Imagen gentileza de Jacob Bentzinger - Unsplash

Rendirse al Amor

28 de septiembre de 2023

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Tal vez todas las invitaciones que nos hace Jesús pueden resumirse en una palabra: rendición. Necesitamos rendirnos al amor.

 

Pero ¿por qué es difícil? ¿No debería ser lo más natural del mundo? ¿No es nuestro deseo más profundo encontrar el amor y entregarnos a él?

 

Es cierto que nuestro anhelo más profundo es entregarnos al amor, pero tenemos algunas profundas e innatas resistencias a entregarnos. He aquí un par de ejemplos:

 

En la Última Cena del Evangelio de Juan, cuando Jesús intenta lavarle los pies a Pedro, se encuentra con una dura resistencia por parte de Pedro: "¡Nunca! ¡Nunca dejaré que me laves los pies! Lo irónico es que, quizá más que ninguna otra cosa, Pedro anhelaba precisamente ese tipo de intimidad con Jesús. Sin embargo, cuando se le ofrece, se resiste.

 

Otro ejemplo podría verse en las tribulaciones de Henri Nouwen. Nouwen, uno de los escritores de espiritualidad más dotados de nuestra generación, gozaba de una inmensa popularidad. Publicó más de 50 libros, era un profesor muy solicitado (titular tanto en Harvard como en Yale), recibía invitaciones a diario para dar charlas y conferencias por todo el mundo, y tenía muchos amigos íntimos.

 

Y a pesar de toda esa popularidad y adulación, rodeado de muchos amigos que le querían, era incapaz de dejar que ese amor le diera una sensación real de ser amado o de ser querible.

 

Al contrario, durante la mayor parte de su vida sufrió una profunda ansiedad que le hizo creer que no era digno de ser amado. En ocasiones, esto le llevó incluso a la depresión clínica. Y así, durante la mayor parte de su vida adulta, rodeado de tanto amor, le perseguía la sensación de que no era amado, ni digno de ser amado. Además, era una persona profundamente sensible que, más que ninguna otra cosa, deseaba entregarse al amor. ¿Qué se lo impedía?

 

En sus propias palabras, estaba paralizado por una herida profunda que no podía nombrar y de la que no podía librarse. Así fue durante la mayor parte de su vida adulta. Con el tiempo, pudo liberarse de su profunda herida y entregarse al amor. Pero para ello tuvo que vivir una experiencia traumática. Una mañana, estando demasiado cerca de la autopista en una parada de autobús, fue golpeado por el retrovisor de una furgoneta que pasaba y salió despedido. Trasladado a un hospital, durante varias horas estuvo entre la vida y la muerte. En ese estado, tuvo una profunda experiencia del amor de Dios por él. Volvió a la conciencia y a la vida normal como un hombre profundamente cambiado. Ahora, tras experimentar el amor de Dios por él, por fin podía entregarse también al amor humano de un modo que había sido incapaz de ofrecer antes de su experiencia de "muerte". Todos sus libros posteriores están marcados por esta conversión en el amor.

 

¿Por qué luchamos contra el amor? ¿Por qué no nos rendimos más fácilmente? Las razones son únicas para cada uno de nosotros. A veces nos enfrentamos a una herida profunda que nos hace sentir poco queridos. Pero a veces nuestra resistencia tiene menos que ver con una herida que con el modo en que luchamos inconscientemente contra el mismo amor que buscamos con tanto dolor. A veces, como Jacob en la Biblia, luchamos inconscientemente con Dios (que es Amor) y, en consecuencia, luchamos inconscientemente contra el amor.

 

En la historia bíblica en la que Jacob lucha toda la noche con un hombre, vemos que en esta lucha no tiene ni idea de que está luchando con Dios y con el amor. En su mente, está luchando con un enemigo al que tiene que vencer. Finalmente, cuando la oscuridad de la noche da paso a más luz, ve con qué está luchando, y es una sorpresa y un shock para él. Se da cuenta de que está luchando contra el amor mismo. Al darse cuenta de ello, deja de luchar y se aferra a la misma fuerza contra la que había estado luchando antes, con la súplica: "No te soltaré hasta que me bendigas".

 

Esta es la última lección que debemos aprender en el amor: Luchamos por el amor con todo el talento, la astucia y la fuerza que llevamos dentro. Eventualmente, si somos afortunados, tenemos un despertar. Alguna luz, a menudo una derrota paralizante, nos muestra el verdadero rostro de aquello con lo que hemos estado luchando y nos damos cuenta de que no es algo que haya que conquistar, sino que es el amor mismo al que hemos estado anhelando rendirnos.

 

Para muchos de nosotros, éste será el gran despertar de nuestras vidas, un despertar al hecho de que en todas nuestras ambiciones y planes para mostrar al mundo lo valiosos y adorables que somos, estamos luchando de forma inconsciente contra el mismo amor al que, en última instancia, queremos rendirnos. Y, normalmente, como le ocurrió a Jacob en la historia bíblica, será necesaria la derrota de nuestra propia fuerza y una cojera permanente para que nos demos cuenta de que aquello contra lo que luchamos es realmente aquello a lo que más queremos rendirnos.

 

Y esto es rendición, no resignación, algo a lo que nos entregamos en lugar de algo que nos derrota.

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