Servicio fraterno al alcance de los jóvenes

27 de enero de 2019

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“Ser voluntario nos ayuda más a nosotros que a las familias beneficiarias. Ya que nos permite valorarnos desde los ojos de nuestro prójimo, de mi hermano”


Cientos y miles de jóvenes han dedicado en Chile varios días, y algunos siguen en esa tarea, a proyectos y acciones sociales concretas para ayudar a otras personas de varias formas: misiones, trabajos voluntarios, campamentos u otras. Esto es más llamativo, cuando existe la opinión generalizada de que ellos “no están ni ahí”, como se dice coloquialmente, que sólo les preocupa su bienestar, su celular y sus redes sociales. Pero, aunque es verdad que viven en sus redes sociales, y, como todos, buscan disfrutar y descansar tras el trabajo o estudio del año, son capaces de moverse ante las necesidades de otros. Y no lo hacen de cualquier manera, como el que cumple con una obligación tediosa, sino que viven esos días con una entrega y alegría digna de verse.

Y uno puede preguntarse el porqué de esto. Hay muchas razones, pero una, muy sencilla, es que en el corazón de todo joven duerme un héroe. Esto es así porque en todos hay una aspiración a lo bueno y valioso, que los jóvenes potencian por su gran esperanza – como dice Tomás de Aquino- y su ímpetu de crecer, de alcanzar metas elevadas y buenas, y no sólo placenteras o divertidas, sino buenas. La monotonía y los sinsabores de la vida tienen el riesgo de desanimar, de dejar a un lado los ideales y conformarse con ir tirando o, al menos, pasarlo lo menos mal posible. El riesgo de esta postura es concentrarse en uno mismo y volvernos egoístas. Esto, que al decir del Principito, es tener la seriedad de los adultos, dificulta mirar a los demás para detectar sus necesidades y caminar juntos para solucionarlas. La imagen de Dios en nosotros, que es la fuente de lo bueno y bello, y que, con su gracia, nos permite perseverar en su búsqueda, anima esos corazones que nos conmueven. Vemos en ellos lo que debiéramos siempre vivir todos: la fraternidad y la solidaridad. Es cierto que luego toca perseverar en la entrega constante en servicio fraterno, pero también estos días les ayuda a cultivar en ellos la virtud del servicio y la generosidad.

He podido comprobar de primera mano la experiencia de algunos de ellos en los Trabajos Voluntarios de Verano que ofrece la institución Santo Tomás dentro de sus actividades de vida estudiantil. Han tomado parte casi 500: unos en Paihuano, el norte chico, y otros Yumbel, en el sur. Han compartido una semana entre ellos y las comunidades que los acogieron, en medio de trabajos serios que culminaban no sólo en mejoras materiales -casas o ambientes sociales- sino en cambios interiores para seguir creciendo y luchando por el bien. Quiero compartir un testimonio de uno de los participantes, pues sus palabras hablan por sí solas:

“Nos preguntan cuál es el motor que moviliza a estudiantes de todo Chile a participar en jornadas de voluntariados. Los motivos y razones sobran, pero hay una que unifica todas y es AYUDAR. Es aquí donde pienso… ¿Ayudar o ayudarnos?

En Yumbel 2019 pude reafirmar mi experiencia en los Trabajos Voluntarios de Verano (TTVV) como una oportunidad de cambio: pensamos que en pocos días logramos transformar la realidad de nuestras familias beneficiarias, aportando en mejorar generalmente las precarias condiciones de sus viviendas y entornos. Nos transformamos en hijos, nietos y sobrinos de aquellos grupos familiares que con confianza ciega nos abren las puertas de su hogar con la ilusión y voluntad de ser intervenidos. Sin darnos cuenta en los primeros días de lo significativo que es nuestro aporte. Los Trabajos nos permiten visualizar realidades tantas veces omitidas, compartir, vivir historias, sociabilizar con compañeros y compañeras de todo Chile.

Mi comunidad de Tomeco: cargada de amor y compromiso. Estuvo conformada por 22 mundos, 19 estudiantes desde Rancagua a Punta Arenas más 2 DAE. Nuestra misión, 5 familias tan diversas como similares en su realidad y necesidades. Gracias a las ganas, el compromiso de cada uno pudimos cumplir con los plazos que nos fijamos como comunidad al comienzo.

Las mañanas musicales desde las 7 am. música para comenzar con energía, las risas, los reclamos del diario vivir, la mesa del comedor que nos reunía, los dormitorios, entre otros, nos brindaron la posibilidad de compartir nuestros mundos. Es así como un grupo de 22 desconocidos concluyen emocionados y con lágrimas en los ojos al terminar los TTVV. Eso es lo mágico, lo que hace único los Trabajos, lo que nos marca año a año y nos motiva a volver a participar, en querer motivar a otros compañeros y compañeras a que participen.

Los TTVV nos permiten ver la vulnerabilidad real y no solo como un concepto técnico tantas veces ocupado en las aulas de clases, palpar la necesidad de grupos sociales olvidados y no solo la necesidad de una mejora en su vivienda o de ayuda económica traducida a unos cuantos materiales de construcción, más bien abundan los necesitados de un abrazo, de una sonrisa, de un “buenos días”, de un “nos vemos mañana”.

Siento que por esto ser voluntario nos ayuda más a nosotros que a las familias beneficiarias. Ya que nos permite valorarnos desde los ojos de nuestro prójimo, de mi hermano. Acercarme a su camino y caminar juntos por unos días al menos. No existe acto más cristiano que actuar como Cristo y los TTVV nos dan esa posibilidad. De una forma pura, sana y activa.

Sé que año a año mi familia de voluntarios de Santo Tomás aumenta considerablemente, sé que año a año podré encontrarme con mis antiguas comunidades, sé qué año a año podré crecer un poco más. Sé que cada TTVV es una oportunidad única para mí” (Raúl Sepúlveda Palomera. Alumno de 5 semestre, Servicio Social, Sede Chillán).

Valorando la dignidad de cada persona, a la que, desde la fraternidad y solidaridad, respetamos e incluimos, hacemos vida estos valores Santo Tomás, animados siempre por el amor a la verdad y la convicción de que lograremos la excelencia con el esfuerzo constante y generoso.

Nuestros héroes están ahí.

 

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