Los años ’70 se expandía por las américas el influjo de la ideología marxista cuyos líderes alentaban procesos revolucionarios que les permitieran el control de territorios y países. Miles de familias, anhelando mejorar sus condiciones de vida, adherían al ideario marxista ateo, que incluso trastocaba la fe y la doctrina cristiana, acomodándola en un discurso teológico que llamaban ‘de liberación’; servil a los objetivos de la revolución y su estructura de poder. La familia de Maribel Camacho Parra tenía aquel sello marxista y ateo en su ADN. Nacida en Bogotá, actriz de profesión, Maribel relata a Portaluz lo que significó para ella ser criada y vivir por años de espaldas a Dios.
Sus padres, nos dice Maribel, se identificaron desde la más temprana adolescencia con ese ideario que valida en el mundo obtener reivindicaciones mediante la violencia armada y la lucha de clases. Desde pequeña creció viendo no crucifijos o imágenes de la Santísima Virgen María en su hogar, sino de los dioses del olimpo comunista: “Marx, Lenin y Mao Zedong”, signos de “una ideología donde Dios estaba desterrado de sus vidas”, comenta Maribel.
“A los 7 años supe que Dios existía”
De pequeña se dormía arrullada por la voz de su padre quien leía para ella cuentos que ensalzaban a héroes rusos y cubanos; en otras ocasiones su madre le tarareaba no rondas infantiles, sino cantos milicianos cargados de ideología.
Pero había una infiltrada de Dios en la familia que intentó sembrar en ella la verdad trascendente. “Sí, a los 7 años supe que Dios existía gracias a mi abuela”; sin embargo, era subversivo tan solo nombrarlo y su madre se encargaba de imponer el orden: “Dios no existe”, le decía y no había derecho a réplica. Confundida por estas distintas versiones de dos mujeres referenciales en su vida comenzó a conversar a solas, dice, con Dios. “Una de las cosas que yo hice cuando era muy pequeña fue pedirle a Dios que mi mamá y nosotros pudiéramos regresar a Él”.
Abortar “un problema”
Al paso del tiempo esa fe incipiente permaneció adormecida y como un asunto incómodo, pues Dios no era tema entre los amigos de juventud y luego en la escuela de teatro de su universidad. Los límites éticos y la moral suelen ser cuestionados al llegar esta etapa de la vida y Maribel recuerda que ella comenzó entonces “una vida de permisividad en todos los aspectos, afectiva, sexual, emocional. Desde muy joven empecé una vida sexual desordenada con mi novio y esto me lleva a experimentar cosas muy fuertes como el tema del aborto. Mi primer aborto fue a los 15 años” recuerda.
No sería el último aborto. Cuatro veces durante su juventud, entre los 15 y los 24 años, enfrentó lo que consideró era “un problema” -reconoce- y no un ser humano, su hijo, gestándose en el vientre, sino solo “unas células”. Parapetada tras estos conceptos que su formación familiar comunista validaba, no le resultó complejo decidir eliminar mediante aborto aquél “problema”.
Pero, es honesta y confidencia que en su ser íntimo no estaba en paz. Así, agrega, su vida se fue de alguna forma vaciando de sentido. “Y en esta ausencia de Dios, vienen cosas satánicas, durante unos 10 años estuve estudiando temas de chamanismo, leí mucho a Carlos Castañeda, autor de la Nueva Era. Durante 10 años me dediqué a estudiar, conocer sus prácticas, practiqué yoga… Fue algo que me atrapó, porque yo pensé que buscaba la verdad, quería encontrar la verdad; y me fui por ese camino equivocado”, relata recordando este tiempo.
“Dios dónde estás, creo que voy a morir”
“En medio de toda esta mundanidad”, puntualiza Maribel, la imagen de su abuela, regresaba de tiempo en tiempo a su mente y era un espacio de intimidad al que se aferraba. En particular en los “tiempos de crisis” debido a su consumo de cocaína. Fue en este contexto, “en medio de ese consumo, de esa locura” que naturalmente comenzó a poner su esperanza en Dios para sanar y consolidar una vida nueva. Clamaba a Dios, pidiendo ayuda.
Para mayor señal poco después de que comenzara a suplicar por ayuda ella y su hermano -que también era consumidor de drogas- conocieron un sacerdote… cuyo nombre no recuerda. Aunque su fe era frágil tuvo la suficiente claridad como para confesarse y pedir ser bautizada. También por consejo de aquel presbítero… “me empiezo a desarraigar de algunas relaciones afectivas, de algunas personas que están por el lado que no es y empieza un camino de conversión ingresando a una comunidad carismática llamada Minuto de Dios”. Fueron 5 años en “proceso de sanación” donde recibió también, dice, oraciones de liberación y hubo “muchas lágrimas, muchos retiros…”.
Hoy Maribel está dedicada a impartir seminarios de perdón y reconciliación. Su felicidad se nutre de una vida sacramental, una espiritualidad y ascética, con fuerte acento en la reparación. Y así ella misma lo explica: “Dios lo perdona todo, pero es necesario reparar, es necesario postrarse. Dice la Palabra de Dios que un corazón humilde, contrito y humillado, el Señor lo reconoce y lo ama. La reparación por amor a Dios apela a la justicia divina. Mi esperanza es creer que mis bebés (los cuatro que abortó) están en un lugar muy cerca de Dios”.