No hay tiempo, no hay espacio, sino sólo un largo rastro de sangre y dolor que une dos épocas: la de las guerras mundiales y la actual de los conflictos "jirones" que laceran a la humanidad. El Pontífice Francisco elevó al cielo un recuerdo y una oración por los caídos en batalla hoy y ayer, al final de la audiencia general en el Aula Pablo VI, cuando -en el momento de los saludos en italiano- recordó la Jornada Nacional por las Víctimas Civiles de Guerra que se celebra en Italia cada primero de febrero. Establecida por la ley nº 9 del 25 de enero de 2017, tiene como objetivo preservar la memoria de los conflictos pasados y llamar la atención sobre el drama que viven los civiles de todo el mundo implicados en guerras y conflictos armados: 33.000 muertos el año pasado en los 31 teatros de guerra actualmente en curso en el mundo. La cifra más alta en trece años.
Pedimos la paz al Señor, que no es cruel, sino manso
Dramáticas noticias llegan en estas horas de los dos territorios en guerra: más de una decena de civiles muertos durante un bombardeo contra una casa en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza; ataques de drones, casas destruidas, civiles heridos y muertos, en Karkhiv, Bakhmut y otros territorios ucranianos.
El "grito de dolor" de las víctimas, manifestó orante el Papa, "puede tocar el corazón de los responsables de las naciones y suscitar proyectos de paz". A partir de aquí, unas palabras en sus propias palabras: una amarga constatación de los límites de la inhumanidad que la guerra rompe sistemáticamente.
"Cuando se leen las historias de estos días, en la guerra, hay tanta crueldad, tanta... Pidamos al Señor la paz que es siempre suave, no cruel", exhortó el Papa Francisco.