En vísperas de la “Jornada Mundial contra la trata de personas” que se celebra cada 30 de julio, el Papa Francisco hizo un llamamiento para que todos “denuncien las injusticias y contrasten con firmeza este crimen vergonzoso”. “Es responsabilidad de todos” puntualizó.

Después del último Ángelus de julio, el Papa Francisco tachó a este crimen de “plaga”, pues “reduce en esclavitud a muchos hombres, mujeres y niños con la finalidad de la explotación laboral y sexual, del comercio de órganos, de la mendicidad y de la delincuencia forzada” aseguró el Pontífice y recordó que las rutas migratorias también son utilizadas con frecuencia “por los traficantes y explotadores para reclutar nuevas víctimas de la trata”.
 
Reflexionando sobre el Evangelio del domingo, que narra la multiplicación de los peces y de los panes, el Vicario de Cristo advirtió a los católicos que no pueden ser “espectadores destacados y tranquilos”, frente “al grito de hambre… de hermanos y hermanas en todas las partes del mundo”. Puntualizó que, al realizar este milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Jesucristo muestra su compasión por cada ser humano. “Nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades primarias de las personas. (…) El episodio surge de un hecho concreto: la gente tiene hambre y Jesús involucra a los discípulos para que sea saciada esta hambre. A la multitud, Jesús no se limitó a ofrecerle esto: le donó su Palabra, su consolación, su salvación y, al final, su vida. Pero ciertamente también hizo esto: se preocupó por la comida para el cuerpo”. 
 
Es por eso, reiteró el Pontífice, que los cristianos, siendo discípulos, “no podemos hacer finta de nada. (…) El amor De Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz y, sobre todo de su gracia divina, nunca falta. Jesús continúa, hoy, quitando el hambre, haciéndose presencia viva y consoladora, y lo hace a través de nosotros. (…) El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, exige un generoso compromiso de solidaridad por los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos”, reiteró Francisco. “Esta acción de proximidad y de caridad es la mejor comprobación de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario”. 
 
Antes de concluir, el Papa se detuvo para reflexionar sobre un último aspecto: las palabras de Jesús a los discípulos cuando todos fueron saciados: “recojan los pedazos que sobraron, para que nada se pierda”. Es una frase que demuestra que Jesús “se preocupa de tal manera por las personas hambrientas, que pide que no se pierdan ni siquiera los pedazos más pequeños de pan con el que las nutrió. A imitación de Cristo, la humanidad está llamada a hacer que los recursos que existen en el mundo no tengan objetivos de autodestrucción del hombre, sino que sirvan a su verdadero bien y a su legítimo desarrollo”, enseña el Papa, y agregó: “Pienso en la gente que tiene hambre, en todas las sobras que nosotros tiramos... que cada uno de nosotros piense: las sobras que quedan de la comida, de la cena, ¿dónde acaban? ¿Qué se hace en mi casa con las sobras? ¿Se tiran? ¡No! Si tienes esta costumbre, te doy un consejo: habla con tus abuelos que vivieron después de la guerra y pregúntales qué hacían con las sobras. Nunca hay que tirar la comida que sobra, este es un consejo y un examen de conciencia”.


 
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