Esas nubes que se van haciendo más oscuras

03 de julio de 2017

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“¿Cree usted que el cardenal Pell es culpable?”. Esta pregunta ha rebotado miles de veces en la isla de Australia. Se ha hecho a sacerdotes y a laicos de gran reputación. Pero por más que la pregunta se formule miles o decenas de miles de veces, los que contesten siguen sin saber la verdad. Todo depende de lo que digan un par de acusadores y de si su testimonio resulta creíble.
 
Un comentarista de este blog, Thàcio, escribía:
 
La jerarqua tarda décadas para condenar un fundador loco y cobarde... tarda décadas para darse cuenta de varios crimenes de congregaciones... que la sociedad civil se organize y se proteja... es lo minimo que podemos hacer.
 
Querido Thàcio, las víctimas siempre han tenido el camino de la denuncia penal para pedir que se les haga justicia. La persecución de delitos penales no es uno de los fines de la Iglesia. En ciertas ocasiones puede que tenga que hacerlo, pero no tiene los medios que tiene la justicia para realizar la investigación.
 
Nadie duda que hubo años en que algunos obispos hicieron una dejación de responsabilidad que era penalmente culpable. Ésa no es la cuestión de la que ahora hablamos aquí. De lo que hablamos es de la posibilidad cierta de que en el futuro el sistema judicial sea usado de un modo perfectamente organizado, coordinado, premeditado, para ir hundiendo selectivamente a parte de la jerarquía de un país a base de este tipo de denuncias. Después si el obispo o sacerdote en cuestión no fuera declarado culpable, no tendría tanta importancia. Lo que aparecería ante la opinión pública es que había sido declarado inocente “por falta de pruebas”. Ya desde el principio del proceso la feligresía quedaría dividida.
 
Eso no se ha hecho, pero no faltan individuos con odio a la Iglesia que algún día podrían pasar a la acción. Y estamos hablando de un asunto en el que hay mucho dinero de por medio. Hay gente desalmada que lo plantearía de esta manera: un juicio como acusador y tengo la vida resuelta. Si quiero no es sólo el juicio, son las entrevistas pagadas en los medios. No pocos irían gratis con tal de dar su discurso contra la Iglesia.
 
En España, Enric Marto, al que le gustaba pasearse por los medios, se hizo pasar por prisionero en el campo de concentración de Mathausen. Se tardó 30 años en descubrir la falsedad. Enric Marco acabó reconociendo con toda frialdad y sin ningún arrepentimiento que fingió ser preso de los nazis para difundir mejor el sufrimiento de las víctimas.
 
Tania Head se hizo pasar por una víctima del 11 de septiembre, contando en todos los medios de comunicación cómo, arrastrándose entre el caos y los destrozos de la planta 78 de una de las torres, se salvó. No he hecho nada ilegal, dijo cuando fue descubierta.
 
La lista, evidentemente, no acaba aquí.
 
Cuando ciertas nubes oscuras se acumulan de un modo determinado en el cielo, con un tipo concreto de viento, los que somos de campo sabemos que la tormenta está asegurada. A veces antes de que caiga una sola gota de agua, se le puede decir a la otra persona: corre, vamos a casa, porque en diez minutos va a caer un tormentón.
 
Pues bien, las nubes oscuras contra la Iglesia están haciéndose más gruesas, más oscuras, poco a poco. Yo sólo advierto acerca de la posibilidad de que ocurra un ataque generalizado en el que los enemigos de la Iglesia tendrán el apoyo de buena parte de los fieles católicos. Una ley contra la Iglesia tendría más opositores. Pero un ataque de este tipo tendrá a favor incluso a muchos católicos.
 
Puedo imaginarme una situación legal en la que el Papa no pueda viajar a determinados países que tengan acuerdos entre sí de extradición, porque haya una orden de búsqueda y captura, porque hay seis adultos que le acusan de abusos hace un cuarto de siglo. El Papa, un número de cardenales, arzobispos y obispos pueden recibir un ataque selectivo, en el que incluso ellos duden: ¿será verdad o no será verdad?

 

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