por Portaluz. Luis Santamaría del Río
14 Julio de 2020Entre muchas falsedades y propuestas pseudocientíficas que se han hecho virales a nivel mundial en este tiempo marcado por el coronavirus destaca, sobre todo, la difusión de una sustancia realmente peligrosa: el clorito de sodio (NaClO2) o, si se nombra el gas que genera al diluirlo y mezclarlo, dióxido de cloro (ClO2), también llamado MMS (atención a lo que significan las siglas: Miracle Mineral Solution, “solución mineral milagrosa”). Pese a lo que digan algunos, es un tipo de lejía, utilizado como desinfectante industrial y potabilizador de agua.
Popular en los ambientes New Age... ¿y católicos?
Se trata de un tema que ha conectado fácil y rápidamente con muchos grupos y personas que se encuentran en el ámbito de la New Age (Nueva Era) y de las terapias alternativas, donde se han popularizado las más variopintas teorías de la conspiración en los ámbitos médicos, científicos y políticos. Aseguran ser los únicos seres “despiertos”, frente a una humanidad “dormida” y aborregada. No deja de ser una versión secularizada de las viejas creencias gnósticas, centradas en la posesión del conocimiento (de la Verdad) por parte de unos pocos.
Por eso sorprende que el uso del MMS se difunda cada vez más en entornos católicos, dando lugar a situaciones de una total irracionalidad, con creyentes que se alinean con una postura que llega a ser totalmente esotérica, y que les lleva a defenderse fanáticamente de todo intento de diálogo y vuelta al sentido común, con posiciones acríticas y acientíficas de carácter crédulo, supersticioso y hasta mágico.
Los defensores del MMS están buscando continuamente alianzas con personalidades relevantes y por eso intentan recabar todos los apoyos posibles. Pero hay que tener cuidado con sus afirmaciones, porque acostumbran a mentir. Un ejemplo es la repetición incesante de una noticia sorprendente: la Cruz Roja habría logrado curar a varios enfermos de malaria en Uganda en 2013... suministrándoles dióxido de cloro. Una falsedad. Igual que otras muchas referencias a usos gubernamentales en diversos países. Falsas.
El intento de llegar al Papa Lo que sí es cierto es que la asociación Dulce Revolución, dirigida por el controvertido agricultor y curandero español Josep Pàmies -multado con importantes sumas de dinero por las administraciones públicas, debido a su difusión de prácticas peligrosas para la salud-, envió el pasado mes de abril una carta al nuncio apostólico de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Cleopas Auza, y al mismísimo pontífice, pidiendo su auxilio.
La misiva, firmada por Luis de Miguel Ortega (abogado de Pàmies) y remitida mediante burofax, explica al papa Francisco y a su representante diplomático en Madrid que sigue esperando una respuesta de los poderes ejecutivo y legislativo españoles a su petición de “verificación de la utilidad y seguridad del dióxido de cloro en solución acuosa oral y la implementación de los medios necesarios para su uso con relación a la crisis sanitaria ocasionada por el denominado COVID-19”.
En la carta se defiende el MMS una y otra vez, asegurando “la inocuidad de la ingestión” y pidiendo que los médicos puedan usarlo “y los pacientes en el marco de su derecho de autodeterminación puedan elegir libremente el beneficio de dicha solución”. El jurista firmante olvida que, para que sea posible esa decisión del enfermo, éste debería contar con información veraz, y no con engaños que equiparan un producto tóxico -e ilegal- con terapias validadas mediante ensayos clínicos.
Por otro lado, el mensaje cita un supuesto caso de éxito: “el dióxido de cloro ya fue en su día aprobado como preparación intravenosa para enfermos con esclerosis lateral amiotrófica”. Esto, que tuvo lugar en 2013, es una investigación cierta, pero se cerró sin usos por parte del derivado de MMS que se utilizaba, por no mostrar efecto para esa terrible enfermedad y, además, resultar tóxico.
En conclusión, la carta apela “a los principios de Caridad de la Fe Católica” del obispo de Roma “para solicitar su comprensión y ayuda”, y aprovecha para plantear otra de las reclamaciones tradicionales de la asociación Dulce Revolución: el uso de “una planta bendita llamada Artemisia annua”, que serviría, según ellos, para curar la malaria. Por eso le piden al papa Francisco que “interceda por nosotros y por nuestra buena voluntad de ayudar a los enfermos”.
La respuesta del nuncio papal
Podría pensarse que monseñor Bernardito C. Auza no respondería a una carta así... pero los remitentes han divulgado su contestación. Y ésta es la presentación con la que la han difundido entre sus simpatizantes: “Según el Nuncio Apostólico en España, el Papa no puede interferir en las cosas que no son de Dios. Ésta es la hipócrita respuesta del Nuncio, a la carta y documentación científica enviada por Dulce Revolución, para que el Papa interviniera delante de los gobiernos del mundo, para que autorizaran el uso del MMS y la Artemisia annua para parar el Coronavirus y pandemias reales como la malaria que provocan millones de muertos”.
¿Qué contestó el nuncio para que reaccionaran de esta forma los partidarios del dióxido de cloro? La carta, a la que ha tenido acceso Portaluz, dice lo siguiente: “ruego comprendan que no es práctica de la Santa Sede intervenir en este tipo de cuestiones”. Una respuesta cortés y diplomática, como era de esperar... pero sin entrometerse en un tema que pertenece al ámbito sanitario.
Así pues, como no han conseguido el apoyo papal que querían, ya no ven en la Iglesia Católica un espacio de caridad, comprensión y ayuda... sino hipocresía. Responden fanáticamente a otro tropezón más en su desquiciado plan de divulgar ideas pseudocientíficas y sustancias peligrosas.
¿Es cierto que hay obispos que defienden el MMS?
Como puede verse, el intento de lograr la complicidad de la jerarquía eclesiástica en su nivel más elevado ha sido infructuoso. Pero los partidarios de la “solución mineral milagrosa” difunden otros mensajes en los que aluden a supuestos apoyos de obispos católicos al uso medicinal de esta sustancia tóxica. ¿Qué hay de cierto en ello?
Uno de estos mensajes cita a los prelados ecuatorianos, y enlaza el tema con lo que acabamos de ver, de la siguiente manera: “¿A qué espera el Papa Francisco para sumarse a los Obispos de Ecuador, en la exigencia a los gobiernos para que autoricen de una vez por todas el MMS (Dióxido de Cloro) y evitar más muertes por la pandemia actual?”.
¿Hay algún pronunciamiento de los obispos de Ecuador sobre este tema? Ni en la página web de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana ni en sus perfiles oficiales en las redes sociales encontramos información al respecto. ¿Será una instrucción secreta de la jerarquía del país? No. Si seguimos leyendo los mensajes de Dulce Revolución, vemos que “los Obispos de Ecuador” se convierten automáticamente en uno: monseñor Bertram Wick, que preside la diócesis de Santo Domingo de los Tsáchilas.
Y sí, es cierto: este obispo ecuatoriano -de origen suizo- defiende el uso médico del MMS. No es difícil encontrar en Internet declaraciones de monseñor Wick pidiendo al Gobierno de Ecuador que se permita el dióxido de cloro en el tratamiento contra el COVID-19. No sólo eso: también presume de mantenerse inmune a este virus e ir entre la gente sin mascarilla... gracias a la “solución mineral milagrosa”.
Monseñor Wick, que por su edad forma parte de la población de riesgo, afirmaba en una entrevista de televisión que, en el contexto de la pandemia, se vio como “candidato para el cementerio”. Pero “me enteré más profundamente del dióxido de cloro y, por supuesto, me arriesgué, y veo los resultados en tanta gente: cuatro sacerdotes que se curaron en poco tiempo”. Su clero diocesano ha contribuido a esta difusión entre la gente. Incluso habla de alguien que “curó a sus gallinas” con el MMS.
Los medios de comunicación han difundido la noticia de que monseñor Bertram Wick no está solo, ya que ocho obispos de Ecuador (Puyo, Loja, Ambato, Sucumbíos, Latacunga, Méndez, Aguarico, Napo, Galápagos y Santo Domingo de los Tsáchilas) se habrían reunido para pedir en una carta abierta al presidente de su país, Lenín Moreno, que autorice el uso del dióxido de cloro. Sin embargo, esa supuesta carta conjunta no aparece en ningún lugar (sólo conocemos la escrita por monseñor Wick). El último comunicado de los jerarcas ecuatorianos versa sobre la corrupción, pero ni una palabra sobre el compuesto tóxico. Cabe dudar, por tanto, de la existencia de dicha carta. ¿Por qué, si es abierta, no se puede encontrar en Internet?
Una secta de EE.UU. en el origen
Lo que sí está comprobado es que el principal defensor del MMS a nivel mundial es un autoproclamado “obispo”: el estadounidense Jim Humble (ver en imagen anterior), que ha llegado a fundar su propia “iglesia”: la Iglesia del Segundo Génesis de Salud y Sanación (Genesis II Church of Health and Healing). En realidad, una secta creada en torno a este tipo de lejía. La razón es clara: al darle a su movimiento el carácter religioso, sus ideas y prácticas están protegidas por la primera enmienda de la Constitución de los EE.UU. Por supuesto, no es más que una táctica para esquivar la ilegalización de la difusión de dicho producto para su consumo por parte de las autoridades sanitarias.
Así, el MMS es el “sacramento” de esta “iglesia”, y Humble y sus seguidores se refugian en las leyes que protegen la libertad de culto para legitimar lo que dicen y hacen. Con un discurso habitual en muchas sectas de origen cristiano, Humble explicaba en 2010 que la Iglesia verdadera “ha llegado a nosotros a través de los siglos, desde los apóstoles originales de Jesucristo”.
Sin embargo, agregaba, “la Iglesia Católica se separó de esta primera Iglesia el año 325 [fecha del Concilio de Nicea], pero la Iglesia Original continuó hasta ahora”. De esta forma, “me convertí en ministro, diácono, sacerdote y finalmente obispo. Permítanme presentarme nuevamente. Soy el obispo James Humble (Jim Humble)”. Desde 2012 firma como “arzobispo”. Y entre otros “jerarcas” de la secta se encuentra Andreas Kalcker, uno de los principales responsables de la difusión del MMS.
En su libro fundamental, titulado The Miracle Mineral Solution of the 21st Century, Humble afirma que tras el consumo del dióxido de cloro “los enfermos de SIDA se alivian en aproximadamente tres días y otras enfermedades y trastornos simplemente desaparecen. Si los pacientes hospitalizados se trataran con el suplemento mineral milagroso, más del 50 % de ellos estarían de regreso en sus casas en tan sólo una semana”.
La terrible realidad de una sustancia peligrosa ¿Es todo tan bueno y milagroso como lo presenta Humble? Por mucho que los defensores del MMS enmarquen el tema en una conspiración mundial de los gobiernos y la industria farmacéutica para privar a la población del acceso a un fármaco que no supondría ganancias para nadie, lo cierto es que las administraciones sanitarias de muchos países han prohibido la sustancia por su peligrosidad.
En los EE.UU. la FDA (el organismo gubernamental encargado de alimentación y medicamentos) prohibió hace mucho tiempo el MMS. Lo mismo hizo la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Y también la Justicia se ha pronunciado en muchos lugares. La última referencia a gran nivel es la de un tribunal federal de los EE.UU., que el pasado mes de abril emitió una orden temporal en contra de la Iglesia Génesis y de otros individuos asociados.
La razón de la orden del Tribunal de Distrito del Sur de Florida estaba clara: exigir “que paren inmediatamente de distribuir su 'Miracle Mineral Solution / Solución Mineral Milagrosa' (MMS), un tratamiento no probado y potencialmente dañino que Génesis está ofreciendo para la venta para tratar los coronavirus, incluyendo la enfermedad del Coronavirus 2019 (COVID-19) y muchas otras enfermedades”.
Es un tipo de lejía. Y, como tal, tóxica en ciertas dosis, por su fuerte poder de oxidación y corrosión. Su consumo puede provocar, según el grado, dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, intoxicaciones, fallo renal y alteraciones sanguíneas. Muchas personas no aprecian apenas los daños por la baja cantidad de sustancia que ingieren, pero precisamente por eso prolongan el “tratamiento” y aumenta el peligro. Un peligro que no vale la pena correr, ya que no hay ningún efecto beneficioso comprobado.
Además -y esto también es muy preocupante-, quienes confían en el MMS lo hacen con una fe ciega y se niegan a aceptar cualquier ayuda que intenten prestarles los demás. Muchas personas, sin pertenecer a la Iglesia Génesis ni a secta alguna, se encierran de forma fanática en una creencia irracional como ésta. Nos encontramos ante una sustancia que se ha convertido, por sus efectos sobre las víctimas, en algo muy semejante a una secta. Y, de forma progresiva y silenciosa, condena a sus adeptos a un suicidio colectivo global.