La salvaje vida de Sayeh como stripper que se prostituía y el abrazo de Cristo que la liberó

A los 17 años acabó en una relación con una pareja maltratadora quien la presionó para que se convirtiera en stripper que se prostituía. Y fue una bajada a los infiernos.

por Portaluz

18 Julio de 2025

Muchos de los hombres que acuden a los clubes de bailarinas desnudistas -strippers-, son casados o tienen pareja. Sayeh Golchin, iraní, de 33 años, conoce la profundidad del vacío que habita en las almas de todos quienes son parte de esos lugares. "Por cierto no estoy orgullosa de haber participado en esto y aún me cuesta sobrellevarlo, pero trato de perdonarme a mí misma".

Sayeh fue una niña rebelde abandonada a su suerte, que creció sin padre y con una madre que la descuidaba emocionalmente. A los 17 años acabó en una relación con una pareja maltratadora quien la presionó para que se convirtiera en stripper que se prostituía. Y fue una bajada a los infiernos. "Para hacer este trabajo, tú tienes que tomar drogas o disociarte de tu cuerpo, porque cuando eres consciente de lo que estás haciendo, es demasiado difícil", explica.

Como cada vez le resultaba más cuesta arriba a esta madre soltera sobrellevar la oscuridad de vender su cuerpo, buscó paz en la práctica de la meditación y el yoga. Luego, aunque dejó la profesión al cabo de 10 años, siguió hundiéndose tras abrazar -en una fallida búsqueda de sentido- la Nueva Era. Con el tiempo Sayeh comprendió que el tarot, la astrología y otras innumerables prácticas «pseudocurativas» sólo le proporcionaban un alivio temporal y acababan arrastrándola a lugares más oscuros.

Lo que empezó como una búsqueda de identidad se convirtió en una batalla por su alma.

Sola, en México, en otro intento de escapar de la realidad de su vida, tocó fondo y pidió ayuda a Dios, aunque ni siquiera sabía con quién estaba hablando. 

A la mañana siguiente, que era Domingo de Pascua, "el día de la Resurrección de Cristo", acudió a una Iglesia donde experimentó un milagro cuando el velo del engaño se levantó y el Espíritu Santo le reveló la verdad que había estado buscando: que Jesucristo es Dios. "Lo que más me gustó, lo que me llamó la atención fue que no me sentía diferente de otras personas presentes en la iglesia. Sentí que me aceptaban a pesar de lo que había sido antes, que yo también podía ser una hija de Dios".

Con el don de Su gracia, Sayeh sabe por fin lo que significa caminar en el amor de Dios y sanar de verdad con Él. Con alegría en su rostro concluye diciendo: "Solo quiero gritar a los cuatro vientos: ¡Todas tus preguntas pueden ser respondidas por el Señor, que fue a la cruz por ti!"

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