espectáculos como a los espectadores. Y, a medida que ganaron influencia, prohibieron esos juegos, y lo más importante, consiguieron dar la vuelta a la despreocupada crueldad de la costumbre pagana.
Stark escribe “lo que el cristianismo devolvió a sus conversos hoy fue nada menos que su humanidad. En este sentido, la virtud fue su recompensa”. Gran lección, sobre todo para quienes en mayor o menor medida toman el mundo como referencia, creyendo que es una idea adecuada para el futuro de la Iglesia, cuando, en realidad, es una vuelta atrás, porque en toda época este ha sido un llamado permanente, que no surge ciertamente de ningún evangelio. ¿Quién puede llamar asemejarse al mundo, sino su príncipe?
Starks señala otro aspecto clave. En una sociedad como la imperial, social y culturalmente fragmentada con grupos internos enfrentados, el cristianismo la revitalizó al ofrecer una cultura coherente, enteramente despojada del componente de todo fraccionalismo por razones de origen, clase, o cualquier otro elemento de identidad transformado en bandera segregadora.
Es una lección en muchos aspectos, pero también para esos cantos de sirena del feminismo de género, tan antagónico con el hombre, y con las identidades LGBTIQ, que convierten al ser humano en un galimatías de deseos y transformados en identidades políticas francamente belicosas. No siempre los cristianos saben bien marcar la diferencia entre acoger a toda persona, de la asunción en alguna medida de la ideología que expresan.
Aquella cohesión fue muy importante en una sociedad donde primaba el caos cultural a la diversidad.
La doctrina que revolucionó la base cultural del mundo romano que gemía sumergido en una multitud de miserias, fue el principio de que el amor a Dios debía traducirse en amor entre unos y otros, y que este amor se extiende más allá de las fronteras familiares y de grupo. Demostraron la evidencia de que los textos no tienen ética, la gente, sí. Hubo una idea fundamental que rompía esquemas. Eran concepciones del tipo “Dios amó tanto al mundo…” porque desde la perspectiva pagana los dioses no se interesaban por los seres humanos, incluso podían estar dispuestos a perjudicarlos. La idea de un Dios misericordioso que pedía misericordia como condición de su amor fue revolucionaria.
Solo cuando las doctrinas cristianas se transformaron en actos reales en la vida diaria, el cristianismo fue capaz de mitigar la miseria, transformando la experiencia humana. Y esa sigue siendo la cuestión en el orden cultural y el político, donde la ausencia cristiana en nuestro país es atronadora.
Fue fundamental la doctrina central de la atención y cuidado de los enfermos sobre todo durante las epidemias, y en esto no tengo nada claro que la Iglesia perdiera una gran oportunidad en el 2020, el rechazo del aborto y el infanticidio, la mayor fertilidad de las familias cristianas y la eficacia organizativa. Y en este último punto las diócesis, un buen número de ellas, deberían realizar un adecuado examen de conciencia de cómo es de ineficaz parte de sus organizaciones y de cómo hay un excesivo medrar en demasiados casos.
El punto crucial de la expansión cristiana fue que las doctrinas centrales del cristianismo hicieron surgir y mantuvieron organizaciones y relaciones sociales atractivas, liberadoras y efectivas. Esto hizo del cristianismo el movimiento rehabilitador más radicalmente triunfante en la historia. La clave es la forma cómo tomaron cuerpo estas doctrinas y la manera cómo dirigieron el comportamiento individual y las acciones organizadas. Todo ello llevó a la expansión del cristianismo.
Fuente: Forum Libertas