El Martirio es un acto supremo de fe y amor y así nos lo testimonian estos ilustres santos y valientes hombres latinoamericanos en una época difícil y dolorosa para nuestro continente, que hoy les invito a recordar:
“En nombre de Dios, en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuoso, les suplico, les ruego, les ordeno, que cese la represión…”
Así se expresaba Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, quien al poco tiempo fue asesinado mientras celebraba la Eucaristía el 24 de marzo de 1980. ¿La razón de su martirio? Por fidelidad a Cristo y desde la fe, defender la vida ante una larga y dolorosa catástrofe humana repleta de muertes, violaciones, mutilaciones y desaparición de personas -¡más de 75.000 muertos!- en la dictadura que padeció ese país centroamericano.
“Por favor, no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón”. Son las palabras pronunciadas por Padre Juan Alsina, sacerdote obrero que trabajaba en el hospital El Salvador de Santiago de Chile y que fue fusilado por un militar el 19 de septiembre de 1973, en el Puente Bulnes que cruza el río Mapocho de la capital de este país, durante la dictadura que padeció esta nación sudamericana.
Monseñor Juan Gerardi muere el 26 de abril de 1998, en Guatemala, asesinado en oscuras circunstancias, después de haber encabezado el informe REMHI en el que se denunciaba la violación a los derechos humanos en su país con 150.000 personas muertas, 54.000 violaciones a los derechos humanos, 150.000 desaparecidos, un millón de exiliados, 200.000 huérfanos, 40.000 viudas…
Monseñor Isaías Duarte, arzobispo de Cali es asesinado el 24 de mayo de 1993, en el estacionamiento de su casa después de denunciar el tráfico de drogas en su país y Monseñor Posadas Ocampo Arzobispo de Guadalajara quien fue muerto en el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara, México, en la misma ciudad donde hubo decenas de mártires en la revolución mexicana; ahí él se transformó en uno más. Y en Argentina entre los años 1974 y 1983 murieron martirizados 19 sacerdotes, también en época de dictadura militar en ese país.
Pedro Casaldaliga: en un hermoso poema dedicado a los mártires latinoamericanos dice:
“Os escribo a todos vosotros y vosotras
que habéis dado la vida por la Vida,
a lo largo y ancho de nuestra América,
en las calles y en las montañas,
en los talleres y en los campos,
en las escuelas y en las iglesias,
bajo la noche o a la luz del sol.
Por vosotros y vosotras, sobre todo.
Nuestra América es el continente
de la muerte con esperanza”.
El martirio a lo largo de la historia de la Iglesia ha estado presente produciendo enormes frutos de de conversión en muchos, que al ver el valor y la fe de estos mártires cambian sus vidas.
Nuestros mártires no son kamikazes, sino protagonistas de una historia de amor a Dios y al prójimo… De repente nos parecieran lejanos en la historia, pero como vemos en el testimonio de estos hermanos latinoamericanos martirizados en estos últimos 40 años, esta es una realidad de nuestro tiempo. No en vano mueren 100.000 cristianos al año en el mundo.
Las noticias nos hablan de Siria, Egipto, donde muchos cristianos viven perseguidos, sus templos destruidos y sus bienes confiscados, todo por ser fieles de Cristo. Asia Bibí aún está encarcelada por poner en práctica una obra de misericordia: dar de beber al sediento… condenada a muerte.
Pero, ¿cómo podemos vivir hoy nosotros este martirio? Muchos consagrados, sacerdotes, religiosos y religiosas son duramente criticados, violentados, agredidos física y sicológicamente… algunos políticos por ser católicos son criticados de conservadores, por defender leyes que propician la vida en una cultura de la muerte.
Creo que ser mártir en lo cotidiano es morir un poco cada día a nuestras comodidades y egoísmos:
Una mamá que se queda sola y dedica su vida entera a sus hijos renunciando a la posibilidad de rehacer su vida, un médico que renuncia a ganar más dinero por atender pobres, un profesor que dedica horas extras a sus alumnos.
También el empresario que renuncia a mas ganancias personales para compartirlas con sus trabajadores, o aquél legislador que busca el bien de los ciudadanos por encima de su ideología o de su partido.
El abogado que busca la verdad para establecer la justicia o el periodista que no se deja manipular por intereses mezquinos de sus empleadores, defendiendo fiel la verdad en la noticia que divulga.
Asimismo el esposo que se dedica a su esposa, un hijo que renuncia a un fin de semana con sus amigos para estar con sus padres que están solos y enfermos, un católico que renuncia a su descanso para atender las necesidades de los más pobres y enfermos…
Todos ellos son también mártires de nuestro tiempo que hace fecunda la vida de la Iglesia. ¡Bendito martirio! «…muero porque no muero, vivo sin vivir en mi… y tan alta vida espero que muero porque no muero, ¡ay que larga es esta vida, que duro estos destierros! Esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida!... solo esperar la salida me causa dolor tan fiero que muero porque no muero» (Santa Teresa de Ávila)
Bendiciones a todos y que por ese bendito martirio diario, Dios esculpa en nosotros el rostro de su Hijo Amado y así seamos reconocidos por el Padre eterno.