Video/ La respuesta de Francesco cuando Dios lo llamó al sacerdocio: "¡De ninguna manera! ... tengo otros proyectos"
Francesco Fiori nació y creció en Roma, en el barrio periférico del Trullo. Desde pequeño frecuentó la parroquia, que fue confiada en 2005 a los Hijos de la Cruz. Ya desde los 6-7 años iba todos los días al oratorio, que para él se había convertido en su segunda casa.
«Los sacerdotes y las religiosas Hijas de la Cruz me acompañaron a recibir todos los sacramentos: desde la primera Confesión, la primera Comunión hasta la Confirmación. Los Hijos y las Hijas de la Cruz, junto con los otros chicos de la parroquia, eran una segunda familia, y creo que todo el bien que me quisieron dar dejó una huella indeleble en mi corazón y en mi conciencia», cuenta este joven italiano a Fundación CARF (entidad que apoya la formación integral de seminaristas y sacerdotes diocesanos de todo el mundo) en una entrevista donde testimonia su conversión y proceso vocacional.
«Recuerdo que una vez, de niño, me preguntaron qué quería ser de mayor y yo respondí tranquilamente: "sacerdote", porque veía a los Hijos de la Cruz que cada día jugaban al fútbol y estaban simplemente contentos, y quería ser como ellos».
La adolescencia y el alejamiento de la fe
Todo iba bien hasta la adolescencia, cuando empezó a buscar otras amistades que le alejaron de los lazos con Dios. «Comencé a tener el pie en dos zapatos. Nunca rompí del todo con la fe: seguía yendo a Misa los domingos, a frecuentar la parroquia; pero al mismo tiempo lo único que me interesaba era construir una imagen de mí delante del mundo y conquistar a las chicas».
Siguió así por un tiempo hasta 2016 cuando, en la JMJ de Cracovia, yendo en peregrinación al santuario de la Virgen Negra de Częstochowa, sintió la llamada al sacerdocio.
«Esta llamada me había dejado totalmente desconcertado, porque fue como un rayo en el cielo sereno, de hecho, puedo decir que llegó justamente en el periodo en que estaba más fuera de mí. Al volver a casa, me cerré totalmente, porque de ninguna manera quería ser sacerdote: tenía otros proyectos y otros programas. Quería construirme una vida autogestionada. Me opuse durante varios años, hasta 2018, cuando yendo a Medjugorje para el retiro de verano, pasamos por Široki Brijeg, un pueblo centro de la catolicidad de Bosnia y Herzegovina».
El impacto de Široki Brijeg
El 7 de febrero de 1945, los partisanos comunistas yugoslavos asesinaron a 30 frailes franciscanos en Široki Brijeg, quemando sus cuerpos y destruyendo el convento, la biblioteca y los archivos. Fue un intento de borrar la presencia cultural y religiosa católica en Herzegovina. En total, más de 120 franciscanos de la provincia fueron asesinados durante aquella persecución. Hoy los frailes son recordados como mártires de la fe, y cada año se conmemora su sacrificio.
«Cuando visité Široki Brijeg, supe que allí fueron martirizados decenas de frailes franciscanos en el periodo de ocupación comunista del siglo XX y muchos otros todavía en los siglos precedentes de dominación turca.
La historia de aquel sitio nos fue explicada por una señora local. Recuerdo muy bien que se conmovió y lloró contándonos la entrega de los sacerdotes hasta dar la vida por el pueblo, y también la entrega misma del pueblo por sus sacerdotes. Lloraba mientras hablaba de los sacerdotes, de la Santa Misa. Ese testimonio suyo me tocó en lo íntimo y empezó a mover algo en mi corazón endurecido. Bajando al lugar del martirio, uno de nuestros sacerdotes que seguía a nuestro grupo de jóvenes me dijo: "¿quieres otras respuestas?", al darse cuenta de que no había quedado indiferente a aquellas palabras».
Cuaresma 2019, redescubriendo el amor de Cristo
En la Cuaresma de 2019 redescubrió el amor de Cristo y la centralidad de la oración. La Cuaresma de aquel año estaba guiada por las palabras de san Benito: "no anteponer nada al amor de Cristo". «Estas palabras me quedaron grabadas y las asocié a las de san Pablo: "por Él dejé perder todas estas cosas y las considero basura, para ganar a Cristo". Así comencé de nuevo a poner en el centro la oración, la relación con el Señor, considerando superfluo todo lo que antes buscaba desesperadamente».
La ordenación de ocho Hijos de la Cruz se convirtió en una ocasión que confirmó en Francesco la certeza de la vocación, mostrándole la alegría de una vida entregada. «Ver la alegría y felicidad de aquellos nuevos sacerdotes, que me habían acogido y querido como a un hermano menor, al entregarse totalmente al Señor en la virginidad, en la ofrenda de toda su vida por la Iglesia, por los hermanos y hermanas de la Casa de María y por tantas otras almas que la Virgen les haría encontrar, me hizo decir: "Señor, si es esto lo que quieres de mí, a lo que me llamas, está bien, acepto"».
Una familia espíritu
La Vocación en la Casa de María, le hizo comprender que la Virgen María ya le ofrecía en aquel lugar todo lo que deseaba: una familia espiritual y el sentido de su entrega.
«Entonces me di cuenta de que todo lo que buscaba y deseaba la Virgen me lo estaba ofreciendo desde hacía tiempo en la Casa de María, esperando solo que yo acogiera y aceptara su llamada. Ella realizó todos mis deseos más sinceros: me dio una familia espiritual, hermanos y hermanas, el amor de un padre y de una madre espiritual, la realización de mi afectividad llamándome, no a amar a una persona determinada, sino a una donación total al Señor y a los demás. Estaba claro en mí desde el principio que, si debía ser sacerdote, nunca lo habría querido ser fuera de la Casa de María, porque solo en esta familia tiene sentido mi vocación».
En 2021 se consagró a la Virgen y en 2022 entró en la Casa de María, donde vive hoy su vocación en comunidad. «Así inicié un camino de acercamiento más radical a la Casa de María. El 6 de enero de 2021 me consagré a la Virgen. El 4 de diciembre de 2022 entré en la comunidad, y hasta hoy son dos años que vivo en la Casa de María».