Kathy abortó a los 14 años y tras padecer por décadas la culpa afirma: "Siempre hay una opción mejor que el aborto"
El debate sobre el aborto es un asunto muy personal para la abuela Kathy Dey, de Haslett (Michigan, Estados Unidos). Cuando tenía 14 años, Kathy abortó y en ese momento pensó que era la "salida fácil". Así lo recuerda hoy en diálogo con el portal de la Diócesis de Lansing: "Creo que muchas mujeres creen que abortar es una salida fácil y no lo es en absoluto. De hecho, conduce a años y años de infelicidad y arrepentimiento que sólo te hunden; no, no es una 'salida fácil' en absoluto".
En el estado de Michigan, los electores se enfrentan a respaldar o rechazar la llamada “Propuesta 3” que por legalizar el aborto está siendo descrita por muchos observadores provida como el manifiesto pro-aborto más extremo de la historia de Estados Unidos.
Kathy votará "no" -señala- porque "siempre hay una opción mejor que el aborto". De hecho, todavía se lamenta del coste personal que supuso para ella, y para tantas otras mujeres, la decisión del Tribunal Supremo en el caso Roe contra Wade en 1973, que legalizó el aborto en todo el país. "Cuando cayó Roe v. Wade, en junio de este año, me puse a llorar. No soy una persona emotiva, pero me penetró en el corazón de forma abrumadora, como si dijera: «Oh, Dios mío, si esto nunca se hubiera convertido en ley, probablemente no habría abortado»".
Kathy confidencia que el trauma de una madre después de un aborto no siempre es inmediato, pues tarda incluso años en manifestarse y así "después de unos años empieza a pesarte", dice. En su caso, ese momento llegó después de casarse y tener más hijos.
"Cuando tuve a mi hijo y a mi hija en brazos, los sentimientos de protección y amor por esas pequeñas vidas me abrumaron. ¿Cómo pude matar a mi primer hijo, mi primer bebé? La vergüenza y la culpa me perseguían. Lloré mucho en los primeros meses, pero sufrí la pena y las lágrimas en silencio".
A lo largo de los años, Kathy ha podido encontrar sanación y paz con el apoyo del apostolado Rachel's Vineyard. Gracias a este acompañamiento, Kathy dice que ha podido "llorar de verdad por mi bebé no nacido, y darle el honor y la dignidad que se merece. La llamé Ella y llegué a reconocerla como mi hija y no sólo como el secreto que había estado ocultando al mundo".
Hoy Kathy espera que su historia pueda aportar algo de luz al debate sobre el aborto. "Creo que hay que educar mucho al público sobre el aborto y sus males. El aborto está mal. Creo que la vida comienza en la concepción. El latido del corazón comienza muy pronto. Es un ser humano vivo. Tiene un ADN propio. No es sólo un producto de la madre. Es una persona distinta a la que estamos matando", finaliza.
Fuente: Diócesis de Lansing