El Papa reunido con los cardenales y funcionarios del Vaticano explicó su reforma: lo que ya ha hecho y lo que seguirá. ¿Qué pretende Francisco? ¿Qué sentido tienen estas reformas?
1. Tres discursos históricos. Como es costumbre, cada año, poco antes de la Navidad, los papas se reúnen con cardenales, nuncios y otros funcionarios de la curia romana, para dar su felicitaciones por la Navidad.
Hasta Benedicto XVI, los pontífices solían pronunciar un discurso en el que resumían los eventos pontificios más importantes del año. Pero Francisco, desde 2014 (su segunda Navidad como Pontífice) ha utilizado este espacio para hablar de la reforma de la curia romana.
Así, en el Discurso de 2014, el Papa habló sobre algunas “enfermedades” en que podrían caer los funcionarios de la Santa Sede, y en el Discurso de 2015, a partir de la palabra “misericordia”, explicó un “catálogo de virtudes necesarias para quien presta servicio en la Curia y para todos los que quieren hacer fecunda su consagración o su servicio a la Iglesia”.
Ahora, en este 2016, el Pontífice habló sobre “la reforma de la Curia Romana”, para exponer “el cuadro de la reforma, poniendo de relieve los criterios que la guían, las medidas adoptadas, pero sobre todo la lógica de la razón de cada paso que se ha dado y de los que se darán”.
2. Objetivos de la reforma. Llama la atención que el impulso renovador de Francisco tiene como afán que el amplio organismo de gobierno de la Iglesia católica vuelva a su cometido inicial, que consiste en “colaborar con el ministerio específico del Sucesor de Pedro”, es decir, “apoyar al Romano Pontífice en el ejercicio de su potestad única, ordinaria, plena, suprema, inmediata y universal”.
Esto se traduce, explica el Papa, en que el trabajo de los Dicasterios sea conforme “a la Buena Nueva que debe ser proclamada a todos con valor y alegría, especialmente a los pobres, a los últimos y a los descartados”. O sea, estas funciones tiene una finalidad religiosa y de ayuda a los demás.
También la reforma tiene como finalidad que la Curia romana esté en sintonía con nuestra época; en palabras del Papa, que sea conforme “a los signos de nuestro tiempo y de todo lo bueno que el hombre ha logrado, para responder mejor a las necesidades de los hombres y mujeres que están llamados a servir”.
3. Una reforma de fondo. Aunque Francisco ha llevado a cabo bastantes cambios administrativos, como la reestructuración del banco vaticano, la creación de la Secretaría de comunicación y la creación del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, es importante mencionar que el Papa da prioridad al cambio interior de cada persona que ahí trabaja.
El Pontífice tiene claro que la reforma será eficaz sólo y únicamente si se realiza con hombres “renovados” y no simplemente con hombres “nuevos”, como ya señaló en su momento Pablo VI.
El Papa insistió que no basta sólo cambiar el personal, sino que hay que llevar a los miembros de la Curia a renovarse espiritual, personal y profesionalmente, pues sin un “cambio de mentalidad” el esfuerzo funcional sería inútil.
Esperamos con ilusión que la reforma de Francisco de muchos frutos. Pero para entenderla hay que ponerse en la óptica religiosa. Por eso, la clave de la reforma vaticana consiste en dejar los criterios humanos y burocráticos, para adoptar criterios espirituales y pastorales, que permitan entender que “el corazón y el centro de la reforma es Cristo”.
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