Agradeciendo “al Papa Francisco todo lo que hace por mostrarnos, una y otra vez, la luz de Dios, que no ha desaparecido, ni siquiera hoy”, el Papa emérito Benedicto XVI ha escrito un extenso artículo que honra la transparencia de la Iglesia respecto del por qué han ocurrido los abusos sexuales, de poder y de conciencia; aportando además su parecer respecto de lo porvenir.
 
El documento fue filtrado por el Corriere della Sera (pulse para leer completo) a primera hora de este jueves 11 de abril y validado en publicación posterior del portal oficial de la iglesia Vatican News.
 
Aunque como emérito ya no soy directamente responsable, dado que ocupé un puesto de responsabilidad como pastor de la Iglesia en el momento del estallido público de la crisis y durante el período previo a la misma, tuve que preguntarme qué podría aportar a un nuevo comienzo...”, dice al inicio de su documento el Papa emérito.
 
“Colapso de la teología moral católica”
 
El texto se divide en tres secciones. En la primera parte describe el contexto social, la revolución sexual iniciada en los años 60 destacando que: “parte de la fisionomía de la Revolución del 68 fue que la pedofilia se diagnosticó entonces como permitida y apropiada”. En este período, puntualiza, se fortalece el relativismo y el "colapso de la teología moral católica".
 
Pero, hay bienes que “no se pueden negociar”, destaca en su reflexión y agrega: “Hay un conjunto mínimo de principios morales que están indisolublemente ligados a los principios fundamentales de la fe y que deben ser defendidos si se quiere que la fe no sea reducida a una teoría, sino que se la reconozca en su reclamo de la vida concreta… El Decálogo aplica la Fe bíblica en Dios, a la vida humana. La imagen de Dios y la moral son indisociables”.
 
Intentan “disolver la autoridad de la enseñanza moral de la Iglesia”
 
En la segunda parte del documento, el Papa Emérito habla de las consecuencias -sobre la formación y la vida de los sacerdotes- del relativismo” que busca “disolver la autoridad de la enseñanza moral de la Iglesia”.  Aterriza mencionando diversas situaciones ocurridas en los seminarios que impedían “otorgar lo necesario para formar la vocación sacerdotal”. Así por ejemplo los “clubes de homosexuales que actuaban más o menos abiertamente y cambiaban significativamente el clima que se vivía en los seminarios”; o algunos seminarios de Alemania donde -junto a los candidatos al sacerdocio- vivían laicos que se formaban para ser agentes pastorales, varios de ellos con sus esposas e hijos en el mismo lugar.
 
Acusa también el Papa emérito que algunos obispos “rechazaron la tradición católica en su conjunto y trataron de crear una especie de nuevo catolicismo moderno en sus diócesis”.
 
Finalmente, el Papa emérito reconoce que, cuando “la cuestión de la pedofilia” estalla “en la segunda mitad de los años ochenta” -precisamente mientras él era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- los canonistas de Roma” generaron por entonces una política de “garantismo que beneficiaba a los acusados. Ello pues opinaban que “la suspensión temporal del sacerdocio debía ser suficiente como para lograr la purificación y la aclaración”.
 
Al respecto el Papa emérito expresa su rechazo a tal tipo de garantismo pues no sólo ha de “importar” y se ha de “dar garantías” a los derechos del acusado, sino también a “los grandes bienes de la fe”, exhorta. Y alerta: “Por lo tanto, una ley canónica sólida debe contener una doble garantía: la protección legal del acusado y la protección legal del bien en cuestión… En la conciencia general de la ley, la Fe ya no parece tener el rango de un bien que requiere protección. Esta es una situación alarmante que debe ser considerada y tomada en serio por los pastores de la Iglesia”.
 
A quien se encuentre culpable de abusos -reitera Benedicto XVI- se le ha de “imponer la pena máxima, es decir la expulsión del estado clerical”. De esta forma, queda claro que todo abuso por parte del clero “al final daña la fe”. Concluye reconociendo que “la Congregación para la Doctrina de la Fe” se ha visto “sobrepasada” por la magnitud de los abusos y por ello Papa Francisco ha emprendido nuevas reformas”.
 
Cuidado con la “propuesta del diablo”
 
En la tercera parte del texto, Benedicto XVI se pregunta “¿Qué hacer?”. Sin ambages interpela y responde: ¿Por qué la pedofilia alcanzó tales proporciones? En última instancia, la razón es la ausencia de Dios… en Occidente, donde Dios se ha convertido en el asunto privado de una minoría”.
 
Ante los “trastornos morales de nuestro tiempo”, el Santo Padre Benedicto XVI recuerda que “una vez más” la solución es comenzar “a vivir por Dios y para Él”. Para esta vida en Dios -explica- el creyente debe tener como “centro” de su vida “la Eucaristía”.
 
Advierte luego, contra la tentación de buscar soluciones a la crisis en términos humanos, del mundo. Hay “obispos”, -protesta el Santo Padre Benedicto XVI- “que formulan su concepción de la iglesia del mañana casi exclusivamente en términos políticos”. Para muchos -prosigue- “la crisis, causada por los numerosos casos de abusos clericales, les impulsa a considerar a la Iglesia como algo casi insostenible, que ahora debemos tomar en nuestras propias manos y rediseñar. Pero una Iglesia hecha por sí misma no puede dar esperanza La idea de una Iglesia mejor, hecha por nosotros mismos es en realidad una propuesta del diablo... Aún hoy la Iglesia no está hecha sólo de malos peces y malas hierbas. La Iglesia de Dios también existe hoy, y es hoy el instrumento a través del cual Dios nos salva, explica el Papa emérito.
 
Es muy importante oponer a las mentiras y medias verdades del diablo toda la verdad: Sí, hay pecado en la Iglesia y maldad. Pero aún hoy existe la Santa Iglesia, que es indestructible. También hoy hay muchas personas que creen, sufren y aman humildemente, en las que el Dios real, el Dios amoroso, se nos muestra a nosotros. Dios tiene también hoy sus testigos ("mártires") en el mundo. Sólo tenemos que estar atentos para verlos y oírlos… especialmente entre la gente común, pero también en las altas esferas de la Iglesia… Una de las grandes y esenciales tareas de nuestra evangelización es, en la medida de nuestras posibilidades, establecer hábitats de fe y, sobre todo, encontrarlos y reconocerlos”, finaliza el Papa emérito Benedicto XVI.


 
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