Me preocupa la situación de mucho sectores de la Iglesia que andan haciendo equilibrios doctrinales, basándose en la libertad y en los escándalos de algunos clérigos. Se erigen ellos en fuentes de la verdad, negando la infalibilidad de la doctrina católica.
Hay una fuerte corriente de agnosticismo en ambientes tradicionalmente fieles a la Iglesia. Y por no negar a Cristo, se dejan llevar por una corriente protestante que pretende ser la salvadora de una Iglesia decadente. No es extraño encontrar hoy a muchos, incluidos sacerdotes, que niegan lo más sagrado: la presencia real de Cristo en la Eucaristía, rebajándola a la condición de gesto fraternal. Se veía venir con la proliferación de laicos autorizados a administrar la comunión, y a manipular los sagrarios.
Muchos sacerdotes, haciendo dejación de su deber sagrado, ponen en manos de laicos sin formación la manipulación del Cuerpo de Cristo. Y esto ha traído como consecuencia la desacralización de la Eucaristía. ¿Para qué ser sacerdote si la Eucaristía, que es el mayor tesoro puesto en manos consagradas, ya está en manos de cualquiera, y además se considera que allí no está realmente Cristo? La culpa de todo ello no está muy lejos de algunos sectores de la Jerarquía que miran para otro lado.
Y esto está dando lugar a lo que podamos llamar malos cristianos, incluso a la apostasía de no pocos.
José Miguel Arráiz, en ApologeticaCatolica.org, ha tratado el tema en un extenso artículo, del cual escogemos estos párrafos:
Los malos cristianos dentro de la Iglesia - El trigo y la cizaña
Muchos de los protestantes que sostienen la hipótesis de la gran apostasía suelen citar en su favor la parábola del trigo y la cizaña, pues allí se anuncia que dentro de la Iglesia habría falsos cristianos:
"Otra parábola les propuso, diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" Él les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."" (Mateo 13,24-30)
La existencia de falsos cristianos dentro de la Iglesia no implica que apostataría y su doctrina se corrompería. Es precisamente este uno de los textos que permite mostrarles a los protestantes su error, sobre todo si se lee la explicación de la parábola de parte del propio Jesús:
"Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. El respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga" (Mateo 13,26-43)
Obsérvese en primer lugar, que Jesús establece como un hecho que el trigo y la cizaña siempre estarán mezclados en la Iglesia. Siempre habrá mejores y peores cristianos.
Obsérvese en segundo lugar, que esto no es excusa para salir la Iglesia y pretender fundar una nueva, pues cuando dice uno de los ciervos que van a recoger la cizaña, el dueño de la siembra contesta que la dejen crecer juntas no sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo. Alguien que puede ser hoy "cizaña" el día de mañana puede convertirse y llegar a ser "trigo". Ya será en el juicio cuando Jesús separará uno de los otros. Las mismas comunidades protestantes que se dividen pensando fundar una Iglesia sin pecadores terminan descubriendo que dentro de ellos también hay pecadores, porque todos lo somos.
Lo que distingue a los falsos cristianos
Pero si estudiamos todavía más a fondo la Escritura encontraremos que esta identifica precisamente a estos falsos cristianos con aquellos que con una actitud cismática abandonaron la Iglesia para fundar la propia: "Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros." (1 Juan 2,18-19)El apóstol llega al extremo de llamar a los que abandonaron la Iglesia "anticristos". No deja de resultar curioso que sectas como los testigos de Jehová, adventistas y mormones aplican esos textos a quienes abandonan sus filas, olvidando precisamente que sus respectivas denominaciones fueron fundadas por hombres que a su vez abandonaron sus antiguas denominaciones, cumpliéndose así el proverbio coloquial de "cachicamo diciéndole a morrocoy conchudo". Ellos fueron cismáticos al abandonar la Iglesia fundada por Cristo, y luego tienen el descaro de acusar de cismáticos a quienes les abandonan.
Hace algún tiempo un pastor protestante me decía que las divisiones de la Iglesia eran beneficiosas porque permitían que hubiese pluralidad y libertad de opiniones, pero la Escritura en cambio sostiene que son precisamente quienes dividen la Iglesia quienes carecen del Espíritu Santo:
"En cambio vosotros, queridos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos os decían: Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías. Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu." (Judas 1,17-19)
Las divisiones son llamadas por el apóstol una "obra de la carne" al mismo nivel que las orgías, idolatrías, fornicaciones, etc.
"Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios." (Gálatas 5,19-21)
La orden dada a los cristianos era por el contrario mantener la unidad doctrinal: Un solo Señor, un solo bautismo y una sola fe:
"Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido; apartaos de ellos" (Romanos 16,17)
"Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio" (1 Corintios 1,10)
Si el árbol se reconoce por su fruto, no puede ser el sistema protestante, dividido hasta el extremo, el legítimo representante de la Iglesia de Cristo. En ellos lamentablemente se cumple lo que ya había sido profetizado en 2 Timoteo 4,3-4:
"Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas."
Más adelante profundizaremos con más detalle sobre las diferencias doctrinales que existen entre las distintas denominaciones protestantes, pero es un hecho que la verdad es una sola. Si entre ellas no se enseña la misma doctrina, por simple lógica se deduce que no todas pueden estar en la verdad, por lo que la gran mayoría estarán enseñando errores mezclados con medias verdades, y acusando a las otras de estar en el error. No se puede dejar de apreciar la coincidencia asombrosa de esta profecía con el sistema protestante (aunque no exclusivamente con él) en donde distintos maestros agrupan tras de sí personas enseñándoles doctrinas conforme su propio entendimiento personal de la Biblia.
Se da tortas con la historia
La hipótesis de la gran apostasía se da de tortas también con la historia. Quienes se animan a investigar la doctrina que profesaban los primeros cristianos se encuentran con que la misma doctrina que profesaban los primeros cristianos es esencialmente la misma que profesamos los católicos hoy. Quienes sostienen que la corrupción vino a raíz del emperador Constantino descubren que no hay cambios sustanciales entre lo que creían los cristianos antes y después de su reinado, y para demostrar esto, cada uno de los temas tratados en esta Web serán abordados desde el punto de vista bíblico y patrístico. Encontrará acá decenas de testimonios cristianos primitivos anteriores a Constantino que lo demostrarán. Este descubrimiento lo ha hecho y siguen haciendo muchos protestantes que han buscado incansablemente la verdad y han terminado por abrazar la comunión plena con la Iglesia Católica. Son tantos testimonios que es imposible mencionarlos todos, pero quiero aprovechar de recomendar dos testimonios notables: el de John Henry Newman (Fue un presbítero anglicano que luego de su conversión llegó a ser cardenal de la Iglesia Católica. Todavía como anglicano comienza a escribir un Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana, en el cual descubre que la Iglesia Católica es la Iglesia verdadera, y termina por convertirse. Su célebre obra: Apología Pro Vita Sua, Historia de mis ideas religiosas, donde narra el mismo su camino de conversión, ha ayudado a miles de persona a seguir el mismo camino,
y el de Gilbert Keith Chesterton (Célebre escritor que pasó del agnosticismo al anglicanismo y del anglicanismo al catolicismo. Sus obras han movido a incontables agnósticos, ateos y protestantes a la conversión. Recomiendo principalmente dos de ellas: El hombre eterno, y la Cosa y otros artículos de fe).
La razón de que otras sectas hayan preferido ubicar el comienzo de la apostasía en fechas tan tempranas como la muerte del último apóstol, radica en que no han podido encontrar en un período de más de 1600 años un grupo de cristianos con cuyas doctrinas ellos puedan identificarse. Si fuera así ellos podrían alegar que había verdaderos cristianos en tal o cual época y fueron tales, pero no pueden identificarse ni siquiera con los grupos heréticos del primer milenio porque tampoco creen lo mismo que ellos. No les queda por tanto otra alternativa que colocarles el saco de herejes y apóstatas a todos, cual si antes de ellos no hubo cristianos verdaderos. He aquí no solo el pecado de la soberbia, al menospreciar sus antepasados en la fe, sino una deficiente noción del concepto de Iglesia.
Así, si uno de estas personas se llega a encontrar con algunos textos patrísticos primitivos y se llega a dar cuenta de que estos cristianos, creían doctrinas católicas que ellos hoy rechazan, estarán condicionados para pensar que ya para entonces eran apóstatas o herejes. Estarán predispuestos a considerar más confiable la interpretación de las Escrituras del fundador de su denominación, nacido miles de años después de Cristo, y que sin haberle conocido ni a Él ni a sus apóstoles se puso a interpretar a su modo la Biblia.
Otros prefieren pensar que si hubo cristianos "verdaderos" que pensaban como ellos, pero que por ser perseguidos por la Iglesia oficial no dejaron noticia y permanecieron ocultos. Pero esta hipótesis también tiene un problema de fondo, porque equivale a confesar que hasta los que ellos mismos consideran herejes, de los que tenemos abundantes noticias a lo largo de la historia, eran más valientes para defender su fe y sus principios que estos cristianos anónimos e invisibles. Jesús comparó a los verdaderos cristianos con "la luz del mundo" y decía de ellos "No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte"(Mateo 5,14)
En el evangelio encontramos numerosos ejemplos de la valentía de los apóstoles que nunca pararon de predicar a pesar de ser perseguidos y apresados (Hechos 5,2).
No es lógico entender asumir que hubo unos verdaderos cristianos ocultos al mundo y de los cuales no quedaron noticias. El hecho puro y duro es que no podemos encontrar en 1600 años de historia alguien interpretando la Biblia de la misma manera como lo hacía Lutero, Calvino, Zwinglio, o como lo hace hoy un bautista o un pentecostal.
Como católico reconozco que entre esas denominaciones protestantes separadas abundan cristianos que sinceramente creen estar en la verdad, excelentes personas que buscan adorar y servir a Dios de corazón, pero son víctimas de un sistema que les ha engañado y les utiliza para captar más prosélitos que propagan los mismos errores como un círculo vicioso. Como decía el arzobispo Fulton Shenn, la gran mayoría no odia la Iglesia Católica, sino lo que erróneamente piensan que es la Iglesia Católica. También reconocemos que en el protestantismo aún dividido en numerosas comunidades eclesiales y sectas hay cosas muy buenas, pero todo aquello bueno y santo que se pueda encontrar en ellos ha pertenecido y pertenece al patrimonio de la Iglesia Católica, comenzando por la misma Biblia.