Acción del Mal

Las campanas y su capacidad de alejar a los demonios, según la tradición de la Iglesia

Que los demonios "huyan cuando oigan esta campana", una súplica de la liturgia católica a lo largo de los siglos.
por Portaluz 06-12-2024
Campanero de Madrid. Portaluz

En torno a la solemnidad de la Inmaculada Concepción, los días 7 y 8 de diciembre, se reabre por fin la catedral de París, dedicada a la Virgen María (Notre Dame), después del incendio devastador que sufrió en abril de 2019. Pero un mes antes de este importante acontecimiento, los parisinos y los visitantes pudieron escuchar las ocho campanas que ya se habían colocado en el campanario norte.

Las campanas son un elemento de gran importancia en catedrales, basílicas, parroquias, colegiatas, santuarios, ermitas, capillas... En cualquier iglesia, este peculiar instrumento musical es un mediador privilegiado de la llamada del Señor a la oración: tanto para acudir a las celebraciones litúrgicas en comunidad como para invitar a la plegaria personal. Por eso el pueblo cristiano se ha referido a las campanas como "la voz de Dios" (vox Dei).

 

¿Un objeto sagrado?

 

Sonido de campanas, ecos en el espíritu.

 

Las campanas, sin embargo, ni son un invento cristiano ni su uso está reservado exclusivamente al culto católico. Se trata de un instrumento musical de percusión idiófono, presente en las más diversas épocas y culturas. Entonces, ¿en qué sentido se puede decir que estamos ante algo sagrado? Tal como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, cuando se bendicen elementos materiales su finalidad es "reservar para el uso litúrgico objetos y lugares" (n. 1672).

Y precisamente la Iglesia ha mantenido la costumbre -documentada desde el siglo VIII- de bendecir las campanas con unas oraciones determinadas. En algunas ocasiones, con toda una ritualidad rica en palabras, acciones y símbolos. ¿Por qué ese interés? Por el papel especial del sonido producido por este instrumento para "recordar" a Dios, para hacerlo presente de alguna forma en el corazón del ser humano, a través del oído. Es muy significativo que en el siglo XVI varios documentos oficiales de la Iglesia insistieran en que las campanas sólo tuvieran un uso religioso.

 

¿Contra los demonios?

 

"Se humillen a la diestra de tu virtud las aéreas potestades, para que teman, y huyan cuando oigan esta campana"

 

En el siglo XVI, tras el Concilio de Trento, se ubicó la bendición de las campanas en el Pontifical Romano, el libro que recogía las celebraciones reservadas a los obispos, por lo que a partir de aquel momento sólo ellos pudieron llevar a cabo tal ritual. Esto da una idea de la importancia que se le daba a estos instrumentos. Y así lo ha hecho la Iglesia católica de rito latino hasta que se aprobó un nuevo texto litúrgico en 1902, más simple, que reducía los signos (abluciones, unciones, etc.) y permitía presidirlo a cualquier sacerdote. 

Hasta entonces, el rito antiguo comenzaba con el exorcismo del agua y la sal que se iban a aplicar a las campanas. En sus oraciones podemos ver cómo se pide a Dios que, a través de las campanas, entre otras funciones, "se alejen las asechanzas de los enemigos" y "se humillen a la diestra de tu virtud las aéreas potestades, para que teman, y huyan cuando oigan esta campana, en que está esculpida la señal de la Cruz de tu Hijo, a quien se humilla toda criatura", en clara referencia a los demonios.

En los formularios se pide a Dios que "dondequiera resuene su vibrante son", la campana aleje "todo espíritu maligno" y, hacia el final de la ceremonia litúrgica, la súplica indica que "a su sonido se extingan las maquinaciones del odio y la maldad". Por lo tanto, estaba muy viva en la conciencia de los fieles no sólo la función de llamada a la oración de las campanas, sino su poder frente a las fuerzas del mal y frente a los ángeles caídos, por tratarse de objetos bendecidos, exorcizados y vinculados muy estrechamente al culto a Dios.

 

El testimonio de un exorcista

 

"La Iglesia ha aprendido a lo largo de milenios que esto es lo que repele al enemigo"

 

En 2021, Portaluz recogió las palabras de un exorcista estadounidense confirmando la relación de las campanas con el alejamiento del demonio. "El diablo odia todo lo que es bello y las campanas se utilizan específicamente para llamar la atención sobre el culto divino a Dios", decía entonces, para añadir a continuación: "los demonios odian las campanas, que utilizo siempre en las sesiones", refiriéndose a los exorcismos.

"Satanás siempre nos está atacando a través de nuestros sentidos. Por eso la propia liturgia tiene que ser un asalto sagrado a nuestros sentidos: nuestra vista, nuestro tacto, nuestros olores y nuestro oído. Nosotros rezamos como Iglesia con todas estas cosas sensuales, porque la Iglesia ha aprendido a lo largo de milenios que esto es lo que repele al enemigo", señalaba el sacerdote que se presenta con el pseudónimo de "padre Theophilus".

 

Cuidado con la superstición

 

Imagen gentileza de Tomnoise - Pixabay

 

Como es habitual en estos asuntos, los creyentes -y también las personas que se sitúan en posturas agnósticas y ateas- corren el riesgo de caer en posturas supersticiosas, que se dan de forma automática cuando se contemplan los objetos sagrados y cualquier elemento relacionado con el culto como si fueran objetos mágicos, dotados de propiedades por sí mismos.

Tal como hemos podido observar en los textos litúrgicos de la tradición de la Iglesia, las campanas tienen un carácter de mediación y recordatorio. No tienen "poderes" ni energías ocultas fuera de lo que pueda explicarnos la física con respecto a la vibración y el sonido. Sin embargo, es fácil encontrar publicidad de campanas que se venden como si fueran objetos que liberan inmediatamente de la acción diabólica o alejan las "malas energías".

 

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Todo esto no tiene nada que ver con la fe cristiana. Como recuerda el n. 2111 del Catecismo de la Iglesia Católica, "la superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone", y "puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias".

El mismo número del Catecismo continúa diciendo que "atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición". Algo que podemos aplicar perfectamente a las campanas, ya sean las grandes de los templos o las pequeñas que podamos tener y usar en una casa.