Copio aquí una carta que he enviado a un lector

03 de noviembre de 2017

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Un lector me preguntaba hoy de forma cordial y amable cuál era mi opinión acerca de la carta que el padre Thomas Weinandy ha escrito al Papa hace pocos días. La leí en su momento, pero hoy le contesté al que me preguntaba: Si la carta la hubiera enviado sólo al Papa, su autor hubiera hecho un acto de virtud. Pues corregir al que se equivoca es un acto virtuoso. O, mejor dicho, corregir al que uno piensa que se equivoca es un acto bueno.
 
Ahora bien, darle la máxima publicidad a esa carta, ya no es hacer pensar al Papa acerca de en qué puntos puede mejorar. Sino que eso significa mover y agitar a los fieles en contra de él. Y más que esa carta que no es un discurso teológico, sino una verdadera reprimenda en toda regla.
 
El padre Thomas está en todo su derecho de enviar una carta que sea un sermón al Papa. Pero no está bien mover a la gente contra el pastor.
 
Si alguien piensa que mi juicio es muy duro respecto a la carta, yo pregunto: ¿Sería un acto virtuoso que el Papa le devolviera con la misma moneda, haciendo juicios igual de duros sobre ese capuchino? No, hacer lo mismo que ha hecho nadie lo vería como un acto virtuoso. Hay bofetadas con la mano y otras con palabras. El padre Thomas alega que tuvo un signo del cielo para escribir la carta. Muy bien, no lo pongo en duda. Pero el signo fue para que le hablara a solas al corazón del Papa, como un hijo a un padre. De ahí que el acto virtuoso se haya convertido en un acto moralmente nada recomendable.
 
 
Un cordial saludo.

 

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