Saber discernir entre las curiosidades buenas y las que no lo son tanto abriendo el corazón al Espíritu Santo que da la certidumbre. Son las exhortaciones que el Papa Francisco dirigió en su homilía este lunes 30 de abril, inspirándose en el Evangelio propuesto por la liturgia del día, tomado de Juan (14, 21-26). En efecto, el evangelista presenta un diálogo entre Jesús y sus discípulos que el Pontífice definió como “el diálogo entre la curiosidad y la certeza”.
El Vicario de Cristo reflexionó respecto de que “nuestra vida está llena de curiosidad”. Y como ejemplo de curiosidades buenas aludió a los niños que se encuentran en la llamada “edad del porqué”. Es decir, cuando preguntan, porque creciendo se dan cuenta de las cosas que no comprenden y buscan una explicación. Esta es una curiosidad buena – añadió el Papa – porque sirve para desarrollarse y “tener más autonomía”, además de que también es una “curiosidad contemplativa”, porque “los niños ven, contemplan, no comprenden y preguntan”.
“El chismorreo”, en cambio – explicó el Papa Francisco – es una curiosidad no buena, “patrimonio de hombres y mujeres”, si bien hay quien sostiene que los hombres son “más chismosos que las mujeres”. La curiosidad mala consiste en querer “oler la vida de los demás” – dijo el Papa – o en “tratar de ir a los lugares que al final ensucian a otras personas”, o en el hacer comprender cosas de las que no se tiene el derecho de saber. Y este tipo de curiosidad mala – añadió – “nos acompaña durante toda la vida: es una tentación que tendremos siempre”:
“No asustarse, sino prestar atención: ‘Esto no lo pregunto, esto no lo miro, esto no lo quiero’. Y tantas curiosidades, por ejemplo, en el mundo virtual, con los teléfonos celulares y otras cosas… Los niños van allí y tienen la curiosidad de ver; y allí encuentran tantas cosas malas. No hay disciplina en esa curiosidad. Debemos ayudar a los jóvenes a vivir en este mundo, y para que las ganas de saber no sean ganas de ser curiosos, y terminen prisioneros de esta curiosidad”.
La curiosidad de los Apóstoles
En cambio –continúa el Papa- las curiosidades de los Apóstoles en el Evangelio son buenas, puesto que ellos quieren saber lo que sucederá, y Jesús responde dando certezas, “jamás engaña”, prometiéndoles el Espíritu Santo que – afirma - “les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho”.
“El Espíritu Santo nos dará la certeza en la vida. No es que el Espíritu Santo viene con un paquete de certezas y tú las tomas. No. En la medida en que nosotros vamos por la vida y preguntamos al Espíritu Santo, abrimos el corazón y él nos da la certeza para aquel momento, la respuesta para aquel momento. El Espíritu Santo es el compañero, el compañero de vida del cristiano”.
En efecto, el Espíritu Santo “recuerda las palabras del Señor iluminándolas” y este diálogo con los Apóstoles, que “es un diálogo entre curiosidades humanas y certeza”, termina precisamente con esta referencia al Espíritu Santo, “compañero de la memoria”, que “conduce donde se encuentra la felicidad fija, esa que no se mueve”. De modo que Francisco exhortó a ir donde se encuentra la verdadera felicidad con el Espíritu Santo, que nos ayuda a no equivocarnos:
“Pidamos al Señor dos cosas hoy: primero que nos purifiquemos al aceptar las curiosidades – hay curiosidades buenas y no tan buenas – y saber discernir: no, esto no debo verlo, esto no debo verlo, esto no debo preguntarlo…. Y la segunda gracia: abrir el corazón al Espíritu Santo, porque él es la certeza, nos da la certeza, como compañero de camino, de las cosas que Jesús nos ha enseñado, y nos recuerda todo”.