Evangelización

El Siervo de Dios padre Dolindo Ruotolo y sus reflexiones sobre el pecado, en "La Dottrina Cattolica"

"Observad, hijos míos, que incluso el pecado venial es un mal terrible, que debe ser evitado con todo cuidado", escribe padre Dolindo.
por Portaluz 17-03-2025

¿Cuál es la diferencia entre el pecado mortal y el venial y de cuántas maneras se puede pecar? ¿Cuáles son las consecuencias del pecado de escándalo, tan extendido hoy en día? El querido Siervo de Dios, padre Dolindo Rotuolo, nos lo explica con claridad y sencillez en su obra "La Dottrina Cattolica" cuyo extracto compartimos a continuación...

 

 

El pecado puede ser de dos clases: original y actual. El pecado original es aquella mancha con la que todos nacemos, originada en nosotros por la culpa de Adán. El pecado actual es el que se comete por nuestra propia voluntad, y se llama actual porque es un acto, una acción nuestra, de la que somos responsables.

El pecado puede ser de dos clases: original y actual. El pecado original es aquella mancha con la que todos nacemos, originada en nosotros por la culpa de Adán. El pecado actual es el que se comete por nuestra propia voluntad, y se llama actual porque es un acto, una acción nuestra, de la que somos responsables. No todos los pecados actuales tienen la misma gravedad; si un pecado se comete con plena conciencia, con perfecto consentimiento y tiene que ver con un objeto, una materia grave contra los mandamientos de Dios o contra los de la Iglesia, entonces el pecado es grave, separa al alma de Dios, la priva de la gracia, la reduce como muerta a esta vida sobrenatural, y por esta razón el pecado se llama entonces mortal.

Si, por el contrario, el pecado carece o de materia grave, o de plena conciencia, o de pleno consentimiento de la voluntad, entonces el pecado debilita el alma, pero no la mata, y por eso se llama venial, es decir, susceptible de ser perdonado sin mucho esfuerzo. Para que lo entiendas: si se te cae un plato al suelo, se rompe y ya no sirve; si, en cambio, te lo tropiezas sólo por descuido, se deprecia, pero aún puede ser útil. Si un niño desobedece severamente a su madre, se le echa de la mesa; si es un poco maleducado, recibe una reprimenda, pero permanece en la mesa. Y si uno tiene un mal sueño, ¿peca? No, porque en el sueño uno no es dueño de su voluntad.

¿Y si una palabra fea se escapa involuntariamente de la boca? Entonces no se peca mientras no se tenga el hábito pecaminoso de ello; pero incluso en este caso hay que reparar la palabra fea que se ha dicho, con una hermosa jaculatoria. Observad, hijos míos, que incluso el pecado venial es un mal terrible, que debe ser evitado con todo cuidado. Quien peca venialmente también desagrada a Jesús, y poco a poco se acostumbra a ser «de manga ancha», corriendo así el riesgo de caer en pecado mortal.

Se puede pecar con los pensamientos, deseando el mal; con las palabras, ofendiendo a Dios y al prójimo; con las obras, transgrediendo las Leyes de Dios o las de la Iglesia; con las causas, es decir, convirtiéndose en ocasión de pecado para los demás, tentándolos, dándoles mal ejemplo. Este pecado es muy grave, porque no sólo daña a quien lo comete, sino que daña también a los demás, y es a menudo la causa de la pérdida de un alma por la que murió Jesucristo. Se le llama comúnmente pecado de escándalo, porque supone un impedimento para la salvación de los demás.

Los pecados de escándalo más graves son los cometidos por padres, maestros y educadores, y los cometidos en las iglesias en general: los superiores tienen el deber más estricto de guiar al bien con el ejemplo y la palabra a quienes les han sido confiados, y la iglesia es la casa de Dios, donde las almas deben encontrar la salvación y no la perdición. 

Por último, también se puede pecar omitiendo lo que se tiene el deber de hacer; entonces el pecado se llama de omisión. Los pecados, a los que se reducen todos los que se pueden cometer, son siete, y por eso se llaman pecados capitales. Son: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.