Cuidados Paliativos amenazados por la Eutanasia. No basta con ocuparse del cuerpo y de lo psíquico

19 de octubre de 2018

El proceso de muerte, morir, es la más rica, hermosa y poderosa oportunidad espiritual de toda vida.

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Las principales organizaciones de profesionales y científicos de las Américas y Europa que trabajan en Cuidados Paliativos -como la francesa SFAP, la internacional IAHPC o la española SECPAL- han sido categóricas en los últimos meses no solo para expresar su rechazo a las leyes de Eutanasia y Suicido Asistido. También denuncian que ni la Eutanasia, ni el Suicidio Asistido, pueden ser considerados un Cuidado Paliativo.
 
Sin embargo, en los Cuidados Paliativos, la primera línea de respuesta ante un enfermo terminal suele priorizar al cuerpo. Vale decir, usar todos los recursos que la ciencia médica dispone para eliminar el dolor, aplacar el impacto que pueden provocar a la persona la severidad de ciertos síntomas, dar soluciones viables, honestas, ante los distintos escenarios que puede plantear una enfermedad.
 
Pero más allá de lo físico, “debemos atender a lo emocional, social y espiritual. Y esto no sólo en el paciente en sí, sino en su entorno y familia", advierte el Dr. Enric Benito Oliver destacado médico oncólogo y experto en Cuidado Paliativos de la SECPAL (Sociedad Española de Cuidados Paliativos).
 
La reflexión de Benito Oliver revela que la práctica clínica permanece tensionada por el impulso a considerar solo las realidades objetivables. Un reduccionismo que mira al ser humano cual su fuere objeto, al decir de Papa Francisco. Aunque, quienes viven con una enfermedad crónica o aquellos que se encuentran enfrentando la agonía, experimentan que la proximidad de la muerte involucra no solo una realidad que afecta sus cuerpos o lo psíquico, sino también su realidad espiritual.

Esa certeza dejó plasmada en su libro The Grace in Dying la fallecida (2017) científica Katheleen Dowling Singh quien acompañó por décadas a decenas de personas, pacientes terminales, en el sudoeste de Florida (USA) en su momento de muerte. “En el filo entre la vida y la muerte -testimonia Dowling-, características tales como retiro, hacer un giro hacia el interior, resplandor, un profundo sentido de perfección y propiedad, un intenso sentido de saber y de bondad comprensiva y amable, silencio y un sentido de lo sagrado comenzaban a emerger. Estas son características humanas de orden superior, no son comúnmente observadas en la vida diaria o manifestadas en pequeños y contraídos ‘yo’. Son características de la gracia divina. Cada una es una característica de estados expandidos de conciencia e identidad. Su simple presencia sugiere que el Espíritu es su origen”.
 
No matarás y sí amarás
 
Para el católico la inviolabilidad y dignidad de la vida humana deviene del ser criaturas e hijos de Dios, establecida por Dios Padre en el Decálogo y el mandamiento del amor propuesto por su Hijo, Jesús, en los Evangelios.
 
Así lo recoge el Catecismo de la Iglesia Católica al enseñar en su nr. 2277 que “una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador”.
 
Sin embargo, agrega en el siguiente 2278 una consideración: “La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla”. Y concluye en el nr. 2279 alentando “los cuidados paliativos que constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada”.
 
Lo real también es invisible
 

 
Desde este mismo instante que lees el proceso hacia esta experiencia inevitable, morir, avanza.  Pero la propia muerte no es un enemigo. Pasar del caos emocional que la certeza de una próxima muerte pudiere causarte y trascender más allá es posible… “sólo si te rindes, si dejas de resistir el inevitable tránsito, podrás permanecer palpitando una realidad, invisible, pero que existe: tu ser espiritual”, reflexionaba la doctora Katheleen Dowling.
 
Sobre esa afirmación de Dowling -compartida por los creyentes-, si algo invisible puede existir o no, ser real o imaginario, la propia ciencia se ha pronunciado. El reconocido físico investigador del Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona, Roberto Amparan, reconoce en su libro Iluminando el lado oscuro del universo que “uno de los grandes misterios” de la física es que el 96% de la materia y la energía del Universo es invisible. A la inmediata pregunta sobre “¿Como sabemos que eso existe sí es invisible?”, respondía hace algún tiempo al diario El Nacional de Cataluña el físico: “Sabes que está cerca el hombre invisible si ves sus huellas en la nieve. De la misma forma, tú puedes detectar que hay materia en el universo porque ejerce una fuerza de gravedad, aunque no la vemos”.
 
Lo espiritual, corazón de los Cuidados Paliativos
 
Parece evidente que, si lo espiritual, aunque invisible, es una realidad medular en la vida de las personas, sea parte fundamental de los Cuidados Paliativos. De suyo, los profesionales de la salud miembros de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) en el documento “Guía de Acompañamiento Espiritual” (que proponen para los profesionales que se relacionan con pacientes terminales/ pulse para ver) revelan que en “un estudio estadounidense reciente, un 88 % de los pacientes con una fase avanzada de cáncer consideran que la atención a lo religioso y espiritual es de gran importancia. El 72 % piensan que se presta demasiada poca atención a sus necesidades en este campo”.
 
Completan también los de SECPAL en la referida Guía que “en un estudio en pacientes llevado a cabo por Staps y Yang, todos los encuestados (n = 82) declaran que aprecian el hecho de que el médico que los trata se tome el tiempo para preguntarles sobre la manera en que les afecta una enfermedad potencialmente mortal y qué significa para ellos. Cuando un médico no presta atención a los aspectos vitales que surgen, el paciente suele sentir que está siendo tratado de manera impersonal”.
 
Acogiendo esa realidad la Academia Pontificia para la Vida convocó a una diversa comunidad de científicos, quienes a comienzos de este año 2018 publicaron un documento que analiza la realidad de los Cuidados Paliativos y demanda una hoja de ruta a los gobiernos del mundo. En sus conclusiones (pulse para leer) los expertos abogan “por la inclusión de la atención espiritual en los Cuidados Paliativos a nivel local, estatal y nacional. Igualmente han de garantizar el desarrollo de proveedores de atención espiritual profesional o de capellanes y garantizar su sostenibilidad en todos los ámbitos sanitarios”.
 
Y finalmente se revela el misterio
 
Acompañar y cuidar el proceso vital de quien enfrenta la muerte es sin lugar a duda un desafío para el Estado, los legisladores, instituciones de salud, como para los profesionales y familiares responsables directos de los Cuidados Paliativos.

Pero es también un privilegio, tal cual lo revela en este testimonio la doctora Kathleen Dowling Singh, que situamos como cierre de este breve reportaje:

El momento de muerte para un ser humano es íntimo y breve. Se siente como si se hubiera abierto de golpe una ventana, revelando el resplandor de un espíritu fundamental omnipresente que siempre nos sostiene y nos ha sostenido, pero pareciera que simplemente lo hemos obviado en nuestra conciencia del día a día. El Espíritu, esa multidimensional y sagrada Base del Ser, se nos revela poderosamente al momento de la muerte. Tal como el sentido de lo sagrado es palpable en un nacimiento, el momento en que una vida toma forma, el sentido de lo sagrado está sobrecogedoramente presente en una muerte, el momento en el que una vida deja su forma. La característica de luz es diferente, la característica de ser es diferente. Es un momento que es, tanto inexpresable, como inolvidable, profundizando y expandiendo nuestra conciencia, llenándonos de gracia divina y ayudándonos a relajar la contracción que siempre habíamos llamado “yo” en un ser mucho más esencial… El proceso de muerte, morir, es la más rica, hermosa y poderosa oportunidad espiritual de toda vida, sin importar si la persona que está muriendo alguna vez tuvo alguna práctica espiritual o si alguna vez se inclinó hacia alguna preferencia de Espíritu”.

 

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