Mi papá iba a USA constantemente a trabajar. Yo a la edad de 12 años ya quería ir a trabajar a ese país pero por mi edad no me dejaban. Por muchas limitantes en mi hogar y sobre todo económico yo deje de estudiar apenas terminé mi primaria.
Por los gastos que implicaba el estudiar la secundaria no pude ingresar a esa otra etapa de estudio. Mi ideal se enfoco en el trabajo para poder ayudar a mi familia. Pronto comencé a trabajar en lo que tenía más cerca que era el trabajo de herrería y el trabajo en el campo.
Cuando cumplí 15 años mi papá decidió irse a USA nuevamente para trabajar y poder salir de esa situación de pobreza que teníamos. A los 2 meses de que se fue regreso por nosotros para llevarnos (mi mamá, mi hermanito de 2 años, y yo). Fue en septiembre de 1991.
Llegamos a Los Ángeles California, la vida holgada y sus modas me impresionaron. Pronto comencé a trabajar y a ganar dinero. A los 8 meses de estancia en aquel lugar mis papas decidieron regresar a México pues mi mamá no se sentía a gusto por saber que acá en México tenía otros 4 hijos. Yo decidí quedarme para trabajar y ayudarlos desde aquel país.
Mi hogar era la fábrica pues solo en las noches llegaba a mi departamento a dormir. Los domingos eran los únicos días que me la pasaba en mi casa y eso solo por la mañana. Durante el día me gustaba salir a pasear por los parques o andar por el centro de la Ciudad comprando cosas.
No voy a escribir mi testimonio completo ya que la última vez que lo escribir me lleve 10 páginas. Pero si les menciono que mi vida era de mucho trabajo y de poca vida espiritual.
La vida de las demás personas me dejo intrigado. No sabía si era realidad o era una escena de película la que vivía en aquellos tiempos. La venta de droga era tan común y la prostitución de lo más evidente que se me hacia un mundo irreal.
Mi vida con Dios era de una distancia considerable. Ni a Misa me gustaba ir. Los partidos de béisbol o el ver películas eran mi distracción de cada domingo. Mi actitud de indiferencia era palpable ante aquella situación de desorden moral y espiritual. Pasaron 5 años y mi vida tuvo un vuelco enorme.
La necesidad de lo espiritual me empezó a reclamar. Un día trabajando en la fábrica de unos chinos me puse mis audífonos como todos los días y comencé a sintonizar las estaciones de radio. La mayor parte de programas eran de cristianos protestantes, así que no me interesaba en lo más mínimo escuchar algo de otras creencias. Y fue ahí cuando en una de tantas estaciones escuche que decían algo de la Virgen de Guadalupe. Me detuve a escuchar para saber que decían y después cambiarle. El que hablaba en el programa era un hombre y platicaba su experiencia en la cárcel de las Islas Marías. Platicó que se encomendaba a la Virgen y trabajaba con los presos, después se nombro así mismo como un sacerdote. Terminé de escuchar el testimonio y el programa en el que se presentó se llamaba Hombre Nuevo. Me gustó escuchar a ese sacerdote que daba a conocer lo que hacía por los presos.
Al siguiente día sintonice la misma estación de radio para buscar a ese padrecito. Lo encontré y siguió con su testimonio. Fue una semana la que duró y todos los días me disponía a escuchar algo diferente de lo que siempre escuchaba. Después me comían las ansias porque llegara la hora para escuchar ese programa.
Mi búsqueda por algo espiritual había terminado. Ese mismo programa me motivó a participar de la misa cada domingo. Después pasaron muchas cosas que cambiaron mi vida y por tal motivo decidí hacerme misionero. Ya lo dice Jesús en los evangelios: Busquen y encontrarán. (Mt. 7,7) Yo busqué y fue el nombre de la Virgen María el primero que escuché y me cautivó. ¿Qué madre hay que no se preocupe por sus hijos cuando la andan buscando? Siempre está ahí esperando abrir la puerta cuando la tocamos aunque sea con golpes muy queditos.