La encíclica “Laudato si’ ” (LS) primero fue recibida con entusiasmo, pero después ha sido muy criticada por sus valoraciones sobre la ciencia y la economía. ¿Puede una encíclica tratar sobre temas que no le competen a la teología?
La LS considera que la sincera exposición de los desafíos ecológicos que derivan de las convicciones religiosas es “un bien para la humanidad” (n. 64). De modo que busca defender al hombre y a la creación, y no pretende ser un tratado técnico sobre ecología.
En cambio, para hablar de los temas económicos, políticos, ecológicos, etc., el Magisterio social de la Iglesia, donde se injerta explícitamente esta encíclica (n. 15), puede recurrir a los conocimientos que aportan las diversas ciencias.
Así lo afirmó Juan Pablo II, en la encíclica “Centesimus Annus”, n. 59: “Para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus aportaciones.”
Sin embargo, algunos quisieran que todo lo escrito en una encíclica sea materia de fe. Por ejemplo, un portal mexicano considera que el hecho de que LS diga que utiliza “los mejores frutos de la investigación actualmente disponible” (n. 15), implica que por utilizar datos opinables “este texto fuera de toda consideración válida como documento magisterial” (Adelante la fe, 19 junio 2015).
Queda claro que estas personas desean encuadrar el Magisterio pontificio sobre un tema muy amplio y mundial a unos moldes que sirven para temas doctrinales particulares de los católicos.
Resulta más sensata la posición de Rafael Navarro-Valls, quien sostiene que “en un tema con tantas implicaciones científicas y sociológicas la prudencia de Francisco le lleva a afirmar que no es su intención ‘proponer una palabra definitiva’.” Y explica que “en bastantes cuestiones concretas (Francisco) quiere limitarse a ‘promover un debate honesto’ (n. 16), respetando ‘la diversidad de puntos de vista’ (n. 61).” (zenit.org, 22 junio 2015)
¿Cómo leer entonces la LS? Hay que leerla tomando en cuenta los diversos niveles de autoridad de sus afirmaciones. Lo primero es recibir el mensaje central, que parte de dos hechos: a) el “rápido deterioro” de esa “casa común” que es la Tierra (cfr. n. 13, 162), y b) “la debilidad de las reacciones en el escenario de la política internacional” (n. 53-59).
Luego están las afirmaciones doctrinales perennes, como el rechazo “reducción de la natalidad” como medio para salvar la crisis ecológica (n. 50); y la prioridad de la defensa de los más pobres (n. 158, etc.).
Y, por último, hay afirmaciones sobre problemas concretos (como el calentamiento global y la escasez de agua: nn. 23-31), en los que más que buscar que la encíclica explique científicamente sus causas, hay que atender a la denuncia del problema y la exigencia de una solución.
Y lo mismo habría que decir sobre las propuestas que buscan aportar soluciones muy concretas (uso de bicicletas, aire acondicionado, etc.: nn. 153 y 55). En esto cada uno verá si se aplican a su caso concreto.
Lo importante es hacer una correcta lectura de la LS, que nos permita entender la problemática ecológica mundial, nos ayude a reflexionar en sus causas y a buscar soluciones viables. Perderse en los análisis causales, o en la viabilidad de las propuestas, o quedarse en el debate de “¿hasta dónde obedecer?”, sólo nos llevaría a perder una oportunidad de hacer algo valioso para rescatar nuestra casa común.
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