Fe y Moral

Su hija lo acusó de haberla violado y fue a prisión. "Allí la Virgen fue mi pilar"

Desde el momento en que fue acusado, públicamente crucificado y condenado como culpable de un crimen aberrante, la Madre de Dios estuvo sin descanso a su lado...
por Danilo Picart 03-10-2013
rodrigo

Rodrigo Saavedra es un testigo de lo dicho por Jesús: “La Verdad os hará libres” (Jn. 8,32). En 2007 lo acusaron de violar a su propia hija en reiteradas ocasiones. La denunciante, precisamente fue su hija cuando tenía 9 años de edad. Pero todo era una mentira que escapó al ineficiente juicio de los profesionales que certificaron credibilidad al relato de la niña. Siendo inocente, la justicia chilena lo mantuvo cinco años preso, viviendo un infierno.

Muchos pensaron que durante su encierro, acumularía rabia, dolor y hasta podría padecer algún grado de demencia. Sin embargo la Madre de Dios lo llevaría, “cual niño”, dice, “de la mano”, para escribir derecho sobre renglones torcidos...

“Mis padres me criaron en la religión católica -nos explica-, pero nunca había tenido un contacto íntimo con Dios. No era algo que estuviera en mis registros, ¡pero cuando conocí a la Virgen! -dice y se detiene para respirar, emocionado-... mi vida cambió”.

La primera sonrisa de la Madre

Cumplió su condena en el recinto penal de Santiago de Chile conocido como “ex Penitenciaría”. Como a la mayoría de los condenados por violación les ocurre, los guardias de la prisión cometieron el “error” de entregarlo al sector donde conviven los internos peligrosos y reincidentes. Sólo inventando que era un ladrón de autos pudo evitar ser violentado y molido a golpes... represalia habitual que en grupo ejecutan los residentes en ese sector a los condenados por violación.

Tras un par de días los guardias repararon el “error” y lo trasladaron al sector que se recomienda para estos condenados y Rodrigo en ese lugar cargado de signos de muerte, sobrellevando el dolor por la injusta condena, encontró un camino hacia la paz...

“Me dediqué en la soledad a limpiar una gruta de la Virgen ubicada al interior de la cárcel. Lo hice todos los días, hasta que de repente se acercó alguien al lado mío y empezamos a rezar. Después vino otra persona, y otras más. No paramos más, ¡éramos hartos!”.

Segunda caricia de la Madre

El grupo de reos que oraban no pasó desapercibido para un par de religiosas que acudían a prestar servicio al lugar y le enseñaron “a confeccionar y guiar el rezo del Rosario... ¡Incluso le regalé un Rosario hecho por mis manos a Monseñor Ricardo Ezzati!”, recuerda sonriendo, hoy, por fin feliz.

Así, con las religiosas y el recuerdo de la visita del Arzobispo, Miguel se sumergió con la Virgen María en Cristo. Sí, era el “encargado de la Pastoral Católica, para rezar el Rosario en el sector de la prisión conocido como calle Uno”. Sin darse cuenta la angustia y el dolor se iban disolviendo a medida que acumulaba rosarios rezados, recuerda.

“Luego hice mi primera comunión y me confirmé estando dentro. En las tardes hacíamos charlas entre los mismos reos, me conseguía una sala, y luego nos interiorizábamos en la vida de Jesús”.

El perdón con la protección de la Madre

Durante la dura etapa del encierro se produjo un signo de amor... -confidencia Rodrigo a Portaluz- hacia quien, presionada por la madre, y faltando a la verdad, provocó que estuviere en aquella situación: su hija.

“Nos escribíamos cartas donde, entre otras cosas, me pedía perdón a mí. Yo le respondía «¿De qué te tengo que perdonar?» Siempre le hablaba de Dios. Nos alentábamos... Creo que en los cinco años que estuve encerrado, solo en dos oportunidades no me visitó. Todo el tiempo estuvo ahí”.

Durante los últimos días de julio de 2011, cuando su hija cumplió los 18 años, ella decidió decir la verdad y en una declaración ante notario reveló que había mentido. En virtud de estos nuevos antecedentes, la Corte Suprema de Chile decretó la absolución, e inmediata libertad, de este padre injustamente condenado.

Si bien, ya han pasado dos años desde su salida, Rodrigo reconoce que tiene una tarea pendiente. “Si mi hija actuó como actuó, es porque también de alguna forma le hice falta como padre”.

“Gracias a Dios, siempre me sentí abrazado por Él. Nada me faltó mientras estuve en la cárcel. Me faltaba mi familia, pero conocí muchas amistades, nos dábamos apoyo unos con otros”

La vida a través de una gruta

Hoy, a sus 39 años, acumula páginas de reflexiones y pensamientos sobre el encierro, suficientes para escribir un libro, pero prefiere entregárselas a sus hijos cuando estén más grandes. Su amor y fidelidad a la Santísima Virgen María quien lo sanó a ritmo de rosarios continúa... “Acudo a una pequeña gruta en Laja, en el sur de Chile, lugar donde a menudo rezo el Rosario. Mantengo de aquél tiempo unas imágenes preciosas que confeccioné de la Virgen María dentro de la cárcel. Allí fue mi pilar fundamental, porque gracias a ella conocí a Dios. Cuando uno va a la casa de un amigo, o necesita hablar con él, siempre la Madre le abrirá la puerta”