En Colombia atesoran la experiencia

Afirman que un tsunami se detuvo al bendecir el mar con el Santísimo Sacramento expuesto

09 de enero de 2015

Al parecer cuando un sacerdote con amor y fe confía su ministerio al Santísimo Sacramento, efectivamente puede mover montañas o dispersar tsunamis…

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El tsunami del año 2010 que asoló las costas de Chile luego de un terremoto provocado por el mega quiebre de las placas continental y oceánica en su constante fricción, es un tipo de evento que por siglos se ha venido repitiendo en diversos lugares del planeta.

Hace algunas décadas en la pequeña isla de Tumaco (Colombia) lo ocurrido con un violento tsunami enseñó a sus habitantes que Dios, presente en el Santísimo Sacramento, actúa cuando sus sacerdotes y fieles lo invocan con amor y fe.

Los hechos ocurrieron el 31 de enero de 1906. A las diez de la mañana los habitantes de esa pequeñísima isla del Pacífico sintieron un fuerte terremoto que duró alrededor de 10 minutos. Entonces, todo el pueblo corrió a la iglesia para suplicar al párroco, el padre Gerardo Larrondo y al padre Julián, que organizaran inmediatamente una procesión con el Santísimo Sacramento. Mientras tanto, el mar avanzaba recogiéndose, habiendo ya cubierto cerca de un kilómetro y medio del litoral, con la amenaza de formar una inmensa ola. El padre Gerardo, atemorizado, consumió todas las Hostias consagradas de la píxide y conservó sólo la Hostia Magna.
 
Luego, dirigiéndose al pueblo, exclamó: “!Vamos, hijos míos, vamos todos a la playa y que Dios tenga piedad de nosotros!”.
 
Sintiéndose seguros ante la presencia de Jesús Eucaristía, todos marcharon entre llantos y aclamaciones a Dios. Cuando el padre Larrondo llegó a la playa, bajó valientemente a las orillas con la custodia en la mano. En el momento en que la ola estaba llegando, alzó con mano firme y con el corazón colmado de fe la Hostia consagrada y ante todos trazó el signo de la cruz. Fue un momento de altísima solemnidad.
 
La ola siguió avanzando pero antes de que el padre Larrondo y el padre Julián se pudiesen dar cuenta, la población, conmovida y maravillada gritó: “¡Milagro, milagro!”. En efecto, como si hubiera sido detenida por una fuerza invisible y superior a la naturaleza, la potente ola que amenazaba con borrar de la tierra al pueblo de Tumaco había iniciado su retroceso, mientras el mar regresaba a su nivel normal. Los habitantes de Tumaco, en medio de la euforia y la alegría por haber sido salvados de la muerte gracias a Jesús Sacramentado, daban muestras de ferviente gratitud. Por todo el mundo se supo del Milagro de Tumaco y el padre Larrondo recibió también del continente europeo numerosas cartas que pedían oraciones.
 

Fuente: Libro "Agustinos amantes de la Sagrada Eucaristía", padre Pedro del Rosario Corro


 

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