Steen, destacada jurista irlandesa: La eutanasia y el suicidio asistido son carrera hacia el abismo de la depravación
Según Maria Steen, destacada jurista irlandesa, miembro del Instituto Iona y columnista de The Irish Catholic, la cultura moderna está cada vez más consumida por lo que San Juan Pablo II denominó «cultura de la muerte».
Al hablar el sábado en Dublín sobre Evangelium Vitae, la encíclica del Papa Juan Pablo II de 1995 sobre el Evangelio de la Vida, en un acto organizado por los Caballeros de San Columbano, Steen criticó la expansión de la eutanasia y el suicidio asistido en las sociedades occidentales.
Citando los fundamentos teológicos y filosóficos de la encíclica, Steen afirmó que la Iglesia sigue siendo defensora de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y « se hace portavoz de la verdad ante el poder», y que el antiguo Papa puso de relieve «cómo las amenazas a los ancianos y los enfermos se ven agravadas por un clima cultural que no ve ningún valor o significado en el sufrimiento».
Steen recordó que el Papa Juan Pablo II anticipó muchos de los cambios sociales a los que ahora se enfrentan Irlanda y otros países. «Identificó que prácticas como la eutanasia dejarían de ser vistas como males que debían tolerarse y, en su lugar, se exigirían como derechos e incluso se celebrarían», dijo, añadiendo que esto tiene sus raíces en el relativismo moral y en el abandono de la visión trascendente de la dignidad humana.
«Esto es exactamente lo que hemos visto ocurrir en nuestro propio país en los últimos 10 años. Y una vez que empieza, el ritmo se acelera aún más. Se convierte en una carrera hacia el abismo, una carrera hacia la depravación... Cuando se pierde el sentido de Dios se pierde también el sentido del hombre. Sin el Creador, la criatura se vuelve ininteligible. El hombre se convierte en un organismo más sobre la faz de la Tierra. Pierde su carácter trascendente. Ya no ve su vida como algo sagrado que ha sido confiado a su responsabilidad».
«La vida se convierte simplemente en una cosa que el hombre reclama como propiedad suya para hacer con ella lo que quiera. Cuando se elimina la referencia a Dios, todo lo que ha creado se distorsiona profundamente sin él. Este eclipse de Dios y del hombre conduce al materialismo práctico, al individualismo, al utilitarismo y al hedonismo. Y en esta atmósfera, resulta sencillamente imposible dar sentido al sufrimiento, a pesar de que ninguno de nosotros escapa a él», afirmó.