La ideología de género sigue expandiéndose, silenciosa, sin que apenas reciba contestación. Es una de sus características. Pero hay que combatirla. Así lo consideran los obispos y otros estamentos de la Iglesia. De hecho, en la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), esta cuestión acaparó una parte muy significativa de los trabajos y, en concreto, el proyecto legislativo presentado por el grupo político Podemos... que -como la coalición Frente Amplio en Chile- bebe directamente de esta ideología. Ya se refirió a ella el cardenal arzobispo de Valladolid y presidente de la CEE, Ricardo Blázquez, en su discurso inaugural, cuando dijo que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer», «vacía el fundamento antropológico de la familia» y promueve «una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer».
En la rueda de prensa final de la Plenaria, el secretario general y portavoz de la CEE, José María Gil Tamayo, volvió sobre el tema y se centró en el proyecto legislativo que se encuentra en tramitación en el Congreso de los Diputados. «Esta imposición de la ley de la ideología de género pretende excluir e impedir otras visiones acerca del ser humano. De este modo, según los obispos, se coartan libertades fundamentales como la libertad religiosa e ideológica, las de expresión, de prensa, de cátedra, etc. Llega a instaurar una verdadera censura; se trata, en definitiva, de una propuesta fundamentalista».
Tras aclarar en varias ocasiones que las minorías merecen todo el respeto sobre la base de la dignidad inalienable de cada persona, apuntó que la proposición de ley «asfixia la libertad y pone en peligro todos los bienes de la democracia». Dijo que tiene «visos inquisitoriales», pues se plantea hasta la destrucción de libros. En este sentido, el portavoz episcopal manifestó su apoyo a la reacción de la Alianza Evangélica Española ante esta cuestión y, de hecho, citó alguna de sus frases en la fijación de la postura de la Conferencia Episcopal. Gil Tamayo no descartó que ambas confesiones puedan ir de la mano en este desafío: «Es un camino por explorar».
La preocupación de la Iglesia católica por esta cuestión viene de lejos, pero en los últimos tiempos, coincidiendo con nuevos proyectos legislativos, se ha intensificado el análisis y sobre todo la difusión entre los católicos.José Mazuelos (imagen adjunta) es obispo de Jerez, miembro de la subcomisión episcopal de Familia y Vida. Es también licenciado en Medicina y ejerció como médico. Analizó la ideología de género en su diócesis y fue uno de los ponentes en la citada reunión de vicarios de pastoral. A raíz de sus intervenciones ha elaborado un pequeño documento en el que se explica de manera clara qué es y qué implicaciones tiene esta ideología. En él, se detalla que esta ideología pretende «la hegemonía cultural, social y política por medio de la represión legal y mediática» y que explica la realidad desde «premisas que no tienen base científica». «Se prescinde de la palabra sexo y utilizan el género. El sexo es lo dado biológicamente, mientras que el género sería la construcción social de la persona. El género se elige, consideran que una mujer que ha nacido con su sexo femenino puede decidir ser un hombre», añade. Una propuesta que «quiere imponer a todos la concepción del hombre hasta ahora desconocida y obligarnos a aceptar esa visión del mundo». «Esta ideología trata de ser el pensamiento único y el que se opone a la misma es calificado de intransigente, intolerante y homófobo».
Una de las dificultades a la hora de combatir esta ideología es que se presenta con buena apariencia, tal y como detalla Mazuelos, «como si fuera una defensa de las personas con tendencia homosexual o una defensa de la mujer». También rehúye la discusión razonada, pues para propagarse «extiende el miedo a razonar y argumentar serenamente», y, además, no respeta la libertad de conciencia.
Para Justo Aznar, director del Instituto de Ciencias de la Vida y del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia, «la ideología de género es uno de los problemas más graves que tiene la sociedad hoy». Al margen de cuestiones concretas como el ataque a la familia o a la libertad de los padres para decidir la educación de sus hijos, Aznar hace especial hincapié en la globalidad de este proyecto ideológico, que es «construir un nuevo orden social al margen de la trascendencia y que incluso va más allá, pues configura un hombre al margen de la naturaleza humana, lo que se llama transhumanismo».
Coincide en este sentido el documento del obispo de Jerez, que habla de la sociedad posthumana, en la que «la frontera entre lo natural y lo artificial se reduce, donde el sujeto es mera materialidad sometida a la biotecnología».
¿Quién está detrás?...
...Según Mazuelos, el neocapitalismo representado por las élites económicas globalizadas, entre las que se incluyen las mayores empresas del mundo; el neomarxismo, que ha dejado de preocuparse por la lucha de clases para centrarse en la lucha de género; y los grandes organismos internacionales como Naciones Unidas.
«Nos enfrentamos a grandes corporaciones e instituciones como el Club Bilderberg. Daría miedo si Dios no existiese. Por eso, tenemos que abrir los ojos y hacer todo lo que podemos para explicar a la sociedad esta situación. Tenemos que enfrentarnos a este problema, que no es otro que defender la fe hasta el fondo», añade Aznar, que también participó en el citado encuentro de vicarios y que está preparando un libro sobre esta cuestión para enviar a todos los obispos, así como un documento con todos los aspectos que se ven afectados en la propuesta de género: biomédicos, educativos, pastorales, legislativos...
Ante esta ideología, Mazuelos recalca la importancia de volver a la verdad del Evangelio, «donde brilla con fuerza la familia de Nazaret, que nos alienta a desfallecer ante el nuevo Herodes que quiere matar al niño de la verdad, del amor, de la solidaridad [...]». También presentar al mundo la belleza del matrimonio y la familia y, por tanto, «no caer en complejos ni en desánimos y tener presente el tesoro del Evangelio» y, finalmente, reivindicar la libertad, la educar a los hijos según las convicciones de los padres y para hacer patente que la misión de un estado democrático es buscar la justicia y no la imposición de una moral.