
Querido San José:
Empezamos tu mes, el mes de marzo, el mes de San José. Todo nos ayuda a poner la mirada en ti, en nuestro querido padre que nos guía siempre hacia el Corazón de su Hijo. No hablas con palabras sino con hechos; es uno de los consejos que Santa Teresa da a sus hijos, los carmelitas descalzos. Te hablo de esa santa que tanto te quiere cuando vive en este mundo y tanto difunde tu devoción. Ahora seguro que está a tu lado recordando a todos que hay que acercase a "nuestro padre y señor".
No sé porqué me pongo a escribir esto porque no entraba en mis planes, quería escribirte una carta para darte las gracias por todo lo que me ayudas y lo que recibo de ti cada día. Y sin más ni más, al comenzar a escribirte, me haces poner la mirada en esos ¨Cuatro avisos" que mi madre Santa Teresa nos deja como legado para que su Orden, el Carmelo Descalzo, vaya de bien en mejor. Vamos a ello. Primero es bueno presentar el escrito de la santa de Castilla:
"Entendí de nuestro Señor lo que ahora diré:
Que dijese a estos Padres Descalzos de su parte que procurasen guardar esas cuatro cosas, y que mientras las guardasen siempre iría en más crecimiento esta religión [orden religiosa], y cuando en ellas faltasen entendiesen que iban menoscabando de su principio. La primera que las cabezas estuviesen conformes. La segunda, que aunque tuviesen muchas casas, en cada casa hubiese pocos frailes. La tercera, que tratasen poco con seglares, y esto para bien de sus almas. La cuarta, que enseñasen más con obras que con palabras" (Relación 67).
Lo leo, lo escribo y de pronto me viene una luz que me deja callado, abrumado, desconcertado... ¡Eres tú el que está detrás de estos cuatro avisos! ¡Los hijos de Santa Teresa tenemos que vivir como San José! ¡Nuestras vidas tienen que hablar con el silencio!
Querido San José, quién mejor que tú para enseñarnos a estar conforme con tu Hijo siempre y a vivir en esa unión preciosa de nuestra Madre la Virgen María contigo. ¡Unir a San José con María! ¡Estar unidos a María y a José! ¡Poner nuestro corazón junto al Sagrado Corazón! ¿Hay algo más sencillo de imitar que tomar el ejemplo de unión entre nuestra Madre la Virgen y nuestro Padre San José? ¿Dónde podemos encontrar cabezas más conformes que en vosotros, los que no hacen sino mirar siempre con amor a su Hijo? Se dialoga, se pone todo en común, se deja a Jesús dar la última palabra y al final todas las cabezas están conformes. ¿Qué comunidad carmelitana no quisiera vivir esto en plenitud? ¡Ayúdanos San José a que las cabezas estén siempre conformes!
Seguimos, querido padre San José. ¡Cuántas casas tienes en el Carmelo Descalzo! ¡Cuántas...! Muchas y muy repartidas. No sólo en Castilla, La Mancha y Andalucía, cuando nacemos los frailes descalzos según funda conventos San Juan de la Cruz por estos lugares de España. Pronto pasamos las fronteras de la cuna de la Orden y las casas llegan a rincones inesperados. Pero hay que poner la mirada en ti, en María y en Jesús. En tu casa había pocos familiares, pero muy unidos. ¡Es la clave! ¡Pocos, pero muy unidos! Cuantos menos frailes mejor nos conocemos y es más fácil procurar recrear el hogar de Nazaret. ¿Y no es eso lo que nos pide Santa Teresa cuando funda la Orden del Carmelo Descalzo? Ser pocos, no sólo tres como en Nazaret, pero sí los suficientes para que todo ayude a crear un ambiente de familia donde el centro sea tu Hijo.
Poco trato con aquellos que pueden introducir la división, el ruido y la falta de paz como hacías tú en Nazaret. Hablar lo justo con la gente y mantener cierta distancia entre la casa y la calle. Todos podían entrar a tu casa, pero sabías bien cuidar la puerta para evitar problemas de convivencia interna. Esos momentos de intimidad con María y Jesús eran sólo para ti y para tu esposa y tu Hijo. Quedaban ahí, en lo más secreto de vuestros corazones. Lo que vives con ellos queda para ti, es la fuente de tu vida interior. Ahí descansas, consuelas, compartes, animas, escuchas, te alegras, ... ¿Qué sería de los conventos si quitamos lo que nace de la vida de oración cada mañana y tarde en la capilla? Oración. Silencio. Escucha. Intercesión... Todo lo que un carmelita descalzo es capaz de vivir cuando toma por ejemplo a San José y abre su corazón a la Reina del Carmelo y a su Hijo..., es algo único. Pero para ello hay que saber recogerse y repartir el tiempo para que nunca falten esas horas de soledad sonora...
Y terminamos con el principio de esta carta, con ese predicar más con obras que con palabras. ¿Qué haces toda tu vida, querido San José? No tenemos un solo discurso tuyo, ni siquiera un corto diálogo con Jesús o con María. Hay que darse cuenta de que tú, querido San José, hablas en el silencio, hablas con todo lo que haces día a día sin que Jesús y María se den cuenta mientras trabajas en tu taller. Ayúdanos, San José, a que todo lo que predicamos pase antes por el silencio de tu taller. Allí vemos si esas palabras son las correctas o no; si hemos de hacerlas públicas o por el contario hemos de callar y seguir en oración contigo para que el obrar de nuestra vida sea el mejor sermón que podamos dar. ¡Acompañar a San José en el taller donde prepara su obra maestra, hablar a todos del Amor que mana día y noche del Corazón del Hijo del San José! ¡Enseñar más con obras que con palabras! Hablar a todos de San José para que todos conozcan a San José y con él amen de corazón al que tantas veces se recostó en el pecho del Carpintero de Nazaret.
Esto es lo que nace en esta noche en la que comienza tu mes, querido San José. No quiero terminar estas líneas sin recordar lo que dice Santa Teresa antes de dar estos avisos: de la fiel vivencia de los mismos depende el futuro de la Orden. Si los vivimos de verdad y como ella nos los deja por herencia, los jóvenes se acercarán al Carmelo Descalzo. Además, tenemos un santo que nos ayuda en esta tarea de ser fieles a la vocación recibida. Junto a esto nos viene muy bien añadir otro aviso; el de difundir con verdadera pasión el amor y devoción a San José como nos deja también en herencia nuestra madre Santa Teresa. Tenemos tarea. Es un momento crucial: ¡es tiempo de caminar!; ¡de mirar con esperanza!; ¡de ponernos en camino y mirar a tu Hijo!; de reconocer nuestras debilidades y encomendarnos a ti, querido San José, para que nos des la mano para seguir, no parar y hablar a todos de las maravillas que se esconden en el Carmelo Descalzo y en ese santo que nos ayuda a que en los conventos carmelitanos las cabezas estén conformes, no haya muchos frailes, se cuide el trato con seglares y se enseñe más con obras que con palabras. Sabemos que no nos dejas solos.
Te lo pedimos a ti, querido padre San José: habla al corazón, sigue trabajando en tu taller y abre caminos para que los jóvenes descubran, se encandilen y decidan hacer suya esa vida oculta en un corazón de padre que sale a la luz en esas casas escogidas por ti, donde unos frailes mantienen vivo el legado de la mística doctora Teresa de Jesús. Tenemos todo. Es cuestión de caminar, es decir, de rezar y tomarse muy en serio eso que dice nuestra madre Santa Teresa, "querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo".