Te revelamos cuál es el poder de las Novenas para agradecer, alabar, abandonarse, reparar o suplicar
Desde que nuestros abuelos y abuelas estrenaban sus años juveniles y mucho antes, las Novenas hacían parte habitual del arsenal con que todo católico se armaba para dar una buena batalla espiritual.
Hoy como ayer, las Novenas viven una primavera. Son devoción cotidiana de todo el orbe católico. Erradamente algunas personas podrían suponer que la Novena es algo mágico, que encierran algún poder para obtener algo de Dios, de la Santísima Virgen María, de alguna santa, santo o incluso de alguien fallecido a quien la tradición popular asigna cualidades como benefactor.
Se equivocan quienes rezan novenas como un rito vacío de fe y solo cuando están en necesidad. Ciegos espiritualmente, sus expectativas suelen quedar no satisfechas.
"Las Novenas no son para controlar a Dios, sino para abrirse a Dios con el fin de aumentar nuestra fe y crecer en el amor a Él y al prójimo... Colaboran a la sanación interior, procuran gracias especiales de transformación, de crecimiento en virtud y santidad", comenta el sacerdote redentorista.
Testigos que rezaron con fe y perseverancia
En marzo del año 2014, un sobrino del padre Heilman estaba muriendo a los 31 años de edad por complicaciones de neumonía. El caso parecía sin esperanza; los médicos ya habían informado a la familia que lo desconectarían del equipo de soporte vital y que moriría poco después. Pero el padre Heilman se negó a perder la esperanza. Sentándose junto a la cama de su sobrino moribundo comenzó a rezar el Rosario primero y luego la Coronilla de la Divina misericordia. Eran las tres de la tarde y al finalizar la oración su sobrino abrió los ojos, dando los primeros signos de mejoría. Padre Heilman comenzó de inmediato la Novena a la Divina Misericordia pidiendo la intervención de Dios. A las 48 horas, el enfermo que había sido desahuciado, fue desconectado de la máquina de soporte vital. A los nueve días de iniciada la Novena, mostraba signos evidentes de recuperación.
"Mi sobrino no debería estar con nosotros ahora", testimonia padre Heilman al semanario digital Our Sunday Visitor, agregando feliz: "Los médicos nos dijeron que esto fue una recuperación milagrosa al cien por ciento".
Para las almas en el purgatorio
La escritora y conferencista Susan Tassone, valorada por sus experiencias y conocimientos sobre las almas en el Purgatorio comenta al respecto en sus obras:
"Cuando muere un ser querido, nuestros corazones están llenos de tristeza y dolor... La Iglesia enseña que la misa es la forma más poderosa para ayudar a consolar a los muertos, como a quienes quedan atrás. Una novena de misas o nueve misas consecutivas... Es una maravillosa manera de recordar a quienes han muerto y encomendar sus almas a Dios. Cuando hacemos esto, nos mantenemos espiritualmente conectados con ellos, sintiendo amor y cercanía con ellos, sabiendo que realmente estamos haciendo algo para ayudarlos".
Una Novena puede algo desafiante. Rezar durante nueve días, ofrecer nueve momentos, nueve misas, nueve oraciones, nueve sacrificios o la modalidad de Novena que fuere, puede ser un verdadero desafío. Sin embargo, los beneficios superan con creces los costos.
Una historia viva
La Santísima Virgen María, los apóstoles y otros seguidores de Jesús se reunieron para orar en el Cenáculo durante nueve días entre la Ascensión y Pentecostés.
Luego, en la antigua Roma y hasta hoy en muchos lugares del mundo, era costumbre orar por los muertos durante un período de nueve días como una forma de expresar el dolor y comprometer el alma a la misericordia de Dios.
En la Edad Media, las novenas se rezaban para preparar el alma a los grandes eventos litúrgicos, como la Navidad y Pentecostés o eran un medio para realizar la reparación posterior tras confesarse.
Poco a poco, las parroquias incorporaron la tradición de la novena, y se convirtió en costumbre que cada parroquia tenga una novena en curso de algún tipo. Muchas parroquias mantienen esa tradición hasta nuestros días.
Tener la actitud espiritual y mental correcta es clave para quien reza una Novena. Sólo así se evita la tentación del enemigo por verlas como un instrumento de poder bajo control humano.
Al rezar una novena, lo mejor es vivirla con el abandono confiado que Jesús enseñó en Getsemaní: "Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Evangelio de Lucas, capítulo 22, versículo 42).
Monseñor Kevin Farrel, flamante Prefecto del nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida escribía el pasado 21 de julio en su blog que la oración “no se trata de nosotros, de lo que nosotros queremos ni de lo que necesitamos. La oración no es tanto petición sino presencia. Es ser capaces de reconocer la presencia de Dios y de responder a ella”.