Un niño ejemplar que a los 9 años enfrentó la enfermedad: “Mi diagnóstico de fibrosis quística fortaleció mi fe”
En un relato donde abundan las reflexiones sobre el sentido trascendente de la vida y escrito en primera persona, el adolescente norteamericano Jake Jansen, confidencia el impacto espiritual que en su vida y la de su familia ha tenido el ser diagnosticado a los nueve años de fibrosis quística.
"A medida que crecía, empecé a darme cuenta de ciertas cosas sobre mí mismo: mi forma de hablar, lo que me gustaba hacer, cómo me trataban los demás y la dirección que tomaba en la vida. Cuando estaba en cuarto curso, empecé a sentirme pomposamente seguro de que sabía hacia dónde iba en la vida. Sorprendentemente, resulta que estaba equivocado", dice al iniciar su testimonio.
Tenía nueve años cuando una tos repentina y permanente encendió la alerta en sus padres y reservaron hora con un especialista en el departamento de neumología del Arkansas Children's Hospital (ACH). Cuando lleguó allí, Jake recuerda haberse agobiado por el alud de preguntas del personal de salud y los diversos exámenes a que le sometieron. Al regresar días después por los resultados, una enfermera lo sacó de la consulta del médico con la excusa de volver a medirlo y pesarlo. "Mientras estaba fuera, le dijeron a mi madre que había dado positivo en una enfermedad pulmonar genética llamada Fibrosis Quística (FQ). Se trataba de una enfermedad crónica que hace que la mucosidad de los pulmones sea muy espesa. La enfermedad puede provocar infecciones pulmonares y causar problemas para respirar", describe Jake.
¿Por qué a mí?
El padre de este niño trabajaba en el mismo hospital y acudió de inmediato luego de que su esposa lo llamó al celular con la inquietante noticia. "Los días siguientes fueron unos de los más duros para mi familia. Vi a mi padre llorar por primera y única vez cuando hablaba por teléfono con mi abuelo para contarle mi diagnóstico. Mi madre tras dejar dejar a mis tres hermanos pequeños en el colegio, volvía a casa a llorar por teléfono con su madre. Incluso a mi hermano menor, que estaba en segundo grado, le enviaron una nota a casa porque se pasó toda la semana con la cabeza en el pupitre. Aunque yo era el diagnosticado, todos los que me rodeaban estaban más alterados", recuerda.
Su tristeza -explica Jake- no se debía a que supieran lo que le iba a pasar, sino a la "falta de información". Todo lo que sus padres sabían sobre la fibrosis quística -puntualiza- era que se trataba de una enfermedad crónica que perjudicaría mucho su vida.
El diagnóstico supuso un reto para sus padres "y para mi propia fe de diferentes maneras", confidencia Jake. A ambos les sorprendió que algo terrible le sucediera a su primogénito. Habían sido buenas personas, habían ido a la iglesia, habían sido buenos padres y eran fieles, así que ¿por qué le iba a pasar algo así a su hijo? Tampoco era sencillo para un niño de cuarto grado enfrentar esta condición de fragilidad y Jake dice que no dejaba de preguntarse ¿por qué le ocurría esto a él?
La sabiduría que Dios le regaló
"Mientras pensaba en preguntas como éstas, se me ocurrió que, para encontrar las respuestas de verdad, tendría que indagar más allá de la mera autorreflexión. Tenía que rezar más. Si iba a encontrar las respuestas a mis preguntas, sería a través de la guía y el amor de Dios. La certeza más importante que recibí es que si te mantienes firme y fiel, las cosas buenas sucederán".
A medida que he ido creciendo su salud ha mejorado gracias a nuevos medicamentos aprobados por la FDA. Y Jake no deja de agradecer a Dios... "El hecho de que me hayan diagnosticado fibrosis quística no ha hecho más que reforzar mi fe. En muchos sentidos, tengo una vida muy buena, tengo una familia cariñosa, voy a un gran colegio y tengo buenos amigos. Si no tuviera FQ, no tendría nada que me hiciera desafiar mi fe. Si no hubiera desafiado mi fe, no creo que mi convicción fuera tan fuerte como lo es hoy", dice este adolescente que hoy estudia el tercer año de la escuela secundaria católica de Little Rock y es feligrés de la parroquia Cristo Rey.
Fuente: Arkansas Catholic