Francisco pide que, en el próximo concierto de beneficencia en el Vaticano, los indigentes de Roma estén en primera fila, en los lugares habitualmente reservados a las autoridades. Es un gesto inusual que refleja la prioridad del Papa por los pobres. ¿Es esto un relanzamiento de la Teología de la liberación?
La llamada “revolución” del Papa latinoamericano es muy particular, porque el Santo Padre no hace sino dar continuidad al mensaje social cristiano, que ha estado presente en la Iglesia desde León XIII y que ha sido reafirmado por el Concilio Vaticano II.
Sin embargo, los gestos del Papa hacia personas concretas han sido “novedosos”, hasta el punto que algunos medios católicos sostuvieron que Francisco “tiene estrechos lazos con la teología de la liberación” (The Tablet, 2 mayo 2014) o que bajo su pontificado “la teología de la liberación llega a su mayoría de edad” (Catholic News Service, 23 septiembre 2013).
Ciertamente, en América Latina había que hacer algo por los pobres. Y la vía que algunos propusieron fue la Teología de la Liberación, que utilizando el sistema de Karl Marx, ponía en planos antagónicos a los ricos y a los pobres: que se acabara con los pudientes, para que su capital se distribuyera entre los pobres.
Esta propuesta deslumbró, pero no es cristiana, pues la violencia no es la doctrina de Jesucristo. De manera que la tarea de ayudar con amplitud a los pobres seguía pendiente, y el Papa, desde su época de cardenal de Buenos Aires, hizo su “revolución” pacífica: la de estar junto a los indigentes y ayudarlos de manera práctica y eficaz.
Francisco no sigue el liberacionismo, sino directamente el Evangelio. Insiste en que fundamento de esta ayuda a los necesitados es Cristo, que se hace presente en los desvalidos. Jesús mismo dijo que cada vez que alguno presta ayuda a los necesitados, “a mí me lo hace” (Mateo 25,40).
El Pontífice lo explica de una manera muy gráfica, con la frase “tocar la carne de Cristo” en el pobre. Recientemente, afirmó: “¡Cuánto quisiera que se tocara la carne de Cristo presente en los necesitados de esta ciudad!” (Aleteia, 29 abril 2015)
Ahora, desde la Sede de Pedro, el Papa argentino continúa atendiendo a los pobres que le están más cercanos: los indigentes de Roma, que deambulan en los alrededores de la Ciudad del Vaticano.
Además de darles dinero (14 abril 2105), el Santo Padre ha compartido el desayuno del día su propio cumpleaños con cuatro indigentes (17 diciembre 2013). A los llamados “sin techo”, les mandó construir regaderas junto a la Plaza de San Pedro (6 febrero 2015) y les facilitó que ahí también puedan cortarse el cabello (16 febrero 2015).
Todo eso nos lleva a dos reflexiones: 1) Francisco nos propone un modo nuevo –no político ni liberacionista, sino bíblico– de entender la pobreza. Consiste en llevar de modo práctico y sin retórica la “ternura de Cristo” a los hermanos que tienen necesidades materiales.
2) El Papa hace cosas prácticas por los pobres y comparte su vida en el Vaticano con ellos. De esta manera, la máxima Autoridad de la Iglesia pone el ejemplo de “tocar a los pobres”, de estar con ellos. Esto nos lleva a todos a examinarnos, si esta fraternidad directa con los necesitados es parte de nuestra vida cristiana, como lo son nuestras devociones diarias.
El Santo Padre ha superado así la brecha entre pobres y ricos, con una revolución pacífica, que es la de Cristo en el Evangelio. Ahora nos corresponde a los demás, transitar por este puente de la ternura y la caridad, para encontrarnos con la carne Cristo presente en los pobres del cuerpo y del alma.
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