Los cargaron como vacas. Un camión de ganado repleto de entrerrianos y correntinos (personas de las localidades argentinas: Entre Ríos y Corrientes), al mejor estilo de una fotografía de la Alemania nazi cuando cargaban a los judíos en camiones y trenes.
Pero fue hace unas noches en un campo de la vecina Bengolea. En un campo de una familia "de bien" de la localidad.
18 eran. Dieciocho personas y el espanto.
El encargado los apuró en medio de la noche a grito pelado -y yo me lo imagino hasta con picana-:
"Apuren carajo!!! Que no tenemos toda la noche. Apuren mierda!!!" ...Sin piedades ni misericordia.
En medio de la negrura de la noche espesa, la joven madre con el bebé - de un mes- en brazos casi lo soltó al tastabillar con la bosta del piso (se dice excremento de ganado).
El llanto del bebé rompió el silencio ruin y cómplice en dos. Desesperada la mujer lo apretó fuerte contra su pecho en un intento de no enojar al capataz.
"Hacélo callar carajo!" sentenció el hombre en medio de la oscuridad más oscura. Las lágrimas de la jovencita se entremezclaron con las del bebé, mientras los otros cuatro niñitos también entraron a humedecer sus mejillas.
18 eran. Dieciocho personas y el espanto.
Los intentaban tirar a la ruta en medio de un enero donde al mediodía hasta las iguanas se niegan a cruzarla. En un enero donde el sol abrasador cocinaría a los niñitos en medio de la bosta de las vacas (se dice excremento de ganado).
Acorralar la esclavitud en un camión de ganado para que la policía no encontrara el horror, la locura y la muerte en Bengolea.
¿Acaso la esclavitud no es muerte en vida?
Aún recuerdo la tarde aquella en donde en un taller sobre la Trata de Personas, de esos aburridos que damos cuando no sabemos qué hacer con nuestras vidas -eso me dijo una vez un funcionario-, una docente de Bengolea me preguntó donde podíamos encontrar personas esclavizadas.
Pobrecita la mujer, mi respuesta fue profética "a la vuelta de la esquina". Quizás le erré un poco en la distancia, "a una legua del pueblo".
Cierro los ojos y escucho el llanto del bebé de un mes en medio de la noche espesa, y el alma se me hace un ovillo y un puñado de lágrimas me surca las arrugas.
La única manera de poder pensar en terminar con este horror, esta locura y este espanto quizás sea enseñar en las escuelas estos casos, con nombre y apellidos, del explotador (pero es secreto de sumario).
A ver si la verguenza , aunque sea la verguenza social pone un freno a estas prácticas de muerte que se siguen practicando.
¿El nombre de un esclavista puede ser secreto de sumario?
Al que roba una gallina lo detienen hasta el juicio para proteger a la sociedad, ¿¿¿alguien sabe si al esclavista, explotador, ladrón de vidas y sueños, etc, etc lo detuvieron???
Dios me libre del silencio cómplice.
Dios se apiade de aquellos que sabiendo negaron saber, porque a estos correntinos y entrerrianos "le matamos el hambre". Les faltó agregar y "también les matamos la vida y los sueños".
Bengolea, 18. Dieciocho personas y el espanto.