Se cumplen tres años del pontificado de Francisco. El éxito mediático y su autoridad moral han sido muy grandes, pero ¿cuáles son los parámetros para evaluar el verdadero éxito de su Pontificado?
1. El programa “velado” de Francisco. En los días previos al Cónclave de 2013, los cardenales se reunieron en las llamadas “congregaciones generales”. Ahí cada purpurado expuso su punto de vista sobre el perfil del siguiente sucesor de san Pedro.
Al releer hoy el discurso del cardenal del Card. Bergoglio, nos damos cuenta que ahí estaba contenido el programa de su pontificado. En ese pequeño guión, que tenemos gracias al cardenal de La Habana, Mons. Jaime Ortega Alamino, el futuro Papa Francisco dio su visión de la Iglesia y del papel del Romano Pontífice.
2. Un Iglesia y un Papa “para las periferias”. En ese discurso, el arzobispo bonaerense dijo que “la Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.”
Y añadió: “Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de ‘la dulce y confortadora alegría de la evangelizar’.”
3. La ejecución del programa: gestos, viajes y documentos. Después de tres años, ya hemos entendido mejor tanto la personalidad del Santo Padre como su mensaje, y por eso comprendemos que sus gestos iniciales, que a muchos gratamente nos desconcertaron por su tierna cercanía, eran la ejecución de este programa, tal como ya lo había hecho en la diócesis de Buenos Aires.
Desde el inicio, el Papa Francisco ha estado cercano a las personas marginadas (los vagabundos de Roma, los enfermos, los migrantes africanos, los presos, los ancianos, etc.). Después empezaron los viajes apostólicos a las “periferias” del mundo, como Asia donde hay pocos católicos (Sri Lank, Corea del Sur); como los lugares más significativos de las periferias existenciales de Paraguay, Bolivia, Ecuador, y México.
Y, conforme avanzaba el pontificado, el Pontífice plasmó este programa en documentos, como la exhortación “Evangelii Gaudium”, en la que se lee: “todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (n. 20).
4. El verdadero éxito. El éxito de un pontificado no se puede medir con parámetros solamente humanos, como los de una empresa que compara los metas fijadas con las metas conseguidas, porque en este caso los objetivos son sobrenaturales.
El objetivo real es que muchas personas se encuentren con Cristo, mediantes los medios que Él mismo dejó: la Iglesia, que custodia y transmite su Palabra y sus Sacramentos. Y en este sentido, el Papa Francisco se planteó la meta de llevar a Jesucristo a todas las personas, empezando por las marginadas, tanto desde el punto de vista social como existencial.
Aunque Francisco ha conseguido llevar el consuelo de Cristo a esas “periferias”, y ha promovido que los cristianos realicen las obras de misericordia para ayudar a los que sufren, esta finalidad nunca se conseguirá totalmente. Y precisamente ése es su éxito espiritual: poner a la Iglesia en una continua marcha hacia las “periferias”.
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