La paz como fruto del común amor a Dios se plasmó en el fortísimo abrazo de tres líderes religiosos -un judío, un cristiano y un musulmán- frente al Muro de Jerusalén. Momento cumbre de la última jornada del Papa Francisco en Tierra Santa.
 
Cuando el Santo Padre terminó de rezar en el lugar más sagrado de los judíos, el rabino Abrahán Skorka y el líder musulmán argentino Omar Abboud, salieron a su encuentro emocionados. Los tres hombres se fundieron en un abrazo y un comentario: «¡Lo logramos!».
 
El anuncio de que esta sería una peregrinación marcada por la oración ya había tenido un significativo signo en el encuentro del Santo Padre Francisco y Su Santidad Bartolomé I de Constantinopla el sábado 25 por la tarde, cuando ambos oraron ante el sepulcro vacío comprometiendo avanzar hacia la unidad plena.

Luego, el domingo Papa Francisco llegó al Kotel –el nombre religioso del Muro en hebreo-, procedente de la Explanada de las Mezquitas, donde había mantenido un encuentro con el Gran Muftí de Jerusalén y pronunciado un discurso ante el Consejo Supremo Musulmán. Sus últimas palabras habían sido rotundas: «¡Que nadie instrumentalice para la violencia el nombre de Dios!».

La peregrinación al Muro Occidental, comenzó con una explicación arqueológica de las vicisitudes de la Montaña del Templo a lo largo de la historia. Terminada la presentación, el Papa escuchó muy concentrado el discurso-plegaria de un rabino. Mantenía la cabeza baja, pero alzaba la mirada de vez en cuando para contemplar el Muro, despejado de todo visitante: era para ellos dos en una plegaria común a «Adonai», «Elohim», el Dios único.
 
Al llegar su turno, el Papa no tomó la palabra sino que se acercó al Muro, apoyo en él su mano derecha y permaneció en silencio. Después rezó dos oraciones y, siguiendo la costumbre judía, depositó cuidadosamente los textos en un resquicio de los gigantescos sillares de piedra.
 
La plegaria duró un minuto y cuarenta segundos de gran intensidad mientras todos los acompañantes mantenían un respetuoso silencio. Se oía sólo el gorjeo de los pájaros que se posaban en los arbustos del Muro, creando un ambiente mágico y esperanzador.
 
El Rabino Skorka reveló después que las oraciones del Papa eran el Padre Nuestro en castellano y el Salmo 122, la oración por la paz en Jerusalén.
 
El Papa estaba radiante, igual que el rabino y el líder musulmán cuando se abrazaron. Habían cumplido un sueño y delineado pauta para un próximo encuentro en Roma donde los presidentes de Israel y Palestina, juntos, con Papa Francisco, se unirán en una plegaria por la Paz. La plegaria ecuménica conjunta traerá frutos. El triunfo es de Dios.

 
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