¿Quién me habla? ¿Dios o el diablo? Entrevista al sacerdote Philippe Barbier sobre el discernimiento de San Ignacio
Muchas personas que buscan con corazón sincero entregar sus vidas a la voluntad de Dios, pueden verse manipuladas por los engaños del enemigo de Dios; y en particular cuando en la oración íntima, abrazan ciertas certezas en la confianza de que son inspiradas por el Espíritu Santo.
San Ignacio de Loyola, en su obra Ejercicios Espirituales, ofrece una serie de normas para discernir y combatir los engaños del demonio. Es habitual, enseña el santo, que Satanás y sus huestes del infierno, enemigos del género humano, tienten a las almas bajo la apariencia de algún bien. Así -como enseña también Santo Tomás de Aquino-, «pretexta buenas intenciones al inicio, pero queriendo luego satisfacer su deseo e intento, que es engañar, induce e instiga, finalmente, a lo malo»
Sobre este discernimiento reflexiona en esta entrevista el padre Philippe Barbier, sacerdote francés, religioso de la Congregación Coopérateurs des Paroisses du Christ Roi (Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey), cuyo carisma está enraizado en la espiritualidad de San Ignacio de Loyola.
Master en Teología Espiritual y Filosofía de la Universidad Gregoriana Ex Superior General y actual Ecónomo General de la Congregación Coopérateurs des Paroisses du Christ Roi (Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey), el padre Philippe reside en "Casa de Nazareth", Centro de Espiritualidad Ignaciana y Curia General de la Congregación, situada en la diócesis de Valence (Francia).
El sacerdote advierte que para saber quién me susurra al oído "consejos" sobre lo que debo hacer, san Ignacio de Loyola, especialista en discernimiento, pide en primer lugar estar "en buenos términos" con el Señor. Esto significa que, si me asocio con Dios habitualmente leyendo la Biblia y especialmente los Evangelios, si me tomo el tiempo para orar, si hago el bien a mi alrededor y si trabajo para conformar mi vida a los mandamientos de Dios, estoy asumiendo gradualmente la mentalidad de Dios...
Sin embargo, ¿Por qué no basta una buena intención para avanzar en la dirección correcta?
La intención es muy importante, pero en el trajín de la vida tiene que avanzar junto con lo que yo llamaría «el bien objetivo». Es fácil ver que una buena intención no es suficiente, y que tenemos que fijarnos tanto en el valor intrínseco de lo que hacemos, con sus orígenes, como en sus consecuencias para nosotros mismos y para los demás. Hacer daño a uno mismo o a otra persona elimina el adjetivo «bueno» del binomio «buena intención». Se trata entonces de una intención «equivocada», «torcida». Esto requiere criterio, reflexión y haber aprendido a no seguir la «primera sensación» que tengo. Este es un aspecto esencial de la escuela de la vida, donde la espontaneidad es mala consejera.
¿Qué es el discernimiento?
Responderé de forma sencilla con las palabras del Papa Francisco, que escribió en 2018: «¿Cómo podemos saber si algo viene del Espíritu Santo o si se origina en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única manera es a través del discernimiento, que no sólo requiere un buen razonamiento o sentido común. También es un don que debemos pedir. Si se lo pedimos al Espíritu Santo con confianza, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo mediante la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.»
Que la Virgen María, Madre del Buen Consejo, guíe y acompañe nuestro discernimiento.
¿Cómo podemos estar seguros de que oramos correctamente?
El contenido de lo que pedimos debe ser ciertamente bueno. Por ejemplo, no voy a pedir que maten a mi jefe sólo porque me acosa cada vez más. Eso no tendría sentido. Una vez que estoy seguro de que el objeto de mi petición es bueno, es esencial pedir con convicción, confianza y también desprendimiento, porque Dios sabe mejor que yo lo que es realmente bueno para mí, aquí y ahora.
¿Cómo puedo discernir lo que sucede en mí antes, durante y después de una oración para obrar por la gloria de Dios y la salvación de mi alma?
Además de todo lo que se acaba de decir, yo añadiría que la paz interior, la alegría duradera, la esperanza gozosa, el sentimiento y la certeza de ser amado por Dios, y la voluntad de poner Su voluntad por encima de la mía (desprendimiento interior), son excelentes criterios de discernimiento.
Fuente: L'1visible.com