La eutanasia está sobre la mesa en varios países iberoamericanos y europeos. En España, el pasado 17 de diciembre, el Congreso de los Diputados aprobó por mayoría absoluta la propuesta de Ley Orgánica para regular la eutanasia. En Chile, el mismo día se aprobó la idea de legislar sobre un proyecto que -modificando la ley existente- regula los derechos y deberes que tienen las personas en relación con acciones vinculadas a su atención en salud, con el objeto de permitir la eutanasia. En Uruguay, por otro lado, lleva meses la discusión en torno a un proyecto de ley sobre eutanasia y suicidio médicamente asistido.
Los pastores de la Iglesia en estos países han hablado alto y claro sobre lo que implica esos pretendidos “avances”, denunciándolos como un retroceso en humanidad y derechos. Así lo hicieron en diciembre los obispos españoles con el comunicado “La vida es un don, la eutanasia un fracaso”, los chilenos mediante la declaración “Un proyecto que atenta contra la dignidad esencial de la persona”, y los uruguayos en su “Declaración sobre la Eutanasia y el Suicidio médicamente asistido. Un aporte para el debate público”.
Los religiosos, vanguardia de la Iglesia que sirve
Sin embargo, el aporte de la Iglesia Católica no se explicita solo en las palabras de su jerarquía. Muchas otras voces expertas se alzan para denunciar esos cambios legislativos que, lejos de ser un progreso, representan una amenaza para los enfermos y los ancianos. Entre estos testigos que conocen la verdad sobre qué vive una persona en sus últimos días, se encuentran los religiosos dedicados al cuidado diario de los más débiles en la sociedad.
Multitud de congregaciones e institutos llevan siglos atendiendo a quienes sufren, y desde su experiencia alertan por lo que está llegando. No es extraño entonces que la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), donde confluyen esas entidades eclesiales, pero también al resto de la vida consagrada, haya advertido que, aunque “el dolor, el sufrimiento y la enfermedad son realidades que nos hacen sentirnos impotentes, la solución no se encuentra en descartar la vida de una persona enferma”.
Añaden que la razón de esa afirmación es de evidente carácter antropológico: “la dignidad de cada ser humano es inherente, intrínseca, inviolable e independiente de las condiciones que lo rodean”. Por eso, defienden que “se hace necesaria una atención adecuada, humana y profesional encaminada hacia los cuidados paliativos que ayudan a vivir el final de la vida con dignidad y con el mayor bienestar posible”.
Dichos cuidados paliativos son éticamente aceptables porque “no adelantan ni retrasan la muerte y respetan en todo momento los derechos fundamentales de las personas”, subrayan los religiosos españoles.
El “terrible poder seductor” de la publicidad y las leyes
Los religiosos camilianos o “camilos” llevan desde el siglo XVI atendiendo a quienes sufren las consecuencias de la enfermedad. Siguiendo el carisma de su fundador, San Camilo de Lelis, los miembros de esta Orden se han especializado en los últimos tiempos en la “humanización de la salud”. Y, por lo tanto, dedican mucho esfuerzo y recursos a los cuidados paliativos eficientes.
Estos religiosos tienen en España, muy cerca de Madrid, el Centro de Humanización de la Salud “San Camilo”. Su director, el hermano José Carlos Bermejo, se ha referido a la nueva ley española y su contexto político en un artículo titulado “Eutanasia no es humanizar”. En él afirma que “es momento de duelo, de penosa observación de cómo se ha secuestrado el debate, de cómo se manipula a la sociedad con casos extremos, de cómo no se tiene en cuenta el terrible poder seductor que provocará la ley de la eutanasia a los más frágiles y necesitados de cuidados”.
Bermejo desactiva, además, esa trampa que han puesto a las personas. Lo hace desde la experiencia de un centro donde acompañan a quienes mueren cada día rodeados de los mayores cuidados: “necesitamos sentirnos desafiados a cuidar, a argumentar, a paliar, a acompañar, no a incluir en la cartera de servicios de prestaciones sanitarias, el deseo de unos pocos, que nunca podrá justificar la conversión del mismo en derecho individual y en obligación del Estado de garantizarlo”.
Porque el desafío, recuerda este religioso camilo, está ahí presente: “queda mucho por hablar y probablemente, penosas situaciones que contemplar. Humanizar será siempre aliviar el sufrimiento, paliarlo, acompañarlo, pero respetando la inviolabilidad de la vida humana”.
Cuidar a los más vulnerables
“Los ancianos son nuestra vocación”, declaraba recientemente a la prensa sor Pilar, una religiosa de 77 años que no ha dejado ni un momento de servir a los mayores desde que entró a formar parte de las Hermanitas de los Pobres (congregación fundada en Francia en el siglo XIX por Santa Juana Jugan). Y lo decía poco antes de recibir en Madrid el Premio CEU Ángel Herrera en la categoría de “Ética y Valores” (junto con el famoso tenista Rafa Nadal).
“Pero no es un premio que me conceden a mí, ni mucho menos, sino a toda la comunidad”, recalca sor Pilar, ya que “se trata del reconocimiento de nuestra obra, el cuidado de los ancianos, que como bien dice el Papa Francisco, son las personas más vulnerables de hoy en día”. Preocupada por la pandemia del coronavirus, pero también por la nueva ley española sobre eutanasia, afirma con rotundidad: “la vida es un don que debemos cuidar hasta el último suspiro”.
No hacen falta grandes discursos: la reflexión de sor Pilar es la autoridad de una trayectoria existencial entregada.
El poder de la oración
Curiosamente, además del documento ya citado, la Conferencia Episcopal Española llevó a cabo otra acción pública ante los avances legislativos en materia de eutanasia. No fue ninguna manifestación, recogida de firmas o campaña de envíos masivos a los legisladores del país. No. Fue la convocatoria a una Jornada de Ayuno y Oración para todos los católicos de España.
También en Chile, el pasado 23 de enero desde las 8 am a las 19:30 pm obispos, sacerdotes y laicos del país sudamericano, miles, se unieron en una Jornada de Adoración Eucarística, convocada por la iniciativa Misión Fátima Chile, pidiendo a Dios “por un Chile sin aborto y sin eutanasia”.
Y esto también lo hacen los religiosos consagrados al servicio de ancianos y enfermos, convencidos del poder de la oración, que implora la ayuda de Dios ante las necesidades humanas. Y lo hacen cada día, dedicando parte de su tiempo al silencio contemplativo y a la súplica por todos quienes sufren. Aunque no es algo que salga habitualmente en los medios de comunicación.
Rastreando por las páginas web de las diversas congregaciones religiosas, es posible ver el testimonio de algunos de encuentros de oración organizados en torno a la llamada de los obispos españoles. Por ejemplo, las Hijas de la Caridad (fundadas en el siglo XVII en Francia por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac) se sumaron, como en tantos otros lugares, desde uno de sus asilos en la ciudad de Cádiz, recordando unas palabras de San Juan Pablo II: “en cada niño que nace y en cada hombre que vive y que muere reconocemos la imagen de la gloria de Dios”.