No es fácil construir el diálogo con los otros, especialmente si con ellos nos divide el resentimiento. Pero el cristiano busca siempre este camino de escucha y reconciliación, con humildad y mansedumbre porque es lo que ha enseñado Jesús. Es la síntesis de las reflexiones que esta mañana de viernes 24 de enero ha compartido el Santo Padre en la homilía de Santa Marta.
 
Me rompo pero no me doblo, afirma una cierta sabiduría popular. Me doblo para no romper, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza, fácilmente destinado a alzar muros de incomunicación entre personas, hasta la degeneración del odio. El segundo se inclina a crear puentes de compresión, también después de una pelea. Pero, ha advertido el Papa Francisco, con la condición de buscar y practicar "la humildad".

La homilía ha sido una continuación de la de ayer cuando advertía “Quien odia a su hermano es un homicida”, denunciando el daño que a personas, familias y comunidades provocan los celos y la envidia que normalmente se esconden tras las “habladurías”.
 
Al centro de la reflexión del Santo Padre en la homilía de este viernes 24, ha estado el encuentro entre el Rey Saúl y David. David –recordó el Papa- tiene la ocasión de matar a Saúl, pero elige "otro camino: el camino de acercarse, de aclarar la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz".
 
"Para dialogar –prosiguió- es necesaria la mansedumbre, sin gritar. Y necesario también pensar que la otra persona tiene algo más de mí, y David lo pensaba: ´Él es el ungido del Señor, es más importante que yo´. La humildad, la mansedumbre... Para dialogar, es necesario hacer lo que hemos pedido hoy en la oración, al inicio de la misa: hacerse todo a todos. Humildad, mansedumbre, hacerse todo a todos también… pero -no está escrito en la Biblia- todos saben que para hacer estas cosas es necesario aguantar muchas cosas. Pero, debemos hacerlo, porque la paz se hace así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en el otro la imagen de Dios".
 
"Dialogar es difícil", ha reconocido el Pontífice. Pero peor que intentar construir un puente con un adversario -señaló- es dejar que crezca en el corazón el resentimiento hacia él. Porque así, continuó, quedamos "aislados en este caldo amargo de nuestro resentimiento". Un cristiano, tomando como ejemplo a David, vence el odio con un acto de humildad:
 
"Humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. ¡Siempre! Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es fácil. Jesús lo ha hecho: se ha humillado hasta el final, nos ha hecho ver el camino. Y es necesario que no pase mucho tiempo: cuando está el problema, lo antes posible, en el momento en el que se pueda hacer, después que ha pasado la tormenta, acercarse al diálogo, porque el tiempo hace crecer el muro, como hace crecer la mala hierba que impide el crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la reconciliación: ¡Es muy difícil!"
 
No es un problema si "algunas veces vuelan los platos" -"en la familia, en las comunidades, en los barrios"-, precisó en tono paternal Papa Francisco. Lo importante, es "buscar la paz lo antes posible", con una palabra, un gesto. Un puente, más que un muro como el que por tantos años dividió Berlín. Porque "también en nuestro corazón está la posibilidad de convertirse en Berlín con el Muro con otros":
 
"Yo tengo miedo de estos muros –dijo el Vicario de Cristo-, de estos muros que crecen cada día y favorecen los resentimientos. También el odio. Pensemos en este joven David: habría podido vengarse perfectamente, habría podido eliminar al rey y él eligió el camino del diálogo, con la humildad, la mansedumbre, la dulzura. Hoy, podemos pedir a san Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, que nos dé a todos nosotros la gracia de hacer puentes con los otros, nunca muros".
 
 
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