La desconocida historia de cómo San Antonio, guerrero de Dios, se transformó en “perla” del Sagrado Corazón de Jesús

28 de octubre de 2022

“Hallándome en oración vi el alma de este Santo llevada por los ángeles a los pies de Cristo. Abría Nuestro Señor enteramente la llaga de su Corazón paciente, y este Corazón, todo resplandeciente de luz, atraía, y, en cierto modo, absorbía el alma de San Antonio…”.

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Nacido en una familia noble de Portugal, Antonio confrontó a su padre y tradiciones de la época al negarse a participar en la guerra contra los musulmanes. Muy por el contrario, una vez convertido al catolicismo en 1220, abandonó los privilegios de su cuna y abrazó la regla de San Francisco de Asís, sirviendo como ‘guerrero de Dios’ en la Evangelización y salvación de las almas. Falleció con apenas 36 años y casi de inmediato fue reconocido como santo por el Papa Gregorio IV.

 

Es frecuente ver las imágenes de San Antonio de Padua con el corazón flamígero en las manos, símbolo de su amor a Dios y a las almas y de su devoción al Corazón deífico de Jesús.

 

Su seráfico padre San Francisco de Asís fue un serafín abrasado en el amor de Cristo Redentor y lloraba y suspiraba exclamando: “¡El Amor no es amado!”, y el taumaturgo paduano heredó en toda la plenitud este espíritu del llagado Patriarca, que fundó por excelencia la Orden de amor, la Orden Seráfica.

 

En la Edad Media la devoción al Sagrado Corazón paciente de Jesús fue muy acogida por los fieles. La propagó en el siglo XV la bienaventurada Bautista Varani en sus dolores internos o mentales de Jesús; más tarde San Juan Eudes escribió el oficio de los Sagrados Corazones de Jesús y María, y Santa Margarita María consumó este apasionante vínculo espiritual con sus revelaciones, recibiendo por guía y protector de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús a San Francisco de Asís, como se puede ver en el capítulo treinta de su vida.

 

San Antonio fue apóstol de esta devoción en el siglo XIII, tal cual reconoce en el sermón de Cena Domini: “Nuestro altar de oro es el Corazón de Cristo paciente. Allí arde el incienso que sube hasta el cielo; allí se encuentran los suavísimos perfumes que embalsaman la tierra. Las meditaciones del sufrimiento de Cristo en el Calvario son laudables; pero entremos en lo más profundo del Corazón, y estudiemos las riquezas de su amor”.

 

El P. Grezes y el P. Juan de la Haya, hablando de la devoción de San Antonio al Sagrado Corazón paciente del divino Salvador, dicen: “En este hueco (llaga del costado) más profundo de la piedra, sed como la paloma que construye su nido, edificando nuestra morada en el Corazón de Jesús. ¡Oh alma religiosa, paloma de Cristo, mira esas pajas que el mundo huella con sus pies! Esas pajas son los actos de las virtudes de tu esposo el Salvador, de los cuales te da ejemplo: son la humildad, la mansedumbre, la paciencia, la pobreza, la mortificación. El mundo las desprecia como pajas inútiles, y, sin embargo, solo valiéndote de ellas podrás establecer tu morada eterna en lo más profundo de la piedra, en el Corazón de Jesús”.

 

En San Antonio se encuentran los apostolados de todos los misterios y de todas las devociones. Así San Buenaventura, en el sermón segundo de este Santo de todo el mundo y de todos los corazones, dice de él: “Tiene la ciencia de los ángeles, la fe de los patriarcas, las celestiales inspiraciones de los profetas, el celo de los apóstoles, la pureza de las vírgenes, la austeridad de los confesores, el heroísmo de los mártires”.

 

Nada tiene, pues, de particular que haya descollado en la magna devoción al Corazón de Jesús, que es el centro de todas las otras y el foco del inmenso amor de Dios a los hombres.

 

San Antonio, la perla del Corazón de Jesús

 

La desconocida historia de cómo San Antonio, guerrero de Dios, se transformó en “perla” del Sagrado Corazón de Jesús, proviene de una revelación privada recibida por la Venerable Sor Juana María de la Cruz, recogida por sus biógrafos y citada en la página 69 del libro “Sacré Coeur” de P. Enrique Grazes:

 

"Hallándome en oración vi el alma de este Santo llevada por los ángeles a los pies de Cristo. Abría Nuestro Señor enteramente la llaga de su Corazón paciente, y este Corazón, todo resplandeciente de luz, atraía, y, en cierto modo, absorbía el alma de San Antonio, como la luz del sol absorbe toda otra claridad. En el Corazón de Jesús se apareció el alma del Santo como una piedra preciosa que lo llena todo. La hermosa variedad de colores me pareció la abundancia de sus virtudes, que brillaban con resplandor maravilloso en el océano de luz del Corazón de Jesús para honor de Cristo y gloria del mismo Santo. Tomó después esta perla de su Corazón y se la dio al Padre Eterno, que la mostró a la admiración de los ángeles y santos."

 

De esto se infiere la íntima unión del corazón de San Antonio con el Sagrado Corazón de Jesús, y así se comprende también mejor la íntima unión de este Santo con el Niño Jesús a quien tuvo en sus brazos, le acarició tiernamente y le apretó dulcemente junto a su corazón, recibiendo del Corazón divino aquel ardor seráfico que le devoraba y le derretía por la salvación de las almas.

 

Nada tiene de particular que San Antonio, hijo del Serafín abrasado de Asís, tuviera acendrada devoción al Corazón Eucarístico de Jesús y que se le abriesen las paredes para adorarle; y arrodillase ante la Hostia Santa hasta los seres irracionales, ya que los hombres negaban la presencia de Cristo en la Eucaristía. En fin, todos los prodigios de este santo franciscano tienen origen en su extraordinario amor a la vida de Cristo, al centro de todos los amores, al deífico y divinísimo Corazón de Jesús.

 

La fiesta del Santo de todos los corazones cae el 13 de junio, en el mismo mes del Sagrado Corazón, para que, con la devoción del apóstol de amor, del predicador insigne y del Santo de todo el mundo, tributen los fieles culto y veneración al Corazón de Jesús. Coincidencias que la divina Providencia ordena para unir el corazón ardiente y sediento de las almas de San Antonio con el de Cristo Redentor, de quien recibió todo cuanto tuvo y empleó en bien de las almas. ¡Bendito Santo, que tuvo en los brazos al Niño Jesús! ¡Bendito San Antonio que fue tan predilecto del Corazón de Jesús y perla del Corazón de Dios!

 

 

Fuente: El pan de los Pobres

 

 

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