Tras recordar que dentro de una semana es Navidad, el Papa enseña a los fieles -en su Audiencia General desde el Aula Pablo VI-, el valor de preparar un pesebre “para la fiesta del Festejado” y el profundo contenido evangélico de esta devoción.
A continuación, la catequesis completa del Papa Francisco.
El pesebre, Evangelio doméstico
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dentro de una semana será Navidad. En estos días, mientras corremos por los preparativos de la fiesta, podemos preguntarnos: ¿Cómo me preparo para el nacimiento del Festejado?
Una manera simple pero eficaz de prepararse es hacer el pesebre. Este año también yo he seguido este camino: fui a Greccio, donde San Francisco hizo el primer pesebre, con los habitantes del lugar. Y escribí una carta para recordar el significado de esta tradición, lo que significa el pesebre en la época de Navidad.
El pesebre, en efecto, "es como un Evangelio vivo" (Carta Apostólica Admirabile Signum, 1). Lleva el Evangelio a los lugares donde vive la gente: las casas, escuelas, a los lugares de trabajo y de encuentro, hospitales y asilos, cárceles y plazas. Y allí donde vivimos nos recuerda algo esencial: que Dios no permaneció invisible en el cielo, sino que vino a la Tierra, se hizo hombre, un niño. Hacer el pesebre es celebrar la cercanía de Dios. Dios siempre ha estado cerca de Su pueblo, pero cuando Él se encarnó y nació, estuvo mucho más cerca, cercanísimo. Hacer el pesebre es celebrar la cercanía de Dios, es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y palpitante. Dios no es un señor distante o un juez indiferente, sino que es el Amor que humilde, ha descendido hasta nosotros. El Niño en la cuna nos transmite su ternura. Algunas figuras representan al "Niño Pequeño" con los brazos abiertos, para decirnos que Dios ha venido a abrazar nuestra humanidad. Entonces es hermoso pararse frente al pesebre y confiar allí la vida al Señor, hablarle de las personas y situaciones que nos preocupan, hacer un balance con Él del año que termina, compartir nuestras expectativas y preocupaciones.
Junto a Jesús vemos a Nuestra Señora y a San José. Podemos imaginar los pensamientos y sentimientos que tuvieron mientras nacía el Niño en la pobreza: alegría, pero también consternación. Y también podemos invitar a la Sagrada Familia a nuestra casa, donde hay alegrías y preocupaciones, donde cada día nos levantamos, tomamos comida y dormimos cerca de las personas que más queremos. El pesebre es un evangelio doméstico. La palabra pesebre significa literalmente "lugar de comida (comedor)", mientras que la ciudad del pesebre, Belén, significa "casa del pan". Pesebre y casa del pan: el pesebre que hacemos en casa, donde compartimos el alimento y el afecto, nos recuerda que Jesús es el alimento, el pan de vida (cf. Jn 6,34). Es Él quien alimenta nuestro amor, es Él quien da a nuestras familias la fuerza para seguir adelante y perdonarnos.
El pesebre nos ofrece otra enseñanza de la vida. En los ritmos a veces frenéticos de hoy es una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de parar. Porque sólo cuando sabemos reunirnos podemos acoger lo que importa en la vida. Sólo cuando dejamos el ruido del mundo fuera de nuestras casas nos abrimos a la escucha de Dios, que habla en silencio. La cuna es actual, es la actualidad de cada familia. Ayer me dieron una pequeña foto de una cuna especial, una pequeña, que se llamaba: "Dejemos que mamá descanse". Allí estaba la Virgen dormida y José con el Niño, que lo hizo dormir. Cuántos de ustedes tienen que compartir la noche entre marido y mujer por el bebé, llorando, llorando, llorando. "Deja que mamá descanse" es la ternura de una familia, de un matrimonio.
El pesebre es más relevante que nunca, mientras que cada día se fabrican muchas armas y muchas imágenes violentas en el mundo, que entran en los ojos y en el corazón. El pesebre es en cambio una imagen de paz hecha a mano. Por esta razón es un Evangelio vivo.
Queridos hermanos y hermanas, desde el pesebre podemos finalmente captar una enseñanza sobre el significado de la vida misma. Vemos escenas cotidianas: los pastores con las ovejas, los herreros que golpean el hierro, los molineros que hacen el pan; a veces se insertan paisajes y situaciones de nuestros territorios. Es correcto, porque el pesebre nos recuerda que Jesús viene a nuestra vida concreta. Y esto es importante. Hagamos un pequeño pesebre en casa, siempre, porque es el recuerdo de que Dios vino a nosotros, nació entre nosotros, nos acompaña en la vida, es un hombre como nosotros, se hizo hombre como nosotros. En la vida cotidiana ya no estamos solos, Él vive con nosotros. Él no cambia las cosas mágicamente, pero si le damos la bienvenida, todo puede cambiar. Te deseo entonces que hacer el pesebre sea la ocasión de invitar a Jesús a tu vida. Cuando hacemos el pesebre en casa, es como abrir la puerta y decir: "¡Jesús, entra!", es para concretar esta cercanía, esta invitación a Jesús a entrar en nuestras vidas. Porque si Él habita en nuestra vida, la vida renace. Y si la vida renace, es realmente Navidad. ¡Feliz Navidad a todos!