El corazón del hombre es como un "campo de batalla", donde se enfrentan dos "espíritus" diferentes: uno es el de Dios, que nos lleva "a las buenas obras, a la caridad, a la fraternidad" y el otro es el del mundo, que nos empuja "hacia la vanidad, el orgullo, la suficiencia y el chisme". Son algunas de las palabras que ha pronunciado el Papa Francisco en la Misa desde la Casa Santa Marta este martes de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario.
El punto de partida de las reflexiones del Pontífice ha sido la Primera lectura, en la que "el apóstol Pablo enseña a los corintios el camino para tener el pensamiento de Cristo", un camino marcado por el abandono al Espíritu Santo. De hecho, es el Espíritu Santo quien nos guía a "conocer a Jesús", a tener sus propios "sentimientos", a comprender el "corazón".
La eterna lucha entre el bien y el mal
"El hombre dejado a sus fuerzas no comprende las cosas del Espíritu" ha recordado el Papa Francisco en su homilía explicando:
"Hay dos espíritus, dos formas de pensar, de sentir, de actuar: aquel que me lleva al Espíritu de Dios y aquel que me lleva al espíritu del mundo. Y esto sucede en nuestra vida: todos tenemos estos dos ‘espíritus’, digamos así. El Espíritu de Dios, que nos conduce a las buenas obras, a la caridad, a la fraternidad, a adorar a Dios, a conocer a Jesús, a hacer muchas buenas obras de caridad, a orar. Y el otro, el espíritu del mundo, que nos lleva a la vanidad, el orgullo, la suficiencia, el chisme: un camino completamente diferente. Nuestro corazón - decía un santo - es como un ‘campo de batalla’, un campo de guerra donde estos dos espíritus pelean".
Vencer las tentaciones como Jesús
"En la vida cristiana", por lo tanto, debemos luchar “para dejar espacio al Espíritu de Dios" y "para ahuyentar al espíritu del mundo". Un "examen de conciencia" diario - propone el Pontífice - ayuda a "identificar las tentaciones", a aclarar cómo actúan estas fuerzas opuestas.
"Es muy simple -enseña el Vicario de Cristo- tenemos este gran don, que es el Espíritu de Dios, pero somos frágiles, somos pecadores y también tenemos la tentación del espíritu del mundo. En esta lucha espiritual, en esta guerra del espíritu, debemos ser vencedores como Jesús"
No animales, sino Hijos de Dios
Cada noche - concluye el Papa - el cristiano debería recapacitar sobre el día que acaba de pasar para ver si ha prevalecido la "vanidad" y el "orgullo" o si ha logrado imitar al Hijo de Dios:
“Saber que sucede en el corazón. Si no hacemos esto, si no sabemos lo que sucede en nuestros corazones - y esto no lo digo yo, lo dice la Biblia - somos como ‘los animales que no entienden nada’, que van adelante por instinto. Pero nosotros no somos animales, somos Hijos de Dios, bautizados con el don del Espíritu Santo. Por eso es importante entender que ha sucedido hoy en mi corazón. El Señor nos enseñe a hacer siempre, todos los días, el examen de conciencia".