La Navidad se ha convertido en una festividad que alegra las ciudades de todo el mundo. Algunos dicen que el comercio y la globalización le quitaron su sentido religioso; otros afirman que lo importante es reunirse con su familia. ¿Cómo se debe celebrar la Navidad?
1. La Navidad, bajo la dialéctica de lo civil y lo religioso. En ocasiones se suele ver los festejos civiles de la Navidad en contraposición con el sentido religioso de esta fiesta. He escuchado quejas como ésta: “Nos secularizaron la Navidad”; o bien, su contraria: “¿por qué la Iglesia opina sobre cómo vivir la Navidad?”.
Ambas tienen algo de cierto, pero ninguna de las dos llega al fondo de la cuestión, que es el sentido profundamente humano de las fiestas.
2. Festejar nos hace más humanos. Los seres humanos manifestamos lo más espiritual –como el amor, la gratitud, nuestra historia, etc.– mediante nuestros sentidos. Así, las reuniones con familiares y amigos nos hacen expresar el amor y el gozo mediante los diversos aspectos de nuestra naturaleza humana: comida y bebida, música y bailes, discursos y plegarias, etc.
Cuando hacemos esto, ponemos en sintonía nuestros valores espirituales con nuestros sentimientos y nuestros sentidos, y por eso las celebraciones nos hacen más humanos, es decir, nos ayudan poco a poco a ser mejores personas y mejores ciudadanos.
3. Para superar aquella dialéctica. Es relativamente reciente la dicotomía entre lo civil y lo religioso, pues data de la Ilustración (finales del s. SVIII). En cambio, durante milenios, las fiestas civiles y la religiosas han convivido en una misma fecha, y han pasado de un sentido cívico a otro sobrenatural, con bastante naturalidad.
En el caso de la Navidad, los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta del “Natalis Solis Invicti” o ‘Nacimiento del Sol invicto’, asociada al nacimiento de Apolo. Y los cristianos tomaron esa fiesta para hablar del Nacimiento de Cristo, verdadero Sol que ilumina al mundo.
En las últimas décadas, ha sucedido lo contrario: que esta fiesta religiosa de la Navidad se ha convertido en una celebración familiar, con cierto sentido comercial, y que está a nivel global, pues se vive incluso los países no cristianos (como Japón o Palestina).
Para superar la dialéctica, es importante entonces buscar lo que nos une, que es celebrar una fiesta que nos haga más humanos, más cercanos a nuestras propias familias, y más abiertos a quien le da un sentido diferente al nuestro.
3. El sentido religioso de la Navidad. El motivo espiritual de esta fiesta sigue vigente, y por eso también hoy millones de personas se reúnen en torno al altar y en torno a la mesa familiar para celebrar el Nacimiento de Jesús.
Ese sentido sobrenatural es profundo, pues celebra que Dios se hace ser humano, sin dejar de ser Dios. Esto significa que Dios es cercano, “Dios con nosotros” (eso significa “Emmanuel”). Jesucristo es Dios que se convierte en uno de los nuestros, quien asume y da un valor sobrenatural, a las realidades humanas: la familia, el amor, la amistad, el trabajo, la alegría y las penas.
Aunque en algunos ambientes, las fiestas navideñas tengan un cierto predominio comercial, vale la pena retomar sus dos sentidos, tanto el sentido festivo que nos humaniza y nos hace compartir el amor familiar, como el sentido religioso que nos invita a agradecer a Jesús, Dios hecho hombre, por su cercanía y por asumir todo lo que amamos en esta tierra.
¡Feliz Navidad para todos los lectores de “Portaluz”!
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