“¡Qué difícil es dejarse amar verdaderamente! Siempre nos gustaría que algo de nosotros no esté obligado a la gratitud, cuando en realidad estamos en deuda por todo, porque Dios es el primero y nos salva completamente, con amor”, lo dijo el Papa Francisco en la Celebración Penitencial en la Basílica de San Pedro, la tarde de este viernes 9 de marzo, en el marco de la Jornada “24 Horas para el Señor”, organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

El amor de Dios

En su homilía, el Santo Padre comentando las palabras de San Juan en su primera carta (Cfr. 1 Jn 3,1-10.19-22), recordó que, el amor de Dios es siempre más grande de lo que podemos imaginar, y se extiende incluso más allá de cualquier pecado que nuestra conciencia pueda reprocharnos. El amor de Dios, dijo el Pontífice, “es un amor que no conoce límites ni fronteras; no tiene esos obstáculos que nosotros, por el contrario, solemos poner a una persona, por temor a que nos quite nuestra libertad”.

El pecado nos aleja del amor de Dios

El Santo Padre describiendo la naturaleza del amor humano y sobre todo nuestra condición de pecado, precisó que, el pecado tiene como consecuencia el alejamiento de Dios. “De hecho, el pecado es una de las maneras con que nosotros nos alejamos de Él – subrayó el Pontífice – pero esto no significa que él se aleje de nosotros. La condición de debilidad y confusión en la que el pecado nos sitúa, constituye una razón más para que Dios permanezca cerca de nosotros. Esta certeza debe acompañarnos siempre en la vida”.

Las palabras del Apóstol, señaló el Vicario de Cristo, son un motivo que impulsa a nuestro corazón a tener una fe inquebrantable en el amor del Padre. Su gracia continúa trabajando en nosotros, agregó, para fortalecer cada vez más la esperanza de que nunca seremos privados de su amor, a pesar de cualquier pecado que hayamos cometido, rechazando su presencia en nuestras vidas.


El amor de Dios borra todos nuestros pecados

Es esta nuestra esperanza, subrayó el Papa Francisco, es esta esperanza la que nos empuja a tomar conciencia de la desorientación que a menudo se apodera de nuestra vida, como le sucedió a Pedro, en el pasaje del Evangelio que hemos escuchado. En la narración, señaló el Pontífice, el evangelista es extremadamente sobrio. “El canto del gallo sorprende a un hombre que todavía está confundido, después recuerda las palabras de Jesús y por último se rompe el velo, y Pedro comienza a vislumbrar, a través de las lágrimas, que Dios se revela en ese Cristo abofeteado, insultado, renegado por él, pero que va a morir por él”.

Pedro, puntualizó el Papa, quien habría querido morir por Jesús, comprende ahora que debe dejar que muera por él. Con esto, Pedro quería enseñar a su Maestro, quería adelantársele, en cambio, es Jesús quien va a morir por Pedro; y esto Pedro no lo había entendido, no lo había querido entender. “Pedro – afirmó el Pontífice – se encuentra ahora con la caridad del Señor y entiende por fin que él lo ama y le pide que se deje amar. Pedro se da cuenta de que siempre se había negado a dejarse amar, se había negado a dejarse salvar plenamente por Jesús y, por lo tanto, no quería que Jesús lo amara por totalmente”.

Dejémonos amar y purificar por el amor de Dios

¡Qué difícil es dejarse amar verdaderamente!, concluye el Papa Francisco, siempre nos gustaría que algo de nosotros no esté obligado a la gratitud, cuando en realidad estamos en deuda por todo, porque Dios es el primero y nos salva completamente, con amor. Pidamos ahora al Señor la gracia de conocer la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados. Dejémonos purificar por el amor – agregó el Papa – para reconocer el amor verdadero.

 
Homilía del Papa
 
 
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