Demos la vida si fuere necesario

22 de enero de 2016

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                        Hay personas que serán recordadas por  su entrega y servicio a la humanidad, por su altruismo en la defensa de la paz, del medio ambiente, del ser humano, del bien común.

Como San Francisco, quien nos legó su amor a Dios en la creación, formando conciencia del valor y dignidad de cada creatura. La Beata Madre Teresa quien nos enseñó a mirar al Cristo presente en los olvidados de Calcuta y del mundo, haciendo vida el Evangelio, expresando en gestos concretos  la infinita misericordia de Dios a los más pobres entre los pobres, a los abandonados de una cultura del descarte.  Cómo no mencionar también a Martin Luther King y Mahatma Gandhi quienes sembraron el pacifismo al defender la vida; o Pio XII quien arriesgó las vidas de quienes habitaban en monasterios, conventos, seminarios y parroquias, escondiendo allí a judíos perseguidos por el nazismo (aunque algunos quieran desconocerlo). Sin ir más lejos  aquí en mi país, Chile, Monseñor Sergio Valech es un signo de que el amor todopoderoso de Dios triunfa; en consecuencia, defendió a los perseguidos por el macabro régimen de Pinochet con las armas de la paz, la verdad y la razón desde la Vicaría de la Solidaridad, logrando salvar miles de vidas… las de algunos que hoy ocupan incluso puestos de poder. En la misma época Monseñor Oscar Arnulfo Romero era asesinado por la dictadura de su país durante la celebración eucarística. Romero, que dio la vida por denunciar los abusos a la vida de los marginados. Romero, en quien la Iglesia reconoce al mártir que no claudicó en la defensa de la vida y de la fe…

Son miles las mujeres y hombres, hijos de Dios, de buena voluntad, en la historia de la humanidad. Pero también están aquellos que desde su libre albedrío han forjado en sus almas el mal. Crueldad, ambición, corrupción, que dejan vergüenza, amargura y daño.

Stalin con miles de muertos a sus espaldas, incluyendo los propios amigos y correligionarios -que en algún momento se dieron cuenta que el dictador era un monstruo-, quienes acabaron muriendo de hambre y frío, torturados, masacrados, en campos de trabajo forzado. Hitler a quien se responsabiliza de persecuciones y un brutal holocausto contra seres humanos que  él consideraba inferiores. Lo mismo padeció más de un millón de cristianos armenios, sometidos en la Turquía Otomana al genocida exterminio de fanáticos musulmanes, islamistas, como lo denunciara hace algunos meses Papa Francisco. Tampoco podemos olvidar a los miles masacrados por las bombas atómicas que ordenó lanzar Harry S. Truman, presidente de Estados Unidos, sobre personas, hijos de Dios, de Hiroshima y Nagasaki.

El mal despliega actos aberrantes justificándose a menudo en ideologías totalitarias que primero seducen y luego aplastan a millones de seres humanos. Así fue como se impuso la esclavitud a personas de raza negra, cuestionando que fuesen siquiera seres humanos. En décadas posteriores millones padecieron en Chile la Dictadura de Pinochet y sus seguidores, que dejó miles de muertos… pretendiendo escudarse en una ideología que es sólo servil al dinero y al poder, que generó desigualdades, pobreza, tortura, desaparecidos y muertos. 
 

Tras siglos, hoy una nueva ideología totalitaria se está imponiendo en nuestro horizonte inmediato. Seductores, sus líderes aparentan buscar la igualdad, la justicia, la libertad, pero niegan el derecho a la vida de los más débiles, quienes están por nacer. En ello muestran la verdad del mal que los ciega y se hacen herederos del mismo espíritu que hizo bárbaros a Truman, Hitler, Stalin, Pinochet y otros como ellos. Incongruencia de políticos que dicen defender los derechos humanos y se coluden para aprobar una ley de muerte, desviando de paso la atención de los verdaderos problemas que afectan a la población: desigualdad, pobreza,  educación, salud, vivienda, trabajo.  Hacen vista gorda por ejemplo, ante el poder de quienes trafican droga; se transa así con los traficantes, manteniendo a la población sumida en la ignorancia, la pobreza material y moral; sometiendo a miles de jóvenes, hombres y mujeres; esclavos del poder  de la droga.
 
            Hay hombres y mujeres de mi país y del mundo, que serán recordados como figuras oscuras, nuevos Herodes, discípulos de muerte al servicio de ideologías  de muerte y tortura de los niños que están por nacer. Niegan que sea un ser humano mientras está en el vientre de sus madres, pero no trepidan en descuartizar sus cuerpos para negociarlos como mercadería que satisface la demanda de órganos y  material genético, calificado de ‘humano’.

                        Ante toda esta realidad apocalíptica, por la crueldad  de muchos, el mensaje  del evangelio  de nuestro Señor  Jesucristo resuena con más fuerza ante quienes han perdido  el sentido de su existencia, llamándolos a la conversión...

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14: 6); “Ámense los unos a los otros como yo les he amado” (Jn 13: 34); “Amen a su enemigos y oren por sus perseguidores” (Mt 5: 44). “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos” (Jn 13: 13)…. “Padre perdónalos, porque no  saben lo que hacen” (Lc 23:34). “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor (Jn 15: 10).  “Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos” (Mt. 18:2). “Dios es amor y donde hay amor  ahí esta Dios” (1 Jn. 4:7). 

No puede ser más claro: en la ideología que justifica el aborto no hay amor.

 

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