Sin ninguna duda el personaje que más quiero de todas mis novelas es don Argemiro de Las corrientes que riegan los cielos. Muchas veces me descubrí encomendándome a él. No sé qué precisiones me haría la Congregación de los santos acerca de pedir la intercesión a un personaje de ficción. Pero don Argemiro es mi personaje favorito de cuantos pululan por mis libros.
Otro personaje me costó una amistad, una de mis más queridas amistades. Es uno de una novela todavía no publicada. Se la di a leer a un amigo profesor de una universidad de Nueva York. Se metió tanto en el personaje que jamás me perdonó lo que hizo ese sujeto de ficción al final de la novela. Mi amigo me escribió una amarguísima carta de reproche y dejó de llamarme para pasear. Nunca más me volvió a llamar. Dejé pasar el tiempo, paseé con él solo dos veces. Me reconoció que se identificó tanto con el personaje que no pudo sustraerse al remolino interior que le provocó el final de la novela: pero nunca recuperé la amistad.
Otro gran personaje, quizá el más grande mis malos, es Vinicianus de la Decalogía, el Anticristo. Durante años, antes de vivir en Roma, era para mí imposible para mí ver la fachada de San Pedro del Vaticano o su interior y no rememorar las trágicas escenas de la parte central de Cyclus Apocalypticus. Desde esa novela, el edificio pasó a estar unido a mi ficción literaria. Os lo aseguro, para mí era imposible mirar al baldaquino y no recordar el discurso final del Cónsul Máximo de la República Europea.
Le doy gracias a Dios, porque yo (como el resto de los escritores) he vivido mi vida y la vida de mis libros. También hay lectores que son tan excelentes en el placer de leer que llegan a meterse en un libro tanto como el autor; doy fe de ello. En mi vida, hay varias novelas y biografías que pasaron a formar parte de mi vida: Valtorta, Memorias de Adriano, Historia de un alma, Yo, Claudio, las obras de santa Teresa de Jesús. Sobre todo, la obra de Valtorta. ¿Qué puedo decir de una colección de libros de 4.400 páginas que estoy leyendo por sexta vez?
Cuando uno lee y relee libros como esos, se me puede dispensar de no ver películas como la última de María Magdalena o de san Pablo. Respeto a los que les gustan. Pero, sencillamente, tengo cosas más importantes que hacer. Prefiero releer la inteligencia de Borges en tres o cuatro páginas, que aburrirme hora y media con un guion para niños.