Al igual que en otros países del mundo, también en Colombia la brujería es una realidad presente desde hace siglos en la cultura popular urbana, campesina y zonas selváticas. También aquí durante el siglo XX estas creencias vinculadas a lo mítico, lo mágico, al gnosticismo, a los cultos afroamericanos, facilitaron la expansión de la New Age en algunos sectores de la sociedad, con sus diversas prácticas y técnicas vinculadas a lo esotérico y el ocultismo.
Desde su infancia la abogada colombiana Ingrid Gómez Bernal fue gradualmente expuesta a esas creencias y prácticas. En la entrevista concedida a Portaluz, esta mujer -ya liberada, dice, del daño espiritual vivido-, recuerda que su niñez “no fue muy católica”. Apenas si acudían a la Iglesia como un compromiso social o llevadas por la tradición colectiva, en algunas celebraciones litúrgicas durante el año. A pesar de esto agradece a su madre que siendo soltera decidió tenerla, “arriesgando todo por mí”, destaca.
Creció, dice Ingrid, escuchando programas radiales que su madre sintonizaba, donde se hablaba de mantras, lectura de cartas, visitas de swamis venidos de India, rituales y otras variedades de la New Age. “Fuimos conociendo el mundo de la Nueva Era, todo lo relacionado con el misticismo, ese misticismo alejado de Dios, de la religión, y por ende de la verdad”, explica.
Con 13 años de edad ya ejercía la brujería
Cuando cumplió nueve años de edad, tras fallecer el abuelo y viéndose al cuidado de una tía porque su madre debía salir a trabajar, Ingrid comenzó a escaparse de casa. Desde entonces, impulsada por la natural rebeldía adolescente y aquel incipiente conocimiento sobre asuntos esotéricos, comenzó su propio camino iniciático: investigando, leyendo, vinculándose con personas, grupos y lugares relacionados con la New Age, lo esotérico y el ocultismo. Como consecuencia “hacia mis 13 años, casi con 14, empiezo a practicar directamente espiritismo, brujería”, confidencia Ingrid.
Siendo aprendiz de bruja padecería pronto el costo de sus actos, luego de una sesión colectiva en la cual conjuró la ayuda de espíritus para contactar con una amiga que residía en otra ciudad. Hasta hoy Ingrid cree que ese fue su primer ritual exitoso pues podía percibir que “el espíritu quedó vagando por ahí después de esa invocación y empieza a perseguirme” señala. Sin embargo y aunque “yo parecía un ente, un zombi, que no le prestaba atención a nada ni a nadie en ese momento”, el desagrado espiritual padecido no la detuvo.
Un nefasto profesor de filosofía
Consciente o no del daño que se infligía comenzó después a ejercitar sus habilidades en la lectura de runas y el tarot. Pero, como el adicto, Ingrid quería más. Fue el profesor de filosofía en la escuela secundaria, dice, quien cedió a sus demandas y le prestó un libro de magia negra. Aunque afirma no haberlo ejecutado, reconoce que le impactó el ritual para “hacer un pacto con el Demonio”. Y “desafortunadamente”, agrega, se le “grabó” en la mente “un hechizo de cómo apoderarse del alma de una persona”.
El paso siguiente que dio Ingrid fue en la universidad, al “conocer personas con la misma afinidad por la brujería que yo”, puntualiza, y con quienes acuerdan darse mutuo apoyo, vale decir formar un auténtico “aquelarre” de brujas.
Con el demonio no se juega
No solo intercambian conocimientos, información, sino que ejecutaban hechizos y rituales diversos. “Para este momento ya nosotras teníamos un conocimiento mucho más amplio de lo que era la brujería, el espiritismo y la Nueva Era”, sentencia esta abogada colombiana.
Absorta en esa dinámica, su rendimiento académico comenzó a decaer y pensando que ellas podían resolverlo, “hicimos una invocación donde pedimos que se nos dé las respuestas de un (examen) parcial”. La experiencia sería un desastre en la vida de Ingrid.
Confiadas en la ayuda de los espíritus, sobre la mesa del ritual mantenían un cuaderno donde anotar las respuestas que les darían para rendir un buen examen. De pronto y sin que nadie lo tocara, cuenta: “el cuaderno empieza sólo a pasar una tras otra las hojas… Cuando volteamos a mirar había una silla apoyada en una sola de las patas girando sobre su propio eje… Nos asustamos terriblemente… Salimos sin cerrar la sesión, quedó abierto el canal, y a raíz de eso un espíritu quedó liberado… se ha pegado de mí y me persiguió durante muchos años… Luego, como yo seguí practicando la brujería y todas estas cosas, pues ya incluso en un momento llegó hasta mi casa. Fueron años en los que me perseguía, me molestaba, me corría las cosas”.
Dios toca a su puerta
Tras un tiempo de buscar empleo, la única oportunidad se la ofrecía una fundación católica. Ingrid, sin desconocer el ocultismo que le ataba, decidió que aparentaría ser una fiel creyente con tal de obtener la plaza. Logró ingresar y no tardó en darse cuenta que allí celebraban cada lunes la Eucaristía al iniciar la semana laboral. "Eran de rosario, un ambiente muy espiritual”, agrega. Y temía le pidieran ser parte de todo eso…
Precisamente un día le invitaron a participar en una jornada de oración y agregaron que era necesario participar con la familia. “Mi madre realmente no quería ir, sin embargo accedió por apoyarme”. Fue testigo, dice, cómo la experiencia tocó de tal forma el alma de su madre que inició en ella un proceso de conversión a la fe católica. Apoyada por la fundación, luego buscando por sí misma y siempre sincerándole lo que vivía.
Ingrid continuaba resistiendo pero no se negó y acompañó a su madre cuando esta le pidió ir juntas a una jornada -que habían mencionado en un canal de televisión católico- donde hablarían de la acción ordinaria y extraordinaria del demonio en nuestro tiempo. Finalmente, no podía desconocer que el tema a tratar le resultaba seductor.
Llega la hora de la liberación
Aquella jornada informativa y formativa abrió la conciencia de Ingrid a la realidad de mal en la que por años llevaba viviendo; y juntas con su madre acogieron la recomendación dada en el encuentro, de buscar un sacerdote para pedirle orase por su liberación.
Que el demonio dobló su cuerpo en un ángulo biológicamente imposible o que -siendo de baja estatura y contextura delgada- pudo empujar lejos a un hombre que pesaba más de 80 kilos, es solo el registro anecdótico de lo sucedido a Ingrid Gómez Bernal en su primer encuentro con el conocido exorcista padre Wilson Salazar (ambos en imagen adjunta de la época).
Fue un proceso de dos años que requirió muchas oraciones de liberación y voluntad firme de ella para aferrarse con fe a Dios, abandonando todos los vínculos y prácticas que mantuvo por años. Recibió catequesis a la par de cuidar su vínculo de amor con Dios mediante la oración, vida sacramental, algunas prácticas ascéticas como el ayuno, las obras de caridad y lectura de cotidiana de la Biblia.
Al cierre de su diálogo con Portaluz Ingrid arenga en particular a los jóvenes: “Conozcan más a Dios, búsquenlo en lo que él fundó y en las armas que él nos dio: la Iglesia Católica, la Biblia, la Eucaristía, la Confesión, la vida de los Santos. Ahí es donde realmente lo vamos a encontrar. Hagan confesiones de vida constantemente. Confiésense, nuestra alma es como un vaso de cristal; el pecado, las maldiciones intergeneracionales y las contaminaciones que podamos imaginar, son bebidas oscuras con las que llenamos ese vaso. La confesión es el agua y si nosotros no limpiamos nuestra alma ¿qué vamos a poder dar?” concluye Ingrid.