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Una ex adepta al ocultismo que acabó presa de las crisis de pánico afirma: "Mi liberación es un milagro del Santísimo"

16 de junio de 2023

“Los médicos eran incapaces de ayudarme, así que, desesperada, me sometí a una serie de tratamientos de hipnosis profunda. Nada funcionaba, nada ayudaba”.

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Criada en una familia que practicaba la fe católica, llegada la adolescencia comenzó "a perder el rumbo", nos cuenta una joven polaca que -por respeto a la familia- se identifica solo bajo su nombre de pila, Kasia. Fue un período de transformaciones -explica- que poco a poco se tornaron complejas, al punto de potenciar rebeldías cuyas nefastas consecuencias tardaría años en sanar.

 

Todo empezó de forma, en apariencia, "inocente". Paseando por el casco antiguo de Mielec (Polonia), su ciudad natal, se topó con unas gitanas a las cuales les permitió "mirarle" el futuro en las líneas de su mano. Bastó este encuentro para gatillar en Kasia una sed inagotable por el ocultismo… "Empecé a interesarme por los horóscopos, los signos del zodiaco, la terapia bioenergética, el autocontrol de la mente y, sin ser consciente de ello, me abrí a los espíritus malignos", reconoce.

 

Del ocultismo a las crisis de pánico

 

 

Si alguna vez leyó las advertencias de las Sagradas Escrituras sobre estas prácticas, en aquel momento lo olvidó. No tenía idea de los riesgos que corría y la ofensa que sus actos significaban al primer mandamiento del Decálogo… "Caí absorta en la literatura ocultista al estilo de ‘Harry Potter’, cuyas implicaciones son muy peligrosas. ¿Exageración? No lo creo. Esto es lo que me pasó. De la noche a la mañana dejé de entrar en la Iglesia", afirma y recuerda que "durante 30 años" el solo hecho de "estar cerca de una iglesia" le provocaba malestares anímicos y espirituales "insoportables".

 

La salud mental de Kasia comenzó a resentirse, sufría estados de ansiedad cuya causa no lograba identificar "y con el tiempo, derivó en ataques de pánico reiterados". Además -por la misma ansiedad que le causaba-, comenzó a evitar reunirse con personas, sobre todo en espacios cerrados. "Dejé de viajar en autobuses y sólo pensar en subirme a un avión me provocaba calambres por todo el cuerpo. Viajar en ascensor, ir al cine o al teatro también me resultaba tan estresante que lo dejé. Los médicos eran incapaces de ayudarme, así que, desesperada, me sometí a una serie de tratamientos de hipnosis profunda. Nada funcionaba, nada ayudaba".

 

Su oscuridad iluminada por La Pasión

 

 

En esa aislación y falta de esperanza que oscurecía sus días, sólo viendo algo de cine en casa encontraba momentos de agrado. Fue así como se topó con el filme de Mel Gibson “La Pasión” y decidió verlo. "Ver a Jesús inocente, tan maltratado, todo magullado y chorreando sangre, fue un shock inmenso para mí. Recuerdo haber llorado como nunca, casi aullando, al comprender lo que mi pecado le hacía a Jesús".

 

Este fue el primer paso -asiente Kasia- "hacia el reencuentro con Dios", porque al finalizar "La Pasión" y tras realizar un profundo examen de conciencia, acudió a confesarse. "Me preparé para una confesión general de toda mi vida. Me dirigí a Dios clamando según el Salmo 51: ¡Ten piedad de mí, oh Dios, en tu misericordia, en la inmensidad de tu misericordia borra mi iniquidad! ¡Lávame completamente de mi culpa y límpiame de mi pecado! Porque reconozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí. Sólo contra Ti he pecado y he hecho lo que es malo a tus ojos. Y el Señor me mostró su misericordia".

 

Liberada adorando al Santísimo Sacramento

 

Capilla de adoración eucarística "Tabor" en Rzeszów (Polonia)

 

El sacerdote con quien se confesó la invitó a que adorase a Jesús Sacramentado y así llegó a participar pocos días después de una hora santa con la comunidad de adoración eucarística perpetua "Jezus 24/7" de la Asociación Católica Tabor, en Rzeszów. "El 9 de octubre de 2015, durante la adoración del Santísimo Sacramento en la capilla Tabor de Rzeszów, experimenté una curación milagrosa. Me arrodillé a la distancia de un brazo delante de Jesús, justo delante del Santísimo Sacramento, y recé con todo mi corazón. «Señor Jesús, Tú sabes que te amo. Te agradezco que hayas sufrido tanto por mí. Que Tus Preciosísimas Llagas sean glorificadas». Recuerdo que hablaba tan seriamente con Jesús, meditando en su Pasión, que las lágrimas corrían por mis mejillas. Le pedí a Jesús que por sus Llagas me librara de todos esos miedos. Fue una experiencia increíble de intimidad con Jesús presente en la blanca Hostia. Después de esta oración, me senté y recuerdo que dije: «Señor, dame una palabra, para que sepa que me escuchas. Dame una palabra clara para que pueda entenderla». Entonces cogí la Escritura que estaba en la Capilla y la abrí. Ante mis ojos aparecieron estas palabras «He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a curarte» (2 Reyes 20,5). ¡Que Dios sea glorificado por los milagros que ocurren en nuestro tiempo! Mi curación es un milagro del Santísimo Sacramento. Después de casi 30 años de angustia, Jesús que está vivo y presente en medio de nosotros me sanó completamente, y de forma extraordinaria".

 

En febrero de 2016, Kasia peregrinó a Tierra Santa para agradecer a Cristo en el lugar mismo de su Pasión. Finaliza destacando que da este testimonio en gratitud a Dios… "que sana y libera por el poder del Espíritu Santo, por su presencia en el Santísimo Sacramento y por la Palabra que toca y sana en las Sagradas Escrituras. Abrámosla, pues, con frecuencia, porque Dios espera a todos y desea hablarnos".

 

 

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